“Me han preguntado cuando estoy trotando si estoy huyendo después de haber robado una tienda”
BBC Mundo conversó con algunos sobre sus experiencias personales y lo que piensan de las protestas actuales tras la muerte de George Floyd bajo custodia policial
¿Cómo impacta el racismo las vidas de jóvenes negros en Estados Unidos?
Muchas respuestas a esa pregunta se han planteado en las redes sociales en los últimos días y en medio de una ola de protestas en contra del racismo a raíz del fallecimiento bajo custodia policial del estadounidense George Floyd.
Jóvenes negros han compartido experiencias personales en las que han sido señalados por su color de piel y han sido objeto de agresiones y microrracismos por parte de personas blancas.
Estos episodios se presentan en las situaciones más cotidianas, como por ejemplo, trotando en la calle.
Ese fue el caso del joven de 17 años Shawn Richardson, quien le contó a la Radio Nacional Pública de EE.UU. (NPR, por sus siglas en inglés) el pasado 2 de junio que una mujer blanca lo paró y le preguntó: “¿Robaste algo de la tienda?”.
Su madre añadió que la mujer en cuestión, además de preguntarle si había robado y por eso corría, bloqueó el paso del joven con su automóvil.
El adolescente, quien practica atletismo y vive en el estado de Minnesota (centro-oeste de EE.UU.), dijo que le respondió a la mujer que no había robado y luego terminó de trotar.
Tenía apenas 15 años cuando pasó. “Ahora cuando lo analizo, me doy cuenta de que no estuvo bien en lo absoluto“.
BBC Mundo conversó con jóvenes de diferentes partes de EE.UU. acerca de cómo han experimentado el racismo en sus vidas.
Estas son sus experiencias, editadas para mayor concreción y fácil lectura.
“Éramos entre 25 y 30 niños negros en una escuela de 500” – Tyran Tripplett (22 años)
Tyran Tripplett creció en el estado de Arkansas, en el sur de Estados Unidos, y durante toda su infancia y adolescencia acudió a escuelas en las que la mayoría de los estudiantes eran blancos.
Ahora el joven cursará estudios de doctorado en Historia, movido por “las experiencias de los afroamericanos en EE.UU. e influenciado por los sitios donde crecí”, dice.
Mientras atravesaba de la niñez a la adolescencia, “empecé a darme cuenta de que la gente se comportaba de ciertas maneras conmigo”, describe.
“A veces se burlaban en la escuela de lo que vestía, marcas que eran especialmente populares entre los chicos negros de la escuela. A veces intentaban tocarme el pelo o comparar el color de mi piel con ciertas cosas“.
Pero uno de los episodios de racismo más violentos que vivió el joven ocurrió tras mudarse a un pueblo de apenas 22,000 personas también en Arkansas, en el que “menos del 2% de la población son personas negras”, explica.
“Éramos entre 25 y 30 niños negros en una escuela de 500”, explica.
“Me inscribí en el equipo de fútbol [americano] y uno de los muchachos del equipo se me acercó para decirme que no había personas negras en el equipo así que me apodarían como ‘Medianoche’. Y así me llamó por el resto del año”, cuenta.
“No nos iba muy bien y estábamos perdiendo muchos juegos. En una ocasión, estábamos perdiendo y los muchachos se enojaron y decidieron ensañarse conmigo“.
El joven recuerda que empezaron a referirse a él con una palabra extremadamente ofensiva en inglés y les tuvo que pedir que pararan. Pero continuaron haciéndolo.
Tripplett cuenta que cuando acabó el partido y volvieron a los vestidores, empujó a uno de los jóvenes que lo insultó y un amigo lo detuvo para impedir que se iniciara una pelea.
“El entrenador supo y nos hizo disculparnos los unos a los otros. Una disculpa no era necesariamente suficiente“, dice.
“Renuncié al equipo”.
“Por cosas así es que en parte decidí estudiar historia. No solo se trata del sur de EE.UU., sino que políticas discriminatorias como las que ha habido en cuanto al acceso a la vivienda hace que los afroamericanos no tengan opción”, afirma.
“O estás en un ambiente con personas que se ven como tú pero no tienen necesariamente los recursos para proveer para su familia y educarse, con un costo para su salud mental, o estás en comunidades blancas en las que se presentan temas como microagresiones, racismo y violencia física”, explica.
“No deberíamos tener que sacrificar. Tenemos derecho a vivir la mejor experiencia posible”.
“Me escupieron” – Asha Wedemier-Allan (22 años)
Asha Wedemier-Allan creció en la zona de Miramar, en los alrededores de Miami, en el sur de Florida.
Hija de una madre soltera que “tenía tres trabajos”, acudió a una escuela privada “predominantemente blanca” siendo una niña estadounidense de segunda generación jamaiquino-guyanesa.
