Exdirector de la CIA a Sin Embargo: La agencia espía a líderes en México

“Nunca dijimos que se dejaría de hacer”, dice el General Hayden en entrevista exclusiva con Sin Embargo

El general retirado Michael Hayden.

El general retirado Michael Hayden. Crédito: Getty Images

Washington, DC —El general retirado Michael V. Hayden evade preguntas que descubran fuentes y métodos de inteligencia. Para espías de gran calado como él –fue director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA)– el espionaje es un oficio que se desenvuelve en las sombras, y la secrecía un componente clave para su éxito.

En entrevista exclusiva para Sin Embargo, la primera que da a un medio mexicano, Hayden abre un pequeño resquicio al sombrío mundo del espionaje para ofrecer un botón de muestra del trabajo de la CIA y la NSA en México.

En el toma y daca de media hora, realizado en su despacho decorado con fotografías y condecoraciones icónicas de tiempo atrás, Hayden revela el temor de la CIA de que sus contrapartes mexicanas hubieran sido cooptados por los capos; sostiene que el plan para combatir a los cárteles acordado secretamente en la sala de juntas del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca fue el mismo que se aplicó en Colombia, y dice que si bien Felipe Calderón Hinojosa estaba dispuesto a aceptar cualquier tipo de ayuda estadounidense, impedimentos legales disuadieron a la CIA de recomendar la vía militar.

Hayden, crítico de las políticas de Donald Trump, advierte que la retórica antimexicana del presidente es un riesgo de seguridad para Estados Unidos y un obstáculo a la cooperación de inteligencia con México. En The Assault on Intelligence, su segundo libro publicado en mayo pasado, hace una fuerte denuncia de la “embestida” de Trump contra los servicios de inteligencia a los que el mandatario ha comparado con los nazis.

El General rechaza que un muro fronterizo sea asunto de seguridad nacional y sostiene que la solución a la migración está en mejorar la “calidad de vida” en los países expulsores.

En nota liviana, confiesa su fascinación por la popular serie televisiva The Americans de Netflix, que narra las aventuras de dos expías rusos ultra secretos (illegals) que se hacen pasar por ciudadanos en Estados Unidos, pero niega versiones de que la CIA haya tenido ese tipo de infiltrados secretos en México durante la Guerra Fría.

Hayden, quien conserva su acceso a información secreta, dice que la filtración de Edward Snowden de 200 millones de documentos de programas ultra secretos de la NSA en 2013, “fue la hemorragia de secretos legítimos más grande de nuestra historia”. El acopio de información reveló que la agencia responsable del espionaje satelital y electrónico había interceptado los celulares y correos de los líderes de Alemania, Brasil y México, entre otros. Snowden, excontratista de la NSA, reveló que las representaciones diplomáticas en Washington y en Nueva York de 38 países, incluido México, fueron objeto de las escuchas secretas del Gobierno norteamericano.

Hayden asegura no haber conocido a Snowden, prófugo de la justicia estadounidense, actualmente asilado en Rusia. Snowden fue empleado de la CIA durante los años en que el General fue su director. La única vez que lo vio, sostiene, fue cuando pidió retratarse con él en una ocasión que coincidieron. En Playing to the Edge, su primer libro, Hayden describe a Snowden como un detractor “increíblemente ingenuo, irremediablemente narcisista e insoportablemente engreído”.

¿Qué ha cambiado desde esas explosivas revelaciones? ¿Sigue el agresivo espionaje de las agencias en México? ¿Siguen interceptando conversaciones y mensajes de texto de dirigentes extranjeros pese al escándalo diplomático de hace cinco años? ¿Los gobiernos mexicanos son cómplices o víctimas? ¿El espionaje es una práctica aceptada internacionalmente?

El general Hayden en su despacho. Foto: Dolia Estévez, SinEmbargo

Entrevistado en su despacho, en Washington, DC, el General Hayden revela que en tiempos de Felipe Calderón en la Presidencia de México, la CIA temía que sus contrapartes mexicanas hubieran sido cooptados por los capos del narcotráfico. Calderón, dice, estaba dispuesto a aceptar cualquier tipo de ayuda estadounidense, pero impedimentos legales disuadieron a la CIA de recomendar la vía militar.

