La “era Trump” comienza con un discurso con fuerte dosis nacionalista

La mayoría de los activistas espera que, en vez de escuchar las voces extremistas, Trump cumpla su promesa de “sanar las divisiones” del país

WASHINGTON.- Fiel al tono y la retórica nacionalista que usó durante su campaña, el presidente Donald Trump asumió este viernes el poder con un discurso en el que omitió por completo a los inmigrantes pero prometió poner de primero los intereses de EEUU y del ciudadano de pie.

Trump, de 70 años, ofreció el discurso ante al menos medio millón de personas bajo un cielo encapotado, tras prestar juramento como el 45 presidente de Estados Unidos.

En tono y contenido, Trump dio asomo de un conservadurismo hecho a su medida.

“Hoy no sólo estamos transfiriendo el poder de una administración a otra, sino que estamos transfiriendo el poder de Washington, D.C, y devolviéndolo a ustedes”, afirmó Trump ante una multitud que de forma intermitente aplaudía y gritaba su nombre.

Tal como hizo durante su insurgente campaña, con su eslogan de “Make America Great Again” (“Hacer a EEUU Grande de Nuevo”), Trump ofreció un rosario de quejas de todos los problemas que presuntamente afronta el país: cierre de fábricas que “como tumbas” salpican la economía nacional; escuelas de baja calidad; crímenes y pandillas, desempleo, pobreza y falta de oportunidades.

Si la oposición esperaba un tono conciliatorio o una rama de olivo se equivocó de discurso, ya que Trump claramente recurrió a su conocido ataque contra el “establishment” político en Washington, que lo catapultó al poder.

Y lo hizo, precisamente, ante la clase política con la que tendrá que trabajar para avanzar su agenda legislativa.

Por otra parte, aunque dijo que “no hay cabida para prejuicios” y que todos los estadounidenses, sin importar su etnia,  llevan la “sangre de patriotas”, en su discurso no hizo mención alguna de los inmigrantes ni habló de trabajar de forma bipartidista.

“EEUU primero”

Trump prometió tomar medidas para ayudar a las clases media y trabajadora con un mensaje populista que caló entre sus partidarios, aún cuando todos los indicadores sociales son un testimonio de las mejoras registradas bajo el ahora expresidente Barack Obama.

Según datos oficiales, la tasa de desempleo está por debajo del cinco por ciento y, gracias a “Obamacare” –ahora en peligro de extinción-, 20 millones de estadounidenses tienen cobertura médica, incluyendo cuatro millones de latinos.

De esta forma su discurso como presidente no fue muy distinto al que usó durante la campaña para arengar a sus partidarios, con la excepción de que, en esta ocasión, habló en plural, asegurando que es el pueblo el que, al final, dictará las políticas del país.

Trump afirmó que, en adelante, la prioridad será producir y comprar artículos hechos en EEUU y contratar a estadounidenses.

Siguiendo el lema de “EEUU primero” como visión de futuro, Trump prometió que cada decisión sobre comercio, impuestos, inmigración, relaciones exteriores, será para beneficiar a los trabajadores y a las fábricas estadounidenses”.

Pero la frase evocó memorias de la breve era del aislamiento político de Estados Unidos tras la Primera Guerra Mundial, según observadores.

La promesa de velar por el ciudadano de a pie y los desposeídos, sumada a la otra de “drenar el pantano” en Washington, supone un contraste con los nombramientos de su Gabinete presidencial y su círculo de asesores, que son casi todos de la élite económica del país.

Grandes omisiones

Al delinear sus prioridades legislativas, como la creación de empleos y el combate al terrorismo y los grupos extremistas islámicos, Trump omitió por completo a México y el resto de América Latina, socios con los que EEUU ha mantenido estrechos vínculos políticos y comerciales.

Tampoco hizo mención de Rusia y China, dos adversarios con los que, ante las realidades geopolíticas del mundo, el gobierno de Washington ha buscado un acercamiento.

Aunque no repitió en el discurso su promesa de construir un muro en la frontera sur,  la comunidad inmigrante lo recordará por la omisión de sus contribuciones a la grandeza de EEUU, esa que ahora promete recuperar.

La mayoría de los activistas espera que, en vez de escuchar las voces extremistas, Trump cumpla su promesa de “sanar las divisiones” del país.

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