La joven cuenta que la inscribieron en esa escuela porque la educación “era mejor” y fue allí que vivió un desagradable momento que carga consigo desde entonces.
“Me escupieron cuando tenía unos 9 o 10 años. El niño me dijo que había alzado la mano antes que él y que la gente negra no debía hacer eso”, recuerda.
“Esa fue la primera vez que caí en cuenta de mi ‘negritud’, la primera vez que me encontré con una oposición por el hecho de ser como soy”.
En la Universidad de Miami, como estudiante, se ha topado con interacciones de “racismo más implícito”.
“Me han dicho cosas como ‘hablas como una persona blanca, hablas muy articulado para ser negra, no eres como los otros'”, explica.
“Esos son microinsultos arraigados en la manifestación de prejuicios implícitos alrededor de la raza“.
Wedemier-Allan cree que un elemento clave en el contexto de las protestas recientes es “saber que en nuestras instituciones hay prejuicios raciales, hay opresión”.
“Y no es un problema de las personas negras, es un problema de los estadounidenses”.
“Les daba miedo que le pegaran un tiro en mi vecindario” – Jamal Braye (33 años)
“Crecí, de alguna manera, protegido porque estaba rodeado de personas negras. En el vecindario donde vivía y en el de mi abuela donde siempre estaba, eran barrios de comunidades negras”, explica Braye, de Norfolk, Virginia.
En la primaria, sin embargo, le ocurrió algo que entonces valoró como “extraño o estúpido” pero que, al madurar, reinterpretó como expresiones racistas.
El interés común por “Pokemón” inició una amistad con un compañero de clases blanco y un día acordaron hacer una fiesta de pijamas.
“Sus padres decidieron que sería en su casa y su mamá nos compró Taco Bell para que comiéramos”, describe.
“Cuando estábamos comiendo, la señora hizo un comentario refiriéndose a mí como ‘¡vaya, sí que puede comer este chico!’ como si además estuviese comiéndome una exquisitez, cuando era comida rápida”, dice.
“Mi familia era de clase media-baja, pero siempre tuvimos dinero para comer y ella asumió que yo no podía hacerlo”, dice.
El otro episodio que recuerda Braye es haber discutido con su mismo amigo sobre tener otra pijamada en casa del primero.
“Me contestó que sus padres preferían que yo me quedara en su casa porque les daba miedo que le pegaran un tiro si iba a la mía”.
“Ni siquiera crecí en una casa donde hubiese un arma y los tiroteos no eran comunes en mi vecindario”, dice.
Braye dice que, en un inicio pensaba que los comentarios racistas tenían siempre que ver con insultos u ofensas directas, pero que ahora ve esos comportamientos como expresiones de un “racismo casual”.
De adulto, en su ambiente de trabajo ha visto cómo supervisores hacen comentarios en defensa de la bandera confederada y “pretenden racionalizarlo y decir cosas como que esa bandera no tiene nada que ver con el racismo”.
La bandera, identificada con los estados sureños que combatieron en la Guerra Civil contra la abolición de la esclavitud, todavía ondea en múltiples espacios en esa región del país.
Angelo Bombay (31 años)
Angelo Bombay regresó a su ciudad natal de Minneapolis tras enterarse de la muerte de George Floyd bajo custodia de la policía.
“Como un hombre negro viviendo en Estados Unidos era importante para mí estar ahí. Ese incidente pasó en mi comunidad”, dice.
Pese a haber crecido “en un estado liberal” como Minnesota, asegura que allí “hay mucha pasivo-agresividad en cuanto a las actitudes racistas”, describe Bombay.
“Crecí en el seno de una familia de clase media-baja y mis padres fueron a la universidad. Crecí con ambos en mi vida y siempre me apoyaron. Creo que mi historia no es necesariamente la historia promedio”, dice.
Cuando era niño, Bombay escuchaba comentarios por parte de sus maestros que le decían sorprendidos que “hablaba muy bien” e intentaban averiguar a qué se dedicaban sus padres.
“Siempre he sentido que a la gente le ‘sorprende’ como soy o cómo manejo las situaciones. En la universidad, algunos amigos blancos se sorprendían de que tuviese acceso a ciertas cosas”, dice.
“La narrativa en Estados Unidos nos contamina, especialmente a los hombres negros, de que debemos ser de cierta manera”, agrega.
“Me encantaría ser esa persona que, por ejemplo, desmonta ese discurso en tu cabeza de que las personas negras no saben cómo cuidar su dinero”.
Bombay cree que los más jóvenes que actualmente participan en las protestas tienen mucho más acceso del que él tuvo a información sobre la historia de racismo estructural en el país.
“No aprendí sobre mi historia como hombre negro. Cuando me hice mayor y entré en la universidad, tuve que buscarla por mí mismo”.
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