–¿Qué hace la CIA en México?

–Compartimos información y dividimos el trabajo con nuestras contrapartes mexicanas. Cada quien aporta herramientas diferentes. La CIA es enorme, es global, tiene muchos recursos y tecnología avanzada. Pero nuestros socios locales, México y otros, son ágiles, cultural y lingüísticamente más capaces que nosotros, de tal manera que es una relación positiva.

–¿La información que compartía con México provenía de fuentes humanas o de intercepción de señales [“SIGINT”]?

–Diríamos que era humana y técnica.

–¿Viajó a México cuando fue Director de la CIA?

–Sí, estuve en la Ciudad de México, creo que en 2007, y me reuní con los representantes de los servicios de inteligencia mexicanos. Visité 50 países. Tenemos relaciones productivas con muchos países en todo el mundo. México no es la excepción. No sólo eso: México es excepcionalmente importante para Estados Unidos.

–¿Por qué?

–Compartimos el mismo continente, la misma frontera y tenemos  algunos problemas comunes. De ahí que la relación con los servicios de inteligencia mexicanos sea de beneficio mutuo.

–¿Se reunió con Felipe Calderón?

–No.

–¿Fue su primer viaje a México? 

–No, fui en 1994, como parte de lo que fue la culminación de una gira por Latinoamérica de un grupo de generales de brigada nuevos, generales de una estrella. Visitamos Panamá, Ecuador, Brasil y otros países. Paramos en México. Las fuerzas armadas de México fueron excelentes anfitriones pero en aquel entonces claramente teníamos puntos de vista diferentes. Nosotros queríamos hablar de la amenaza cubana y, lo diré con toda franqueza, los militares mexicanos querían que habláramos de la Batalla de Chapultepec. A lo largo de casi toda mi vida profesional–como oficial militar y funcionario de inteligencia–la relación con las Fuerzas Armadas de México no fue cercana.

–¿Ha cambiado?

–Sí, durante el Gobierno de George W. Bush se reconoció que los problemas comunes que tenemos ameritaban soluciones también comunes. Fue un viraje asombroso en la relación. El cambio se hubiera acelerado si los ataques terroristas del 9/11 no hubieran distraído al Presidente Bush. Tenía una relación personal buena con el Presidente Fox [Vicente Fox Quesada]. Pero con el 9/11, siendo lo que fue, Bush no podía prestar atención a otros temas. En el segundo Gobierno de Bush hubo más voluntad de cooperar en ambos lados de la frontera.

–¿Sobre seguridad?

–Sí, tuvimos discusiones interesantes en el Consejo de Seguridad [de la Casa Blanca]. Los mexicanos estaban pidiéndonos toda la asistencia posible. Desde luego, también estaba en nuestro interés ayudarlos. Recuerdo una discusión que tuvimos muy al inicio sobre la formidable oportunidad que se nos presentaba con México. Lo primero que pensó la mayoría de los que estábamos en la sala de juntas fue en otro Plan Colombia.

–¿En qué sentido? 

–La actitud fue creer que la experiencia que habíamos adquirido en Colombia, que también tenía problemas para controlar ciertas áreas de su territorio, podíamos usarla en México. Hasta que los abogados presentes señalaron que con México era diferente. El Plan Colombia se concibió para enfrentar un grupo insurgente con metas políticas. Bajo la jurisdicción estadounidense, nuestra respuesta fue combatirlo de la mano de Colombia, un país aliado. En México, los grupos criminales no buscaban derrocar al gobierno. El que fuera una empresa criminal complicaba las cosas porque quería decir que se tenía que abordar desde un ángulo diferente de las leyes estadounidenses. Así que no avanzamos tan rápido como hubiéramos querido porque nuestros abogados tuvieron  reservas legales.

–¿El Gobierno de Calderón tuvo alguna reserva?

