Sanger y McCormick: la amistad que cambió el mundo e hizo posible la píldora anticonceptiva

Lo que Margaret Sanger y Katharine McCormick hicieron es más que el legado que nos dejaron muchos políticos

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Crédito: Getty Images

En el siglo XX, la brillantez y la insensatez de nuestra civilización chocaron para producir unos de los mayores dilemas morales que la humanidad ha enfrentado.

Durante tres años, Robert Oppenheimer lideró una misión de alto secreto para poner fin a la guerra más mortal en la historia mundial.

Pero para lograrlo, su equipo creó un arma que amenazaba con acabar con la vida humana en la tierra.

Por otro lado, la democracia enfrentó a dos grandes enemigos: el comunismo y el fascismo.

Sus líderes creyeron que si se deshacían de los indeseables, conseguirían vivir en un paraíso. Pero terminaron creando infiernos.

No obstante, también se ganaron nuevas libertades.

Mujer votando

BBC
La mitad de la población mundial fue, poco a poco, consiguiendo el derecho al voto.

Mientras en Europa estaba surgiendo una ideología que marcaría el siglo, el nazismo, en Estados Unidos las mujeres luchaban en una batalla muy diferente.

Habían ganado el derecho al voto en 1920, y ahora había llegado la hora para una nueva forma de política: la política sexual.

Una de dos

Margaret Sanger era una mujer menuda pelirroja y radical que trabajaba en los barrios humildes de Nueva York.

Su nombre quizás no es tan conocido como merecería serlo, pues hizo más para moldear el mundo de hoy en día que muchos políticos.

Margaret Sanger

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Margaret Sanger, enfermera y educadora sexual estadounidense, creía que las mujeres debían poder decidir cuándo tener hijos para llevar una vida más saludable y tener una base más equitativa en la sociedad.

A principios del siglo XX, Manhattan era una isla dividida.

Lo que se conoce como la zona del Uptown era libertino, descarado y en auge: el lugar más de moda del planeta.

El centro era muy diferente: un lugar tradicionalmente pobre, con edificios abarrotados de nuevos inmigrantes.

En esa parte de la ciudad, las mujeres estaban desesperadas por evitar embarazos no deseados.

Pero solo tenían dos opciones: un aborto peligroso autoinducido o el abortista callejero, que podría ser igual de peligroso.

Vicio, pecado y literatura obscena

Siendo enfermera, Sanger fue testigo de las peores situaciones y concluyó que todas las mujeres deberían tener derecho a una anticoncepción segura.

“Resolví hacer algo para cambiar el destino de esas madres, cuyas miserias eran tan vastas como el cielo”, dijo.

Foto de Ethel Byrne, hermana de Margaret Sanger, atendiendo en la clínica

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“Una clínica de control de natalidad se abrirá en secreto en First Avenue en la ciudad de Nueva York esta semana. Margaret Sanger anunció que la nueva clínica estará equipada con enfermeras, aparatos y una secretaria. Se dará consulta a mujeres a 10 centavos cada una. La dirección de la clínica se distribuirá a mano a las madres de familias numerosas. Se muestra a Ethel Byrne, la enfermera, a cargo de una de las pacientes”, informaron en esa época.

A través de publicaciones, Sanger fue la primera en popularizar el término “control de la natalidad. Sus escritos fueron la semilla del movimiento a favor de la planificación familiar y la conectó con otros activistas.

En esa época los anticonceptivos eran un tabú. Quienes los vendían eran condenados como proveedores de vicio y pecado.

A pesar de ello, Sanger abrió en 1916 la primera clínica de control de natalidad en Estados Unidos en un distrito pobre de Brooklyn.

El día de la inauguración, más de 100 mujeres hicieron cola para pedir ayuda y consejo.

Mujeres y hombres sentados con cochecitos frente a la Clínica Sanger

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La Clínica Sanger en Amber Street en Brooklyn, Nueva York, acabaría siendo la sede de la American Birth Control League, que Sanger fundó, y que se convirtió en la Federación de Planificación Familiar de Estados Unidos.

Pero los folletos que Sanger distribuía fueron clasificados como literatura obscena, así que nueve días más tarde fue arrestada bajo las férreas leyes contra la obscenidad de EE.UU.

Tras pagar la fianza, retornó a la clínica y continuó atendiendo mujeres hasta que la policía la volvió a detener.

Sanger fue declarada culpable por un juez que sostuvo que las mujeres no tenían “el derecho de copular con un sentimiento de seguridad de que no habría una concepción resultante”.

Acto seguido, le ofreció a la condenada una sentencia más indulgente si prometía no volver a infringir la ley, pero ella respondió: “No puedo respetar la ley tal como existe hoy”.

Margaret Sanger y Ethel Byrne (su hermana) en la corte.

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Margaret Sanger y Ethel Byrne (su hermana) en la corte.

“Satánico”

La clínica fue clausurada, pero, a pesar de corta existencia, permitió que el movimiento ganara apoyo y atención nacional, dándole a Sanger una plataforma para organizar la primera conferencia de control de la natalidad en EE.UU.

