Hola Code la empresa que apoya a repatriados para estudiar tecnología

Te presentamos la historia de Fernando Figueroa, quien vio un cambio radical en su vida

MÉXICO – Aprender a programar le cambió la vida a Fernando Figueroa a los 41 años. La matemática detrás de lo que se ve en la pantalla de internet, los números que hacen la magia de la tecnología de la  información lo hicieron saltar del duro mundo de los deportados al grupo de los profesionistas mejor pagados en este país.

“Nunca pensé que algún día me iba a dedicar de tiempo completo al trabajo con la cabeza, el intelectual”, cuenta en entrevista con este diario.

Fernando trabajó durante décadas en la industria restaurantera. En los últimos años de su vida en Michigan era gerente. Dejar ese mundo atrás fue un trago amargo que derivó de un enfrentamiento con dos afroamericanos que intentaron asaltaron cuando él ayudaba en la mudanza a una amiga. Se defendió y llegó la policía, luego los agentes de ICE. Lo deportaron.

Su hermano había regresado antes por su voluntad (ahora vive en Europa) y los padres tenían planeado volver para su jubilación. De modo que no se quedó sólo: regresó a Querétaro en abril y sus padres en septiembre de 2018. “Fue más fácil el retorno en familia, aunque sin trabajo”, recuerda.

Fernando lidiaba con su historia de repatriado mientras Marcela Torres, una empresaria mexicana de 32 años, respondía a uno de los fenómenos sociales más absurdos en México: ¿Por qué si hay tanto desempleo juvenil, las empresas de tecnología de la información tienen hasta 145,000 empleos vacantes anuales?

“Descubrimos que los empleos no se ocupaban porque la gente no está capacitada y no está capacitada porque la educación tecnológica es inaccesible”, detalla Torres, fundadora y directora de Hola Code. “Así que buscamos ser puente”.

Hace dos años que Hola Code se dedica a formar talento para programar. Pero no cualquier perfil, sino jóvenes repatriados que estén dispuestos a invertir en la educación de sí mismos. Hasta hace poco, la empresa servía de aval para que ellos tuvieran un crédito por alrededor de 5,000 dólares, pero se toparon con un problema: una vez capacitados, algunos ya no quieren pagar.

“Encontramos que están lidiando con otro tipo de problemas en los que hay que poner atención con política pública como la salud mental, la separación de la familia, la falta de vivienda y a integración cultural”, precisa Torres.

Hola Code no pretende ayudar por esa vía, sino en un segundo nivel: el empleo. Por fortuna, muchos de los graduados como programadores a través del aval de esta compañía ha ido saldando su deuda.

Fernando Figueroa es uno de éstos. Y lo hizo al 100% aunque apenas lleva seis meses de empleo con Yaydoo, una compañía que brinda servicios de de facturación, adquisiciones y proceso de compras para empresas a través de una plataforma digital.

Detrás de ella están los códigos y algoritmos de Fernando y otros programadores que trabajan hasta más de ocho horas para hacerla posible. Es cansado, pero  vale pena por el pago: un sueldo que le permite a Fernado vivir solo en la colonia Juárez, una  de las zonas con mayor plusvalía de la capital mexicana, donde se mudó.

“En EEUU me había llamado la atención el tema, aprendí sin ayuda a usar la computadora, pero los cursos para programadores allá eran imposibles, ¡hasta 25,000 dólares! y tienes que pagarlo por adelantado, aquí, en Hola Code, lo pagas cuando ya tienes trabajo”.

Marcela Torres explica por qué apostó por un modelo de negocios tan arriesgado. “No creemos en la caridad, pero sí en la confianza en la educación.

“Yo estudié en Londres Desarrollo Social gracias a una beca del gobierno, del Conacyt, antes de que las quitara la actual administración, y estoy muy agradecida de que creyeran en mi…entonces, apostamos por los repatriados cuando ya nadie les  daba ni un peso”.

Por ellos seguirá adelante Hola Code. Cambiarán el modelo de negocio y pedirán algunos requisitos que antes no solicitaban como un aval independiente. Por lo demás la apuesta esta ahí: en una generación bilingüe, bicultural y con un potencial que, una vez encaminado es imparable como Fernando Figueroa quien pronto será instructor de nuevas generaciones de programadores.

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