Un crimen de lesa humanidad y de lesa cultura

A través de la ética, la democracia y la justicia, se podrá comenzar a pasar página en El Salvador, escribe David Hernández

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Crédito: La Opinión

Los asesinatos del poeta salvadoreño Roque Dalton García, alias Ernesto, así como de su compañero de combate, Armando Arteaga, alias Pancho, ocurridos el 10 de mayo de 1975, en el contexto de una política estructural del entonces grupo militarista del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), el Estado Mayor, contra la otra fracción del ERP, la Dirección Política, que dio origen a la Resistencia Nacional (RN), reúnen todos los criterios para ser considerados no solo crímenes de lesa humanidad sino también crímenes de lesa cultura.

Ahora que la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDDH) de El Salvador ha exhortado a la Fiscalía General de la República (FGR), para que se investigue el crimen de Roque Dalton y ha recomendado a los autores materiales del asesinato, Joaquín Villalobos Huezo, alias René Cruz, y a su cómplice, Jorge Meléndez, alias Jonás, a que colaboren con la justicia y brinden su testimonio, es oportuno hacer un llamamiento a todos los involucrados, para zanjar definitivamente este oscuro capítulo político de la historia de nuestro país.

Una de las figuras de la judicatura nacional e internacional así como otras personalidades intelectuales del mundo de las letras, el Dr. Félix Ulloa hijo, del Instituto de Estudios Jurídicos de El Salvador (IEJES) y el Prof. Dr. James Iffland, especialista de la obra de Roque Dalton, de la Universidad de Boston, por separado, han propuesto la conformación de un Tribunal Internacional sobre crímenes de la Guerra Civil de El Salvador, que podría llevar el nombre de Roque Dalton García, para que investigue y aclare no solo estos crímenes sino también otros que han quedado en la impunidad. Como integrantes de este Tribunal se podría pensar en intelectuales y juristas de una probidad intachable reconocidos por la comunidad mundial.

Es sabido que Joaquín Villalobos actuó de gatillero y que su acompañante, Jorge Meléndez, le brindaba seguridad, porque en realidad el autor intelectual de dichos asesinatos fue el entonces jefe máximo del ERP, Edgar Alejandro Rivas Mira, alias Sebastián Urquilla, que fue quien manipuló a estos casi adolescentes, en esa época, en nombre de la revolución, para cometer dichos asesinatos. Supuestamente, después de padecer Alzheimer y una demencia senil producto de los excesos del alcohol, Rivas Mira murió ahogado en sus propias miasmas en México hace un par de años. Habría que comprobar este dato incluso con pruebas de ADN, para descartarlo como testigo.

Por lo demás, el fallo de este Tribunal sería inapelable y de cumplimiento obligatorio para todas las partes. En realidad lo que se perseguiría sería el reconocimiento de la participación de Villalobos Huezo y de Meléndez en el asesinato del poeta y de su compañero, así como un reconocimiento sincero y profundo de tal injusticia de parte de ellos. Con ello no solo se darían explicaciones y se pediría perdón a la familia de Roque Dalton y a la nación salvadoreña, sino que también se sellarían las acusaciones judiciales contra los imputados.

La propuesta de un Tribunal Internacional Roque Dalton podría brindar una salida justa, satisfactoria y sin ánimos revanchistas a todos los involucrados, y podría ser un precedente para comenzar a pasar página, a través de la ética, la democracia y la justicia, a toda un sombra siniestra del pasado que nos persigue como ave de mal agüero.

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