¿Qué tan acorde va tu nombre con la forma de tu rostro?
Curiosamente, ese nombre que te dieron por casualidad, tradición o mero capricho, influye en la manera en la que la gente siente respecto a ti
¿Qué importancia pueden tener los nombres en sí mismos?
Nuestros nombres de pila son resultado del capricho de nuestros padres y los apellidos son inevitables, heredados de generación en generación.
Pocos lo han dicho mejor que William Shakespeare, cuando en uno de los mundos que creó, los nombres provocaban odios que perdían todo sentido frente al amor.
¿Qué hay en un nombre? ¡Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo grato perfume con cualquiera otra denominación!
De igual modo Romeo, aunque Romeo no se llamara, conservaría sin este título las raras perfecciones que atesora. ¡Romeo, rechaza tu nombre; y a cambio de ese nombre, que no forma parte de ti, tómame a mí toda entera!
Romeo y Julieta, Acto II, Escena II.
No obstante, como la misma obra demuestra, a veces ser Montesco o Capuleto conlleva consecuencias.
Y, aunque generalmente no son tan graves como en esa historia, varios estudios han mostrado que el solo sonido de ese conjunto de letras que escogieron para llamarte puede predisponer a los demás.
Mira estas formas:
La mayoría de la gente diría que la que tiene puntas es Kiki y la redondeada es Bouba.
El efecto Bouba/Kiki fue observado por primera vez por el psicólogo alemán Wolfgang Köhler y se refiere a la manera en la que procesamos sonidos.
Si redondeamos los labios para pronunciar un nombre, esperamos que la persona tenga cara redonda.
Si la persona tiene un nombre que suena más estridente, la expectativa es que su cara sea angular.
Según investigaciones llevadas a cabo por el doctor David Barton y el profesor Jamin Halberstand en la Universidad de Otago en Nueva Zelanda, al escuchar un nombre esperamos que la cara concuerde con él, y juzgamos negativamente a las personas de no ser así.
La incompatibilidad puede hasta afectar las decisiones al votar.
Investigadores de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) encontraron que los nombres femeninos y masculinos son fonéticamente distintos.
Michael L. Slepian y Adam D. Galinsky señalan que si pones dos dedos en tu cuello…
Winjand A P van Tilburg, del departamento de Psicología de King’s College de Londres, condujo un experimento para ver si las iniciales de los segundos nombres tenían alguna importancia.
Le dio a unos estudiantes un extracto de un texto de Derecho para que lo leyeran.
Una versión contenía un autor sin iniciales de segundos nombres. Las otras versiones tenían una, dos, tres o cuatro iniciales entre el nombre y el apellido.
Encontró que a los estudiantes les gustaba más el mismo texto si tenían más iniciales.
La conclusión fue que las personas asocian esas iniciales con la capacidad intelectual.
Según Van Tilburg, eso tiene que ver con estereotipos. Debido a que la gente con iniciales entre el nombre y apellido son vistos como si tuvieran más prestigio, la gente automáticamente asume que su trabajo debe tener un estándar más alto, aunque sea incorrecto.
Pequeñas palabras como “von” o “van” tienen el mismo efecto.
El doctor Van Tilburg hizo otras pruebas para ver si lo mismo aplicaba en otros campos, como deportes, y comprobó que no: sólo ocurre en un contexto intelectual.
El profesor Simon Lahan de la Universidad de Melbourne (Australia) es coautor del estudio sobre el efecto de pronunciación de nombres.
Encontró que entre más fácil sea pronunciar un apellido, sin importar si es común, inusual o extranjero, más positivamente se juzga a la persona que lo lleva.
En uno de los experimentos, le dieron a los voluntarios un artículo falso sobre los candidatos en unas elecciones próximas.
El estudio arrojó que la gente estaba más dispuesta a votar por aquellos que tenían apellidos más fáciles de pronunciar.
En otro estudio tomaron cientos de apellidos de abogados en firmas de Estados Unidos, desde los jefes hasta los asociados, y confirmaron que entre más fácil de pronunciar era el apellido, más alta está la persona en la jerarquía de las firmas.
Concluyeron que el efecto de pronunciación del nombre puede tener un impacto en el éxito de la persona que lo lleva.
Es un fenómeno llamado “facilidad de procesar“.
Si un nombre es fácil de pronunciar, da una sensación de positivismo y eso repercute en la forma en la que vemos a la persona.