La nueva guerra del gas: ¿por qué las políticas de Donald Trump son una amenaza para la economía de Bolivia?
Gracias a sus bajos costos de producción, el gas boliviano ha sido tradicionalmente de los más competitivos. Pero ahora se enfrenta a un rival potente y ambicioso.
La revolución del “fracking”, la técnica de fractura hidráulica de la roca que permitió a Estados Unidos incrementar exponencialmente su producción, hizo que la potencia norteamericana pasara en apenas 15 años de ser un país importador a ser el primer exportador mundial.
Y esta semana, mientras los representantes de los países del Foro de Países Exportadores de Gas (FPEG) se reunían en la ciudad boliviana de Santa Cruz con el objetivo declarado de elevar los precios, Estados Unidos mantenía su ritmo exportador, estimado por su Administración de Información Energética en siete millones de litros mensuales.
Es casi un 28% más de lo que produce Rusia, su inmediato perseguidor en el ranking global del gas.
Tal volumen de oferta tira a la baja de los precios y supone un peligro potencial para la economía boliviana.
Bolivia, como Venezuela, el otro estado latinoamericano integrante del FPEG, busca que el gas recupere su cotización en los mercados globales.
Como la del petróleo, su caída es una rémora para los países que dependen de la exportación de estas materias primas.
Según le dijo a BBC Mundo Mauro Chávez, analista de la consultoría energética Wood Mackenzie, “Bolivia tiene que ser capaz de establecer buenos precios si quiere seguir compitiendo”.
El boom de la producción estadounidense alteró radicalmente las condiciones del mercado.
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, con su promesa de compensar el desequilibrio en la balanza comercial, ha redoblado el ímpetu comercializador estadounidense.
Y también la presión sobre sus competidores bolivianos en el tema del gas.
“Estados Unidos tiene unos enormes recursos por explotar y necesita nuevos clientes. La Administración Trump está haciendo todo lo que puede para que el mundo se fije en su oferta”, explicó Alex Munton, que se dedica al seguimiento del sector gasístico estadounidense para Wood Mackenzie.
El desafío para YPFB, la compañía energética estatal de Bolivia, tiene dos fechas marcadas en rojo en el calendario.
2019, cuando vence el contrato firmado con Petrobras para el abastecimiento del vasto mercado brasileño, y 2026, cuando sucederá lo mismo con Argentina.
El peso del GNL
Entonces el gas convencional que Bolivia extrae de sus enormes reservas naturales se medirá con el gran reclamo estadounidense actual, el Gas Natural Licuado o GNL.
El GNL es gas que puede transportarse a altas presiones y bajas temperaturas en vehículos de carga, lo que permite abastecer a zonas a las que no llegan los gasoductos.
El Caribe es una de las muchas zonas en las que el GNL “made in USA” no deja de ganar terreno.
Munton constata que “hay un evidente apetito en los mercados latinoamericanos por el GNL estadounidense”.
Si quiere mantener su cuota de mercado a la conclusión de los grandes contratos ahora en vigor, YPFB “tendrá que seguir una política de precios inteligente”, en palabras de Chávez.
Este analista lo cree posible, porque la compañía boliviana “ha hecho bastantes progresos en los últimos años, adaptando su política comercializadora”.
Aunque, advierte, “el del gas es hoy día un mercado muy dinámico en el que nada es suficiente”.
Mientras la feroz competencia se libra en la arena comercial, el presidente boliviano, Evo Morales, aseguró que la reunión del FPEG (en la que no participa EE.UU,) se centra en “cómo se puede mejorar el precio del gas“.
El ministro boliviano de Hidrocarburos, Luis Sánchez, habló de mayor “estabilidad de los precios”.
Los países del FPEG
- Argelia
- Bolivia
- Egipto
- Emiratos Árabes Unidos
- Guinea Ecuatorial
- Irán
- Libia
- Nigeria
- Qatar
- Rusia
- Trinidad y Tobago
- Venezuela
Mauro Chávez, asegura que “los compradores están ahora en una mejor posición para firmar contratos más cortos y más ajustados a lo que demandan” sin encadenarse a cláusulas que los comprometían por muchos años.
El analista explica que los proyectos de exploración y puesta en producción de nuevos campos demandan contratos a largo plazo, pero que “infelizmente, la realidad del sector es ahora otra y Bolivia tendrá que adaptarse“.
Antes, los contratos incluían habitualmente fuertes penalizaciones para compensar los riesgos asumidos por las compañías productoras y los grandes capitales invertidos en la prospección.
Nuevas prácticas
Y los gigantes privados de la energía de Estados Unidos están resueltos a satisfacer los deseos de quienes les compran gas, obligando a un esfuerzo de flexibilidad y eficiencia a compañías estatales como YPFB.
Recientemente, Cheniere Energy, una de las principales exportadoras estadounidenses, empezó a autorizar a sus compradores la reventa del GNL que les entrega, lo que ha creado un incipiente mercado muy jugoso para los intermediarios.
En los últimos tiempos también empezaron a renegociarse algunos de los mayores contratos, algo impensable para los expertos hace solo unos años.
Prácticas como esta inciden en la fluctuación de los precios.
A esto se suma el aumento de las exportaciones a través de los circuitos tradicionales, como el gasoducto que conecta EE.UU. con México.
La política de Trump alienta que el gas estadounidense fluya masivamente al mercado
Según el diario “Financial Times”, compañías como ExxonMobil o la holandesa Royal Dutch cuentan con el visto bueno de su gobierno para poner en funcionamiento hasta 20 plantas productoras en los próximos meses.
Por ejemplo, la firma Dominion Energy espera empezar a bombear barriles de GNL desde sus instalaciones de Cove Point, a unos 80 kilómetros de Washington.
Es solo una de las nuevas factorías que se estima permitirán aumentar hasta en un 12% la producción diaria de gas de Estados Unidos.
Reacción boliviana
Un reciente informe de la británica BP, asegura que Bolivia cerró 2016 con una caída del 3% en la producción.
Pero Bolivia no se cruza de brazos.
El presidente Evo Morales firmó en la reunión de Santa Cruz un acuerdo con compañías extranjeras como Repsol, Shell y Petrobras para intensificar la actividad en las áreas de Iñiguazú, San Telmo Norte y Astillero.
Morales dio garantías a los inversores extranjeros: “Nos comprometemos a asegurar contratos transparentes“.
Esto se suma a la cooperación con la rusa Gazprom, socia desde ya hace tiempo en el campo de gas de Incahuasi, en el oeste del país andino.
El Ministerio de Hidrocarburos del país y Gazprom firmaron recientemente un nuevo memorando de entendimiento.
Según Mauro Chávez, es la colaboración con otros socios, la productividad y la eficiencia lo que puede llevar a Bolivia a superar el reto que representa la competencia estadounidense y el GNL.