El inocultable prejuicio de la Casa Blanca hacia los inmigrantes
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice
Reza el refrán que “Del agua mansa líbreme Dios, que de la brava me libro yo”. Y es que a veces las personas que parecen no romper un plato pueden ser más peligrosas que un hablador.
Pero en la Casa Blanca de Donald Trump hay de los dos tipos: está el bocón presidente con sus constantes mentiras y ofensas, y está su Jefe de Gabinete, John Kelly, quien manteniéndose en un segundo plano y lejos de los reflectores inflige tanto daño como su jefe.
El martes, al hablar con la prensa, Kelly trataba de explicar por qué la propuesta migratoria de la Casa Blanca ofrece una vía a la ciudadanía a 1.8 millones de dreamers si hay 690 mil beneficiarios de DACA. La diferencia numérica se debe, dijo Kelly, a los que no solicitaron “por temor” o a que fueron “demasiado perezosos para levantar su trasero” y solicitar el beneficio.
Nada como minimizar a los Dreamers y su ética de trabajo, de estudio, de rascar y superar todo tipo de obstáculos para conseguir sus metas mientras ayudan a su familia. Nada como desechar algunas de las situaciones que han impedido que muchos solicitaran DACA, incluyendo el costo del programa, algo complicado para familias de escasos recursos. Nada como minimizar el temor de muchos indocumentados a ofrecer sus datos al gobierno.
¿Sorprendente la declaración del Jefe de Gabinete de Trump? En lo absoluto. Pero sí es una evidencia contundente del desdén de Kelly y de sus otros secuaces hacia los Dreamers porque además agregó que ofrecerles una vía a la ciudadanía “está más allá de lo que nadie hubiera imaginado, tanto en la derecha como en la izquierda (del espectro político)”.
Salta a la vista que a Kelly y al racista asesor presidencial, Stephen Miller, les ha sabido a hiel la propuesta de ofrecerles una vía a la ciudadanía a los Dreamers. Y es más que evidente que tanto ellos como Trump han estado buscando la forma de sabotear su propia propuesta condicionando esa vía a la ciudadanía a una larga lista de peticiones restricccionistas y simplemente racistas que buscan frenar la inmigración de personas de color. No sólo se trata del disfuncional e inútil muro fronterizo, sino de un cambio radical de la política migratoria que busca reducir la inmigración documentada y la reunificación familiar.
Trump primero rechazó el plan bipartidista del Senado Graham-Durbin llevando al cierre del gobierno el mes pasado, a pesar de que incluía sus lineamientos; rechazó incluso la oferta del líder de la minoría demócrata del Senado, Chuck Shumer, de incluir 25 mil millones de dólares para el muro. Ahora un nuevo plan bipartidista, McCain-Coons, deja fuera el muro y Trump ya advirtió que sin muro no hay acuerdo sobre DACA y los Dreamers.
Ya sabíamos que Trump está usando a los Dreamers como monedas de cambio. También usa el tema migratorio como arma política al decir el martes que si no hay cambios en las leyes migratorias, “tengamos un cierre del gobierno”.
Las declaraciones de Kelly y de Trump se producen el mismo día en que el presidente convocó una mesa redonda en la Casa Blanca para discutir el combate a la pandilla MS-13 eliminando los resquicios legales que permiten su ingreso y dificultan su repatriación.
Ahora el futuro de los Dreamers se discute en el marco del combate a las pandillas.
El común denominador en toda esta historia es el prejuicio de esta Casa Blanca hacia los inmigrantes: son “criminales”, “perezosos” o “pandilleros”.
Lo más irónico es que el prejuicio provenga de un presidente investigado por potencial obstrucción de justicia en el Rusiagate, con vínculos con dudosas figuras rusas y que ha pasado una buena porción de su presidencia jugando golf y tuiteando. Ah, y alguien que, contrario a muchos inmigrantes, evadió el servicio militar citando dudosas razones médicas.
Como reza el otro refrán: “Predicando la moral en calzoncillos”.
Por Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice