La cruel realidad de decenas de mujeres en Filipinas que viven como esclavas

Un periodista filipino-estadounidense sacó recientemente a la luz la situación de muchas empleadas domésticas que deben trabajar toda la vida en una misma casa, sin recibir el trato justo

El periodista ganador del premio Pulitzer Alex Tizon hizo una muy controversial confesión en el último artículo que escribió en su vida.

El texto titula nada menos que “La esclava de mi familia” y narra cómo una mujer filipina, bajo esa condición de servidumbre, atendió a la familia de Tizon durante 56 años, desde 1943 hasta 1999.

Tizon falleció en marzo de este año y el artículo fue publicado poco después en la conocida revista literaria estadounidense The Atlantic.

Como era de esperar, el último escrito que dejó el periodista filipino-estadounidense causó gran conmoción e incluso horrorizó a algunos lectores.

Sin embargo, el núcleo central de la historia de Tizon es algo que los filipinos conocemos y sabemos que permanece bien arraigado en nuestra sociedad.

La esclava

“La esclava en mi familia” es un recuerdo confesional en el que Alex Tizon recuerda a Eudocia Pulido, que había sido “un regalo” de su abuelo a su madre y que sirvió a la familia durante 56 años sin ninguna paga.

Tizon no evadió la controversia utilizando una palabra más suave (como sirvienta) y se refirió Pulido como “esclava”, aunque también la nombra en el artículo como Lola.

Esclavitud en Filipinas
Una aprendiz trabaja en una escuela para sirvientas en Filipinas, en 2013. (Foto: Getty Images)

La palabra esclava en el artículo es un detonante que pone al descubierto cómo la servidumbre familiar es parte de la cotidianidad de los filipinos, tanto en nuestro país como fuera de él.

Pocos en Filipinas tienen recuerdos de su infancia sin la presencia del yaya (cuidador de bebés), el utusan (el mandado), el katulong (ayudante), el kasambahay (compañero de casa), y ahora, la trabajadora doméstica industrializada.

El nombre sigue cambiando, pero la esencia de la servidumbre sigue siendo la misma: se trata de una vida que es mantenida como rehén.

Como el caso de Eudicia Pulido en la casa de Alex Tizon.

Orígenes

El nombre del esclavo doméstico filipino hace siglos era aliping sagigilid, donde el gilid al final del término significa “periferia” o “en los márgenes”, una síntesis precisa de la relación entre el servido y el que sirve.

O sea, pertenece a la familia, pero no es de la familia. Está en los márgenes.

Es una relación de poder, que indica el status de quien sirve.

Una vez recomendé a una filipina estadounidense, que tenía problemas de dinero en ese entonces, para que trabaje limpiando la casa de otro amigo filipino.

Después de una semana, ella renunció.

El pago era bueno, pero ella “no podía soportar la dinámica de poder” que se impone a la servidumbre.

Uno tiene que haber sido preparado para vivir en la servidumbre, caso contrario es algo muy difícil de sobrellevar.

Vida en servicio

Los sirvientes de toda la vida no son una rareza en Filipinas.

En 2007, Emma, ​​que había cuidado de mi madre en sus últimos años, recordó que había estado con nuestra familia durante cuatro décadas.

Fue reclutada en la adolescencia y creció en la familia de mi hermana menor.

Pasó su vida sirviendo y en ese tiempo se casó y tuvo hijos. Incluso destinaba a sobrinos y sobrinas para que también trabajen al servicio de mi familia.

“Mi familia ha orbitado a su familia durante cuatro décadas”, sentenció Emma después de todo ese tiempo.

Yo sólo escuché su apellido una vez.

La identidad completa no se le da a los de “la periferia“.

Una vida con sirvientes

Nos “enseñan” muy rápido que siempre hay una mujer más pobre y vulnerable que puede asumir la carga implacable de la limpieza y labores de la casa.

Yo puedo recordar a toda una procesión de mujeres cuyo apellido nunca conocí pero que sirvió a mi familia durante todos estos años.

Desde aquella vez en que vi mi reflejo en un espejo cargado por una yaya (cuidadora del bebé) hasta en mis días como joven finalmente se graduada de la universidad y que abandonó su empleo.

Los sirvientes vienen de las zonas rurales, reclutados por amigos y parientes que son terratenientes.

Tienen la piel más oscura porque la clase y el color todavía tienen una correlación en Filipinas, aunque esto es ignorado.

La familia

La familia patriarcal feudal tradicional persiste hasta nuestros días.

Fue ese el puntal histórico que estableció la servidumbre y el sacrificio.

El abuelo del periodista Tizon, un terrateniente, entregó a Eudocia Pulido a su hija como un regalo.

Fue él quien administró 12 azotes a esa mujer como castigo por una falta cometida por su propia hija, sellando así en la mente de la esclava la idea de que los que sirven también deben soportar el castigo, así sea inmerecido.

El caso de esclavitud de Eunice Pulido, en el contexto de millones de Filipinas en el trabajo doméstico en alrededor de 200 países, golpea duramente.

El camino hacia la servidumbre

La razón más común para que las filipinas ingresen a la servidumbre hoy es el mismo “canto de sirena” usado por los padres de Tizon para convencer a Eudocia Pulido de irse con ellos a Estados Unidos: ser capaz algún día de construir una casa mejor para sus padres.

En abril de este año, las remesas a Filipinas alcanzaron un récord de US$2.600 millones, lo suficiente para compensar el déficit de la balanza comercial de US$2.300 millones en ese país.

Según la Fundación Walk Free, una de cada dos filipinas que trabajan en el extranjero no es una persona calificada y se encuentra como “trabajadora doméstica, en labores de limpieza o en el sector de servicios”.

Esta devaluación persistente del trabajo de las mujeres es un elemento clave para mantener el camino hacia la servidumbre.

La pobreza es, por supuesto, otra clave para la creación de una categoría de mujeres que pueden terminar como rehenes toda su vida.

En China, donde los pobres representan el 8% de la población, las mujeres todavía están asociadas con el matrimonio, los niños, la familia y el hogar.

En cambio, una mujer con una carrera en Filipinas sigue siendo responsable de la casa, y es la principal responsable de la crianza, sin tener en cuenta sus metas individuales.

Si bien las opciones de hoy para las Filipinas pueden no ser tan limitadas como las que tuvo Eudocia Pulido en 1943, su historia se hace eco de la ironía del destino de millones de Filipinas.

Para construir una casa en tu país, tienes que salir de ella.

Debes ser contratada por una familia extraña y servirla para sobrevivir y ayudar a la tuya propia.

Cómo romper con esta implacable cadena de autosacrificio es la cuestión con la que luchamos ahora, teniendo en cuenta cuán ampliamente prima el egoísmo en el mundo.

*Ninotchka Rosca nació y creció en Filipinas, y vive en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos. Es autora de dos novelas y cofundó la organización de mujeres AF3IRM. Regresa a Filipinas regularmente.

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