La ciudad de Estados Unidos que intentó pasar 72 horas sin un asesinato

En Baltimore asesinan a alguien casi todos los días. Los residentes intentaron cumplir 72 horas sin asesinatos. Pero no lo lograron. ¿Qué salió mal?

Un promedio de una persona por día ha sido asesinada en Baltimore, en el noreste de Estados Unidos, en 2017. Allí, la tasa de muertes per cápita supera ya a ciudades de violenta reputación como Chicago o Nueva Orleans.

Una campaña planteó cumplir un compromiso audaz: un alto al fuego de 72 horas.

Pero la ciudad no lo logró. ¿Qué salió mal?


Día 1: viernes 4 de agosto

Erricka Bridgeford se encuentra en la ventana del segundo piso de una casa abandonada en la parte oeste de Baltimore, donde creció, y mira hacia abajo, a la calle, al lugar donde Mike, un chico del barrio, murió hace más de 30 años.

Esa fue la primera vez que vio a alguien recibir un balazo.

Tenía 12 años. Ahora tiene 44 y busca detener los homicidios durante 72 horas en Baltimore, una ciudad donde casi todos los días asesinan a alguien .

Dedicada a enseñar mediación (de conflictos comunitarios), decidió visitar su casa de infancia y mostrársela a sus tres hijos de entre 17 y 21 años por primera vez.

La familia usa camisetas con la inscripción #BaltimoreCeasefire (Alto el fuego en Baltimore).

Erricka Bridgeford, con polo naranja, a la derecha, se sienta con su amiga Ellen Gee, de blanco, y sus hijos, en un inmueble abandonado. BBC

Huele a orina y las paredes están llenas de agujeros. Arriba, un condón usado se encuentra en el piso de lo que alguna vez fue la habitación de los padres de Bridgeford.

“Esta es la casa que me hizo”, le dice a sus hijos. “Me siento triste de que se vea así”.

La casa vacía es un reflejo de algunas de las causas subyacentes de la violencia en Baltimore. Las drogas llegaron a su barrio en la década de 1980 y las familias se mudaron.

Sus amigos comenzaron a abandonar la escuela y a vender droga. Junto con la pobreza y la droga llegaron las armas.

Mike fue el primero de casi 20 personas que Bridgeford conocía que murieron a causa de la violencia.

Pero esta mañana, Bridgeford está de buen humor. Es viernes 4 de agosto, día uno del “Alto el fuego en Baltimore”.

Aunque la campaña no está afiliada al Departamento de Policía de Baltimore, un contacto de confianza de la institución prometió enviarle un mensaje si alguien es asesinado durante los tres días.

Durante las primeras 11 horas, la paz se mantiene.

Erricka Bridgeford parada al lado de la ventana de su dormitorio de la niñez. BBC

La idea para el alto el fuego surgió a raíz de una conversación de Bridgeford con su hijo de 19 años acerca de la tasa de asesinatos en la ciudad, que está en camino de ser la peor de su historia y podría llegar a ser de las más altas del país.

Per cápita, ya superó a Chicago, Detroit y Nueva Orleans.

“Queremos tener una pausa y un espacio sagrado donde la intención de todo el mundo sea que nadie muera’ . Un cambio cultural, para que la gente se dé cuenta de que pueden hacer esta elección”, dice.

“Odio que la gente piense ‘Baltimore es violenta, Chicago es violenta, Detroit es violenta’. Estos lugares son un reflejo de América”, agrega.

La iniciativa se difundió lentamente, primero por redes sociales y luego de boca en boca.

Una gran parte de la campaña consistió en ir a las partes más peligrosas de Baltimore, los mercados de drogas al aire libre y pedir a la gente que trabaja en las esquinas que se comprometa a un fin de semana libre de violencia.

Una de las primeras personas a las que Bridgeford llamó fue PFK Boom, cofundador de 300 Gangstas, un grupo de exmiembros de pandillas y exdelincuentes que se unieron después de la muerte de Freddie Gray en 2015, para abogar por ellos mismos.

“Yo respeto lo que ella hace, la he visto trabajar, así que por eso aceptaré su llamado y pondré a mis hombres, mi reputación, mi marca y todo eso”, dice Boom sobre la petición de Bridgeford.

Bridgeford dice que el alcance fue lo suficientemente exitoso como para que la gente empezara a llamarla por iniciativa propia para comprometerse.

“Algunas personas llamaron para decir ‘Estoy en una pandilla y quiero que sepas que cualquiera de quien yo sea responsable, estará tranquilo ese fin de semana'”, cuenta.

“Si la gente se mata ese fin de semana, incluso si no sabemos quién lo hizo, sabemos quién no lo hizo”.

Erricka Bridgeford ha dado entrevistas a periodistas de Estados Unidos y de otros países. BBC

Bridgeford mide menos de 1,60 m. Su brazo derecho termina justo debajo del codo debido a una malformación congénita.

