El pescador que descubrió el más grande tesoro petrolero de México (y murió en el abandono)
Rudesindo Cantarell Jiménez, un sencillo pescador de Campeche, encontró uno de los mayores tesoros energéticos de la historia de México. El yacimiento se convirtió en motor del desarrollo del país pero el hombre que lo descubrió murió en la pobreza
Lo que se guardó Rudesindo Cantarell Jiménez durante casi una década era la ubicación de uno de los más grandes tesoros energéticos que la naturaleza le dio a México.
En el año de 1958, el pescador de 44 años había visto por primera vez una mancha negra en medio de las aguas azul turquesa del mar de Campeche, en el sureste del país.
Al principio no le dio mucha importancia, o no quiso dársela, sabedor de que eso podría transformar la vida de Ciudad del Carmen, en Campeche.
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“Un día me fui directamente al aceite. Vi que salía una enorme burbuja que se extendía en la superficie… Creí que era petróleo y se me quedó la idea. Un día le dije a mi señora ‘oye, creo que hay chapo (petróleo) en el Carmen'”, le contó Cantarell a la revista Proceso en 1983.
La sospecha era cierta: en aquel lugar cercano a las costas, la compañía estatal Petróleos Mexicanos (Pemex) encontró el más grande yacimiento de crudo de la historia del país.
Bajo las calmas aguas había 40,000 millones de barriles, un enorme tesoro que en su tiempo solo estaba por debajo del campo petrolero Ghawar, en Arabia Saudita.
El yacimiento fue nombrado Complejo Cantarell, en honor al humilde pescador que llevó a los ingenieros petroleros de Pemex a su hallazgo.
Pero también significó tragedia para muchos, incluido el propio descubridor.
“Le sucedió a Rudesindo Cantarell como un accidente y su accionar transformó para siempre el paisaje y la condición social de su isla”, le dice a BBC Mundo el cineasta Rubén Imaz, quien se inspiró e investigó la vida de aquel pescador para producir la película ficcional “Tormentero”.
Un hombre del mar
Como muchos de los habitantes de las costas de Campeche, la vida de Rudesindo Cantarell (1914-1997) estaba en el mar y la pesca.
Su padre lo llevó a trabajar desde los 10 años, relataba, y desde entonces laboró desde pequeñas canoas y embarcaciones pesqueras de la región, hasta grandes buques en los que llegó a Cuba y Estados Unidos.
Pero uno del que se hizo socio en la década de 1950 es el que cambió su historia y la historia de México: “Centenario del Carmen”.
A bordo de ese barco divisó aquella mancha en el mar que otros pescadores suponían que se trataba de los remanentes del naufragio de alguna nave. Pero él sí sospechaba que era “chapo”.
“Me dio por tirarle el equipo de pesca, pensando que era un barco o algún chalán hundido, pero el fondo salió limpio”, le dijo al periodista Ignacio Ramírez, de Proceso.
Rudesindo Cantarell se lo guardó durante casi una década. No es claro si por desinterés, o porque los camaroneros querían evitar que llegara la industria petrolera a sus aguas.
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“Él rápidamente intuyó que era petróleo. (Pero) mucha gente le insistió que no, entonces parece que se lo guardó años”, dice Imaz.
Fue hasta que en 1968 llegó al puerto de Coatzacoalcos, Veracruz, a vender pescado, que les comentó a otros pescadores que había descubierto petróleo en sus aguas.
“Yaaaaa, me decían”, dijo a Proceso, pero tomó el consejo de aquellos hombres de dar aviso a los ingenieros petroleros de Pemex.
“¿Será, señor?”, le dijo uno de los expertos. “Pues yo creo que sí, usted dirá”.
La confirmación
En la década de 1960 en México apenas había unas 10 plantas petroleras y una discreta producción comparada con otras grandes productoras de este energético de la época.
Pero los estudios de los ingenieros Javier Meneses, Serafín Paz y Mario Galván, guiados por Rudensindo Cantarell -“ahora sí que yo mero fui”, relató- confirmaron el hallazgo.
En las aguas relativamente bajas a menos de 100 km de las costas de Campeche, Pemex detectó en 1971 un yacimiento como ninguno otro en la historia del país.
Los pozos Bacab, Abkatun, Ku, Maloob, Akal y Nohoch llevaron la producción de crudo a un millón de barriles diarios en la década de 1980, casi 40% de lo que extraía México entonces.
“Yo no lo creía, pero varias personas que trabajaban para Pemex empezaron a buscarme, a llevarme algunos regalitos, a decirme que yo era como un héroe de la nación”, contaba Cantarell en 1983.
Y la riqueza era prometedora, pues se calculó que había unos 40,000 millones de barriles, lo que dio pie a que el gobierno emprendiera grandes proyectos de infraestructura y gasto público.
“Vamos a administrar la abundancia”, se ufanaba el presidente José López Portillo.
Pero para Ciudad del Carmen, la invasión de la industria petrolera confirmó los temores de los camaroneros de la región: unos 1,000 barcos pesqueros ya no podían navegar por ahí.
“En cuanto llegó Pemex se clausuró la pesca. Y la tradición de pueblo pesquero de un siglo se desapareció. Y es verdad que los pescadores le dieron la espalda a Rudesindo”, explica Imaz.
“En otro país sería un héroe”
Aquel pescador fue homenajeado y su apellido se convirtió en sinónimo de riqueza petrolera.
Pemex le prometió empleo y el gobierno mexicano le entregó en 1978 una medalla de oro con motivo del 40 aniversario de la nacionalización petrolera con la frase “El petróleo es nuestro”.
“¿Nuestro? Será de quienes lo manejan, ése es el coraje que me da. No es justo que unos cuantos se enriquezcan a costa del petróleo”, le dijo a Proceso tan solo cinco años después.
Y es que después de los reconocimientos y aplausos, Cantarell recibió un empleo -sin contrato fijo- como auxiliar de limpieza en un laboratorio de Pemex en Campeche, con un sueldo muy bajo acorde a ese nivel.
“Fue triste enterarme de eso, que perdió el apoyo de su comunidad. Y las autoridades lo utilizaban como una botarga, para que apareciera en el estrado, pero lentamente se hizo una figura inactiva”, explica Imaz.
El viejo pescador aseguró que las cartas que enviaba a los ejecutivos de Pemex y del gobierno federal nunca le trajeron una mejora salarial ni un buen empleo.
“Estoy jodido”, dijo.
En Ciudad del Carmen hoy casi nadie recuerda a Rudesindo Cantarell: “El nombre les resuena a los mayores, pero en realidad su historia y su persona la conocen unas tres personas“, dice Imaz.
“Su vida es desconocida, lo cual me parece una tragedia, en especial en un país como México que es muy dado a valorar a sus héroes. Y de repente alguien que fue tan importante y transformador”, agrega.
Y es que el hombre que llevó a Pemex hasta su más grande descubrimiento murió sin casi ningún patrimonio que dejar en mayo de 1997 a los 82 años.
Pero desde muchos años antes sabía que la suerte del oro negro no le había sonreído a él: “En otro país sería casi un héroe, pero aquí…”.
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