–Los mexicanos hubieran dado la bienvenida a cualquier tipo de ayuda. Pero teníamos que ser cuidadosos con nuestra asistencia pues el problema era principalmente de procuración de justicia, no de insurgencia. Por ejemplo, si la ayuda es para combatir grupos insurgentes proviene principalmente del Departamento de Defensa, pero si es un problema de transgresión de leyes, entonces viene del FBI y la DEA.

–¿Y las agencias de inteligencia?

–La inteligencia asiste en ambas situaciones.

–¿En que se diferenció el enfoque hacia México del que tenían hacia Colombia?

–Era casi el mismo plan que usamos para combatir grupos insurgentes. Abarca tres pasos: decapitar el liderazgo; retomar territorio y cambiar la realidad en el terreno que dio origen al problema. Eso, creo, define a grandes rasgos el enfoque estadounidense ante lo que era una empresa criminal en México. Si bien no cumplía la definición legal, operacionalmente respondimos de la misma manera que si hubiera sido un grupo insurgente. El impacto era casi igual porque el Gobierno mexicano estaba perdiendo la habilidad de gobernar partes de su territorio.

Desconfianza en socios mexicanos

–¿Le preocupaba que sus contrapartes fueran cooptados por los cárteles? 

–Teníamos que decidir, no sólo con los mexicanos, en quién o quiénes podíamos confiar. No tanto por la información en sí, sino por las fuentes que debían ser protegidas.

Operábamos con los ojos bien abiertos con todos nuestros socios. Pero más con México debido a los cárteles y el esfuerzo que estaban haciendo. Además de combatir cárteles teníamos que cuidar a quienes de  nuestros socios mexicanos podíamos fiar con información delicada. De lo contrario, la compartición de información habría sido un pasivo no un activo.

–¿Tuvo que limitar el tipo y la cantidad de inteligencia que compartió?

–En realidad no, pero teníamos que ser cuidadosos.

–¿Tuvieron algún problema?

–No que yo sepa. Pero sólo estuve al inicio. Avanzó mucho más bajo el Presidente Obama [Barack Obama].

Enrique Castro / AFP / Getty Images

–¿Qué tan exitoso fue el plan de seguridad para México?

–No tengo un buen sentido, apenas empezábamos cuando dejé el gobiernoTuve conversaciones iniciales con gente del Cisen [Centro de Investigación y Seguridad Nacional] y otros en la Ciudad de México. Fue un intercambio profesional. Pero el plan se puso en marcha cuando ya no estaba en el gobierno.

–¿Sabe que la violencia ha empeorado?

–Leo los diarios y obviamente me doy cuenta que siguen los problemas. Hay zonas fuera del control del gobierno. La violencia llegó a lugares como Baja California y Cancún, que no tenían. La corrupción sigue siendo un problema. Pero, reitero, no tengo información detallada.

–¿Con qué frecuencia aparecía México en el informe diario de inteligencia que daba al Presidente?

–No con mucha. Cuando fui director de la CIA y de la NSA, mis prioridades eran un tanto como una sopa de alfabeto con las letras CTCPROW [Contra terrorismo, contra proliferación y el resto del mundo]. México estaba en “el resto del mundo” junto con China y Rusia. El combate al terrorismo y la proliferación nuclear nos tenía absolutamente absortos. No es bueno, pero es la verdad.

Jabalí, sin fronteras

–¿Sigue siendo cercana la cooperación de inteligencia con México?

–No puedo hablar de qué pasó en los años de Obama. Pero puedo comentar sobre la situación actual. La actitud de Trump hacia México, en materia comercial, refugiados y trabajadores indocumentados, dificulta la cooperación sobre seguridad. Me decepciona que el Presidente Trump ponga énfasis en esos temas porque, reitero, abrimos una nueva era de cooperación. La primera era de cooperación entre México y Estados Unidos. Y ahora tenemos que la retórica del Presidente y sus acciones están cambiando la actitud de los mexicanos hacia Estados Unidos. He visto las encuestas.

–¿La creciente opinión negativa sobre Estados Unidos es un  riesgo?

–Claro que es un riesgo. En primer lugar, psicológicamente se dificulta la cooperación si a nivel político hay ataques venenosos que van y vienen, y nuestro Presidente dice el tipo de cosas que dice.