Su pequeña estatura, sus gafas y su personalidad burbujeante pueden contribuir a las razones por las que algunas personas la califican de ingenua. Pero esto no le molesta.

“Yo crecí en el oeste de Baltimore. Me han violado dos veces. Mi hermano fue asesinado… Perdí a mi hijastro. He perdido primos. Hace dos semanas perdí a alguien. Algunos años voy a dos funerales en un día”, dice.

“No es que sea ingenua, sino que mi optimismo es el de un gánster”.

Después de tres meses de campaña, presentaciones en radios locales, reuniones con organizaciones, distribución de pegatinas del “Alto el fuego en Baltimore”, el fin de semana elegido llegó.

Hay docenas de eventos públicos y privados planeados en toda la ciudad: comidas, fiestas de barrio, caminatas por la paz, espectáculos de arte, vigilias.

Los amigos de Ellen Gee, una de las organizadoras, cambiaron sus fotos del perfil en Facebook por el logotipo del Alto el fuego. BBC

Bridgeford y sus hijos se dirigen a una concurrida intersección en el suroeste de Baltimore, donde un grupo de personas agita señales del Alto el fuego y reparte folletos a los conductores.

En un momento, un hombre alto y delgado aparece en medio de ellas, vestido con ropa de hospital.

“Me dispararon anoche”, dice, señalando un pedazo de gasa pegada en su mejilla derecha. Todavía tengo dos balas en mi cuerpo” .

Su nombre es Devrone McKnight. El joven de 23 años estaba conduciendo a casa desde el hospital cuando vio a los voluntarios del alto el fuego.

Dice que está avergonzado. Había oído hablar de la campaña, pero no había planeado participar.

“Ahora soy una víctima”, señala. “De ahora en adelante, apoyaré esto”.

Devrone McKnight reparte folletos entre los conductores de Baltimore. BBC

Camina temerariamente en la calle, en calcetines y sandalias, repartiendo folletos y carteles a los conductores detenidos en la luz roja. Parece casi frenético.

Algunos de los eventos del alto el fuego son más privados, como el de una calle tranquila llamada McCulloh, cruzando la ciudad.

Brittany Oliver se reúne con su familia en frente de la escalinata donde su tío David Lamont Hill fue asesinado hace exactamente un año, mientras iba a visitar a unos amigos después del trabajo.

En los últimos dos años, el número de homicidios aumentó, mientras que el número de casos cerrados o resueltos por la Policía de Baltimore cayó a una de las peores tasas del país.

“Durante mucho tiempo, yo no estaba haciendo nada, pero el alto el fuego me ha dado la oportunidad de encontrar mi voz otra vez”, dice.

Horas más tarde, en un aparcamiento en el lado este de Baltimore. Bridgeford, PFK Boom, y decenas de vecinos se han reunido para una barbacoa nocturna.

A medida que se acerca la medianoche, la multitud se alegra. “Acabamos de cumplir 24 horas sin asesinatos en Baltimore” , anuncia Bridgeford.

“¿Quién dijo que no podíamos hacerlo? ¡Dijeron que no podíamos durar un día! ¡Podemos llegar a otras 24 horas!”


Día 2: sábado, 5 de agosto

Pero 41 horas después de empezar la tregua, el hechizo se rompe.

A un hombre de 24 años le dispararon mientras caminaba por la calle en un barrio conocido como Pigtown.

Sus amigos lo recogieron y lo llevaron al hospital, pero murió poco después.

La policía de Baltimore en la escena de un homicidio en el barrio de Pigtown, Baltimore, el sábado.
La policía de Baltimore en la escena de un homicidio en el barrio de Pigtown, Baltimore, el sábado. BBC

Los vecinos dicen que es el tercer tiroteo en la cuadra en el último año y medio.

Una mujer está parada en su puerta a sólo unas pocas casas de la escena del crimen y dice que siete de sus amigas han perdido siete hijos [en los últimos dos meses].

“Nunca he visto (la situación) tan mal, nunca”, lamenta.

Momentos depués, Erricka Bridgeford y sus hijos llegan al lugar. Recibió el temido mensaje de texto de su contacto en la policía.

Se la ve destrozada. Lentamente, cada vez más participantes del cese el fuego comienzan a llegar. Bridgeford los llama para tomarse de las manos alrededor del lugar donde el joven murió.

Los participantes del Alto el fuego formaron una ronda en la escena del primer crimen del sábado.
Los participantes del alto el fuego formaron una ronda en la escena del primer crimen del sábado. BBC

Bridgeford pide orar no sólo por el joven, sino también por su asesino.

“No nacieron con una pistola en la mano. Su madre no los empujó diciendo: ‘No veo la hora de que mi bebé crezca y le dispare a alguien'”, dice.