Tuvo lugar en noviembre de 1921, e incluyó discusiones y discursos sobre la moralidad del control de la natalidad, la probabilidad de anticonceptivos confiables, y movimientos de control de la natalidad fuera de EE.UU.

Desafortunadamente, el último día, la conferencia fue suspendida por la policía y Sanger fue encarcelada, a pedido del prominente líder de la arquidiócesis católica en Nueva York, el arzobispo Hayes.

Aunque Sanger a menudo convencía a quienes se oponían a los anticonceptivos de su conveniencia, con la Iglesia Católica no lo logró.

Velas y cruz

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Un rotundo “no” de la Iglesia.

El arzobispo Hayes argumentó:

Tomar la vida después de su inicio es un crimen horrible; pero prevenir la vida humana que el Creador está a punto de hacer realidad es satánico.

En la primera instancia, se mata el cuerpo, mientras el alma vive; en este último, no solo a un cuerpo, sino a un alma inmortal se le niega la existencia en el tiempo y en la eternidad“.

La oposición de la Iglesia Católica llevó a muchos a creer que el control de la natalidad era inmoral, lo que dificultó aún más la aprobación de leyes que favorecieran la diseminación de información y anticonceptivos.

No todo estaba perdido

No obstante, con la ayuda de personas con fortunas privadas que tuvieran suficientes agallas y estuvieran dispuestos a invertir su dinero, podrían contraatacar.

Y Sanger tenía una amiga que cumplía con esos requisitos: una rica heredera estadounidense llamada Katharine McCormick.

Era una dama glamorosa de la alta sociedad a quien le gustaba vestirse a la última moda pero, a diferencia de muchas mujeres de su clase, su padre la había alentado a estudiar.

En 1904 obtuvo una licenciatura en biología del Instituto de Tecnología de Massachusetts. Además, había hecho campaña para conseguir el derecho al voto de las mujeres.

A la izquierda, Katherine McCormick, en la campaña por el derecho a votar.

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A la izquierda, Katharine McCormick en la campaña por el derecho a votar de las mujeres.

Una vez que las estadounidenses lograron el derecho al voto, al igual que las escandinavas y británicas, buscaron una nueva causa por la que luchar.

McCormick optó por el control de la natalidad, pues creía firmemente que el derecho de una mujer a controlar su cuerpo era tan importante como el de participar en elecciones.

Fue por eso que se formó esa amistad poco probable entre la rica heredera y la activista.

Contrabando de anticonceptivos

Los anticonceptivos no podían importarse a Estados Unidos, pero en Europa eran fáciles de conseguir.

En sus viajes al viejo continente, McCormick compraba elegantes vestidos y pedía que les cosieran cientos de diafragmas en los dobladillos.

McCormick a bordo de un barco, en uno de sus viajes.

Getty Images
McCormick a bordo de un barco en uno de sus viajes.

Así los contrabandeaba y en Nueva York se los entregaba a Sanger, quien había abierto una nueva clínica.

Fue una gran victoria, y la activista y la rica rebelde se mantuvieron en contacto.

Años más tarde, McCormick tuvo la posibilidad de hacer mucho más que contrabandear.

Una gran fortuna

Cuando el esposo de McCormick murió en 1947, ella heredó su fortuna: unos US$15 millones.

Tenía 75 años y muchas ganas acumuladas de contribuir a la realización del sueño del control de natalidad.

Sanger le había hablado de su deseo de encontrar un anticonceptivo fácil de usar y a prueba de fallas. Tras décadas, había llegado el momento en el que los científicos creían que podría ser posible.

Píldora para el control de natalidad.

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No había mucho interés en desarrollar un anticonceptivo fácil de usar y seguro.

No obstante, en la década de 1950, ni el gobierno de EE.UU. ni las instituciones médicas o la industria farmacéutica querían tener nada que ver con la investigación anticonceptiva.

Fue así como el financiamiento para el desarrollo de la píldora provino de una única benefactora: Katharine McCormick.

Casi cada dólar necesario para desarrollar el anticonceptivo oral fue donado por ella.

El derecho de decidir

El camino había sido largo, pero en 1960 la píldora salió al mercado y revolucionó el control de natalidad.

La píldora, con rosas...

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La píldora, con rosas…

Medio siglo después, la píldora se había convertido en el anticonceptivo de elección para más de 100 millones de mujeres en todo el mundo.

Su impacto social fue enorme.

La píldora y otros métodos de control de natalidad contribuyeron a reducir la mortalidad infantil y permitieron planear el tamaño de las familias para asegurar la provisión de sustento.

A las parejas, les dio la posibilidad de retrasar el momento de tener hijos o decidir no tenerlos y a las mujeres, la de tomar decisiones sobre la educación y sus carreras… sus vidas.

Junto con el derecho al voto, fue uno de los mayores cambios sociales del siglo XX.

De hecho, hay quienes aseguran que fue el mayor cambio de todos.


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