Inmigrantes en el Centro de Procesamiento Central de la Patrulla fronteriza en McAllen, Texas. Cortesía CBP

–¿Un muro fronterizo es cuestión de seguridad? 

–Cuando dejó la CIA, en enero de 2009, dijo que el incremento de la violencia en México era una de los temas más urgentes que enfrentaría su sucesor. ¿Puede corroborar?

–Quería poner en sobre aviso a la sociedad americana,  acostumbrada a vivir con fronteras estables al norte y al sur. La frontera sur estaba cambiando de circunstancias muy rápidamente. Para 2009 vimos que los problemas en México cruzaban la frontera como hemorragia. Se empezó a ver el tipo de corrupción y violencia que México estaba padeciendo en el lado americano de la frontera.

–¿Temía que se alcanzaran los niveles mexicanos?

–Por entonces se transmitía una serie televisiva llamada Lone Star que toma lugar en la frontera de Texas. Es un film complejo. La disfruté muchísimo. Usa al jabalí, que va y viene a través de la frontera, como ejemplo de las muchas cosas [animales, clima, naturaleza] que no reconocen fronteras. El mensaje que quise enviar es que los problemas que acogían a México no iban a quedarse en México. Llegarían a territorio estadounidense por lo que era necesario abordarlos.

Foto: Penguin Random House

Portada de el libro El asalto a la inteligencia: la seguridad nacional estadounidense en una era de mentiras:, donde el General Hayden critica a las fuerzas que amenazan a la comunidad de inteligencia de EEUU.

Derrame de secretos

–¿Conoció a Snowden?

–Hay una fotografía de los dos en un banquete en 2011. Él estaba en una fila con unas 150 personas que querían tomarse una foto conmigo durante un acto de beneficencia. Yo era el orador principal. Ese fue mi único contacto. Esa foto. Ambos vestíamos smoking. Yo ya no trabajaba en el gobierno. Snowden y Oliver Stone [director del filme Snowden] usaron la foto para que se creyera que Snowden verdaderamente era un tipo muy importante.

–¿Sabía de él cuando estuvo en la CIA?

–No, en lo absoluto.

–¿Con qué objetivo se interceptaron las cuenta de correos de líderes extranjeros —incluidos Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto–, según revelaron documentos divulgados por Snowden?

–No puedo comentar sobre nada de eso.

Edward Snowden, antiguo empleado de la CIA y de la NSA aparece en esta foto, tomada en 2011, junto al General Michael V. Hayden, cuando este último ya no tenía cargos en el Gobierno estadounidense. Foto: @Snowden

–¿Hay equilibro entre espionaje y soberanía?

–Puedo comentar en términos generales. Sin referirme a México o Alemania, o ningún otro caso. Las intenciones que tengan los líderes del mundo son de interés prioritario para nuestra seguridad nacional. Conocer exactamente lo que los líderes de otros países intentan hacer es uno de los trabajos de la inteligencia. Debe sopesarse frente al respeto a los aliados, el potencial de bochorno, el potencial de ser descubierto, el daño a las relaciones si se hace algo que pueda insultar a otros países. Es todo lo que puedo decir. No puedo hablar de países específicos. Tampoco comentar en cómo hacemos las cosas. Se espera pongamos a disposición de nuestros tomadores de decisiones el mejor conocimiento que podamos crear.

–¿Se hicieron cambios tras la filtración de Snowden?

–La filtración fue la hemorragia individual de secretos legítimos más grande de nuestra historia. El Presidente Obama tomó la decisión política de responder diciendo que trataríamos de no interceptar las comunicaciones de algunos jefes de Estado de países aliados. A un par de docenas de jefes de Estado de países amigos prometió que intentaría no espiarlos hasta que  decidiéramos lo opuesto. No fue una promesa permanente. Fue una decisión tomada para ese periodo de tiempo. No prometimos que no se volvería hacer. Fue una decisión política, no jurídica.

–¿Que tanto le importa a Trump?

