La mortal explosión del volcán Fuego vista desde el espacio
La mezcla mortal de cenizas, rocas y gases de la gran erupción en Guatemala se precipitó por los lados del volcán y fue captada por la NASA
Fuego en Guatemala es uno de los volcanes más activos de América Central. Durante años, el imponente Volcán de Fuego ha soplado continuamente, salpicado por episodios ocasionales de actividad explosiva, grandes columnas de cenizas, flujos de lava y deslizamientos de escombros similares a avalanchas conocidos como flujos piroclásticos.
Justo antes del mediodía del 3 de junio de 2018, el volcán produjo una erupción explosiva que envió cenizas a cientos de pies en el aire.
Esa mezcla mortal de cenizas, fragmentos de roca y gases calientes se precipitó por los barrancos y los canales de los arroyos a los lados del volcán. Dado que estos flujos piroclásticos a menudo se mueven a velocidades superiores a 80 kilómetros (50 millas) por hora, fácilmente derriban árboles, casas o cualquier otra cosa en su camino. Según informes de noticias, más de setenta personas murieron. Como medida de precaución, miles de otras personas han sido evacuadas.
El conjunto de radiómetros de imágenes infrarrojas visibles (VIIRS) en Suomi NPP adquirió la imagen de la nube de cenizas que aparece al inicio a la 1 p.m. hora local (19:00 hora universal) el 3 de junio de 2018, después de que la ceniza (marrón) perforara una cubierta de nubes, informan en un reporte oficiales del Observatorio de la Tierra de NASA.
Un informe del Washington Volcanic Ash Advisory Center estimó la altura máxima de la pluma en 15 kilómetros (9 millas). Las imágenes de un satélite geoestacionario mostraban los vientos que soplan la pluma de cenizas hacia el este. La erupción depositó ceniza en varias comunidades que rodean el volcán, incluida la ciudad de Guatemala, que está a 70 kilómetros (40 millas) al este.
Además de cenizas, la pluma de la erupción volcánica contiene componentes gaseosos invisibles para el ojo humano, incluido el dióxido de azufre (SO2).
El gas puede afectar la salud humana, irritando la nariz y la garganta cuando se respira, y reacciona con el vapor de agua para producir lluvia ácida. El dióxido de azufre también puede reaccionar en la atmósfera para formar partículas de aerosol, que pueden contribuir a los brotes de neblina y, a veces, enfriar el clima.
Los sensores satelitales, como la Sirena Infrarroja Atmosférica (AIRS) en el satélite Aqua y la Ozone Mapping Profiler Suite (OMPS) en la central nuclear Suomi, hacen observaciones frecuentes del dióxido de azufre. El mapa de arriba muestra concentraciones de dióxido de azufre en la troposfera media a una altitud de 8 kilómetros (5 millas) detectadas por OMPS el 3 de junio.
Al ver datos recopilados por AIRS varias horas después de la erupción que mostró altos niveles de dióxido de azufre en la troposfera superior, el vulcanólogo Michigan Carn tuiteó que esta parecía ser “la carga de dióxido de azufre más alta medida en una erupción de Fuego en la era del satélite. “
This is the highest SO2 loading measured in a #Fuego eruption in the satellite era (since 1978) & so most likely the highest since the major 1974 eruption. But the SO2 mass is a lot lower (~2 orders of mag) than the 1974 eruption, which had a significant stratospheric impact. https://t.co/8Jt8Y0SefU
— Prof. Simon Carn (@simoncarn) June 4, 2018