Esta es la “mano negra” detrás de la Caravana Migrante
La violencia y el hambre es la verdadera razón detrás del éxodo de inmigrantes centroamericanos
Si no quiere leer esta pieza porque es muy larga (sea paciente) o aburrida (sea doblemente paciente), quédese con estas tres ideas: primero, que la caravana de inmigrantes que se dirige a Estados Unidos no es excepcional, cada mes llegan dos veces más familias centroamericanas al país pero no son noticia porque no viajan juntas y rodeadas de periodistas;
segundo, que no están organizados con fines políticos ni esconden a terroristas islámicos: son un éxodo que huye de dos manos negras: la violencia y el hambre; y tercero, que las causas hay que buscarlas en los países de origen, y la política anunciada este lunes por el presidente, Donald Trump, sólo puede empeorar la situación aún más.
Esta caravana no es excepcional. Alrededor de 7,000 inmigrantes, según Naciones Unidas, cruzan en este momento México en dirección a la frontera, provenientes originalmente de Honduras pero con otros ciudadanos centroamericanos entre sus filas. ¿Son muchos? Son más del millar que llegaron, también en caravana, la pasada primavera. Pero menos de los que arriban cada mes a la frontera sur: sólo en agosto fueron 13,000 los que llegaron en familia, la mayoría centroamericanos, a los que se suman 4,000 niños que viajaban solos.
Esta caravana no tiene fines políticos o violentos. No son criminales ni terroristas, como insinúa Trump, son inmigrantes que huyen “del hambre y la muerte”, según resume el activista Irineo Múgica, de Pueblos sin Fronteras. “Es un éxodo”, añade, “nadie es capaz de organizar a tanta gente”. Su organización fue la que organizó en primavera la caravana de un millar de inmigrantes. Ahora son al menos siete veces más. Y ni el Partido Demócrata (que probablemente no se vea favorecido por la llegada de los inmigrantes en las elecciones del 6 de noviembre) ni ninguna otra mano negra parece estar detrás de su viaje.
Esta caravana sí tiene motivos. El hambre y la muerte no son catástrofes naturales, como los huracanes o terremotos. Tienen causas y responsables. Y tienen remedio. Nadie emigra por placer, recuerda Naciones Unidas, y las caravanas no son sino grupos de inmigrantes que se ven forzados a dejar sus países. Vienen en grupo porque el viaje es terriblemente peligroso, sobre todo en México, donde coyotes y criminales roban (y matan) a las familias, y violan a las mujeres. Lo dicen las organizaciones humanitarias. Lo dice Naciones Unidas. Lo dicen los periodistas. Lo dice incluso Fox News, la cadena preferida de Trump.
¿Quién tiene la culpa? La cifra de inmigrantes que huyen de la violencia en Centroamérica ha crecido un 60% en el último año, según Naciones Unidas. Sólo en 2017, casi 300.000 personas buscaron refugio en México o Estados Unidos, huyendo de las pandillas criminales y la violencia que afecta sobre todo a mujeres y comunidades desfavorecidas.
Pero la inestabilidad política tampoco ayuda, todo lo contrario: en Honduras, la reelección de Juan Orlando Hernández entre acusaciones de fraude desató violentas protestas a finales de 2017. El Departamento de Estado recomienda no viajar al país, que tiene una de las tasas de asesinatos más altas del mundo. Y organizaciones humanitarias denuncian la corrupción policial y los ataques a jueces, periodistas, minorías, etcétera.
Nicaragua (donde la represión violenta del presidente Daniel Ortega ha colocado al país al borde del abismo en los últimos meses), El Salvador (donde uno de cada 100 ciudadanos pertenece a una pandilla criminal), y Guatemala no están mejor.
En el Índice de Desarrollo Humano que elabora Naciones Unidas, Honduras ocupa el puesto 133 de 189, pero Guatemala está en el 127, Nicaragua en el 124 y El Salvador en el 121. Porque no es sólo violencia, también es pobreza: el producto interior bruto de Honduras apenas supera los 4.000 dólares por habitante (en Nicaragua son 5,000, y en El Salvador y Guatemala son 7,000). En comparación, en México son 17,000, y en Estados Unidos son 55,000.
La sequía que ha asolado la región este verano ha contribuido a empeorar una situación de crisis endémica: según Naciones Unidas, más de dos millones de personas se han visto afectadas por hambre o desnutrición.
Para mitigar esta situación, Estados Unidos entrega ayuda por valor de casi 600 millones de dólares al año a estos países: en 2017, fueron 43 millones a Nicaragua (siete dólares por habitante), 115 millones a El Salvador (18 dólares por habitante), 175 millones a Honduras (casi 19 dólares por habitante), y 249 millones a Guatemala (casi 15 dólares por habitante).
La solución apuntada por Trump para aliviar la llegada de inmigrantes centroamericanos es construir un muro y colocar soldados en la frontera, y, según ha anunciado hoy, cortar o reducir sustancialmente esta ayuda económica.