Bridgeford llora, se le quiebra la voz. “¿Qué nos han hecho?”.

La oscuridad se instala en la ciudad. A las 10 de la noche, la policía anuncia otro homicidio.

Un hombre de 37 años ha sido encontrado muerto en un área extrañamente tranquila del sur de Baltimore.

En el estacionamiento, uno de los organizadores del alto el fuego reflexiona sobre algo que un joven le dijo durante la campaña.

“Dijo que mucha gente tiene problemas con alguien en lugares donde no hay quien medie entre ellos. Si ven a esa persona en alguna parte, no van a pensar”, dice. “Ese es un problema que no podemos solucionar”.

A medianoche ya hay artículos en internet que señalan que el alto el fuego ha “colapsado” y los trolls de Twitter dicen que el esfuerzo ha fracasado.

Alrededor de la 1 de la madrugada, Bridgeford sube al asiento trasero de su auto y deja que sus hijos la lleven a su casa. En la oscuridad, inicia una transmisión de Facebook Live.

“Ese primer reporte… simplemente me golpeó, como si alguien con quien me crié hubiera sido asesinado, todavía no conozco los nombres de las personas”, dice.

“He sido extremadamente bendecida, pero estoy extremadamente desconsolada”, agrega.


Día 3: domingo, 6 de agosto

Uno de los agujeros de bala dejados por el ataque a Devrone McKnight.
Uno de los agujeros de bala dejados por el ataque a Devrone McKnight. BBC

En 2001, un hombre de 27 años llamado Antoin Lamont McKnight fue asesinado a tiros en un rincón desolado en el barrio de Sandtown en el oeste de Baltimore.

Fue trasladado al Maryland Shock Trauma Center, donde murió. Su asesino nunca fue capturado.

Dieciséis años más tarde, el hijo de Antoin McKnight, Devrone (el que se unió a la campaña tras ser dado de alta), fue llevado al mismo hospital con una herida de bala en la cara.

A diferencia de su padre, Devrone sobrevivió.

Tenía siete años cuando asesinaron a su progenitor. No sabe mucho de las circunstancias en las que estaba involucrado, pero admite que, al igual que muchos en Baltimore, puede haber estado enredado en algún tipo de actividad criminal .

“No quería ser así, así que hice todo lo que estaba a mi alcance para mantenerme alejado de la vida callejera”, dice.

Devrone trabaja en el mismo hospital donde murió su padre y estudia gerencia en la construcción en la Universidad Estatal de Morgan.

Antes pensaba que si simplemente estudiaba, trabajaba y se preocupaba de sus propios asuntos, nunca terminaría como su padre.

Pero los fragmentos de bala incrustados en su cara y cuello demuestran lo contrario.

En 2017, 404 personas han sobrevivido a heridas de bala, según la Policía de Baltimore.

McKnight se siente extraordinariamente afortunado de que, a diferencia de los dos hombres que murieron el sábado, él tenga la oportunidad de involucrarse.

“Me siento un poco triste y mal por no reaccionar antes”, dice.

La última mañana del alto el fuego alrededor de 150 manifestantes marchan solemnemente por la alcaldía de la ciudad de Baltimore y entran en un estudio de televisión donde leen los nombres de las más de 200 personas que han sido asesinadas en 2017.

Unos hombres con tambores en la mano tocan dos veces después de cada nombre.

La gente empieza a llorar. Hay suspiros cuando se lee algún “no identificado”.

Bridgeford lee los nombres -no se conocen los apellidos- de las dos personas que murieron el sábado.

A medianoche, el cierre oficial del alto el fuego, Bridgeford está en su casa, pero ha recuperado el buen humor.

“La gente que llamó y dijo que su pandilla no (mataría), su pandilla no lo hizo” , dice.

“Baltimore alcanzó un período de 41 horas sin asesinatos y luego desde las 10 de la noche del sábado hasta la media noche del domingo, son otras 26 horas sin asesinatos. Pero esas cinco horas de en medio es lo que quiero que la gente recuerde”.

Al día siguiente, los organizadores de la campaña se reúnen. Están convencidos de que su trabajo no termina: una de las primeras medidas que tomarán es ayudar a pagar los entierros de los dos hombres que murieron.

Sin embargo, Bridgeford declara que la actividad fue un éxito. Por un solo fin de semana, dice, algunas de las comunidades más abatidas en Baltimore se permitieron tener esperanza .

“No estén adormecidos… Necesitamos recordar esa sensación de cómo era cuando nos importaba (lo que pasaba)”, dice.

Temprano a la mañana siguiente, la Policía de Baltimore difunde los nombres de las víctimas del sábado: Lamontrey Tynes y Donte Johnson. Además, reportan otro asesinato, el número 212 de la ciudad.

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