–No sé. Me he quejado de cómo trata a la comunidad de inteligencia. Pero no sé si participa activamente en tratar de guiar cómo recogemos inteligencia.

–¿México está de acuerdo en que el espionaje es una actividad aceptable? 

–Siempre operé bajo la suposición de que todos los gobiernos reconocen que el espionaje es una práctica internacional. Cuando Obama ganó las elecciones, dijo que quería seguir usando su Blackberry. Le dije que no podía. Pero respondió que sí podía. Le volví a decir que no. Insistió. Así que le pedimos nos prestara el Blackberry y lo volvimos más seguro.

Obama estuvo de acuerdo en limitar su uso. No podíamos darnos el lujo de que se supiera qué estábamos diciéndole a quien pronto sería el hombre más poderoso de la nación más poderosa del mundo. “Si usas celular en esta ciudad [Washington, DC], tus mensajes van a ser interceptados literalmente por montones de gobiernos extranjeros.” Así que partimos de la presunción de que todos los gobiernos espían.

–¿Durante la Guerra Fría la CIA infiltró en México espías encubiertos similares los agentes rusos en The Americans?

–No me suena. Lo único que puedo decir es que no tengo conocimiento de nada parecido. ¿Para qué?

–Era la Guerra Fría y el Gobierno de México compartía lealtades.

–Bueno, el Gobierno de México hace lo que es mejor para México, lo mismo que cualquier gobierno.

–¿Vio la serie The Americans?

Sí, me encantó.

–¿Qué le gustó?

The Americans es buen arte. De primera la descripción de qué   hace el FBI y qué hacen los rusos. Es un filme bien hecho. Aunque la secuencia en la trama no corresponde a la vida real. No es completamente realista. La dimensión humana es verdaderamente muy interesante. Durante la Guerra Fría estuve dos años de Agregado Militar en Bulgaria, un país comunista. Nunca tuve la cubierta profunda de Philip y Elizabeth [protagonistas de The Americans]. Nunca. Pero recogí inteligencia en un ambiente hostil. En The Americans vi ciertas cosas como eran en Bulgaria

De general a tuitero

Michael V. Hayden es un general jubilado de cuatro estrellas de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. En 2006 fue nombrado Director de la CIA por George W. Bush. Con el ascenso de Barack Obama a la Presidencia, Hayden fue relevado en enero de 2009, días después de iniciado el nuevo gobierno.

De 1999 a 2005 se desempeñó como Director de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), brazo de espionaje satelital y digital del Pentágono. De 2005 a 2006 fue Subdirector Principal en la Oficina del Director de Inteligencia Nacional (DNI), posición creada por Bush para coordinar a todas las agencias de inteligencia luego de los ataques terroristas. Hayden trabajó bajo el Embajador John Negroponte, primer Director de Inteligencia Nacional.

Hayden se jubiló en 2008, luego de 41 años en la Fuerza Aérea. Fue honrado con cerca de 30 condecoraciones, incluida la medalla de Servicio al Presidente.

Fue Agregado Militar en Bulgaria en los ochenta donde aprendió el trabajo de espionaje in situ. Las gestiones de Hayden en la CIA y la NSA coincidieron con la introducción de la tortura como método de interrogación y con la toma del ciberespacio para espiar a ciudadanos estadounidenses y extranjeros.

Actualmente es directivo de la consultoría Chertoff Group y presidente del Centro Hayden de la Universidad George Mason en Virginia. Es autor de Playing to The Edge (Penguin Press, 2016), una especie de autobiografía. Este año públicó The Assault on Intelligence (Penguin Press), en el que denuncia la embestida de Donald Trump contra la comunidad de inteligencia.

Es uno de los exmilitares y exjefes de inteligencia de más alto perfil en el circuito de conferencistas sobre temas de espionaje, seguridad y disensión con las políticas de Trump. Con 146 mil seguidores en Twitter, Hayden mantiene una fuerte presencia en las redes sociales que usa para hacer comentarios sarcásticos.

Hayden no tiene afiliación partidista. Trabajó para presidentes de ambos partidos.

Por Dolia Estévez, SinEmbargo

Twitter: @DoliaEstevez

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