Capellanes arriesgan su vida para ayudar a personas con COVID-19
Llevan apoyo espiritual a los enfermos de los hospitales y a sus familias
Para Nemesio Santana ha sido una bendición ser capellán en tiempos del coronavirus y acompañar espiritualmente a los enfermos de esta pandemia a través de videollamadas, llamadas telefónicas, o guardando la distancia desde la puerta de sus cuartos en el Hospital del condado de Los Ángeles y de la Universidad del Sur de California (LAC+USC).
“Los pacientes que pueden hablar, se desahogan y sacan todos sus sentimientos y emociones. Oramos por ellos. La mayoría se quedan tranquilos y reconfortados después de que los visitamos”, dice Nemesio, un seminarista que pasó el verano sirviendo como capellán.
La labor que realizan los capellanes como Nemesio en los hospitales durante la contingencia sanitaria, se ha convertido en un apoyo fundamental para los enfermos y sus familias, ya que se encargan de llevarles apoyo espiritual.
De 42 años de edad, nacido en Guerrero, México, reconoce que sí le dio miedo un posible contagio y pensar en quién cuidaría de él si se enfermaba, pero tomó valor de su fe cristiana que invita a ir a la línea de combate, e incluso a dar la vida cuidando enfermos.
También admite que a los capellanes les da mucha seguridad, apegarse a todos los protocolos ordenados por el hospital en relación al COVID-19.
Una mano en medio del dolor
Antes de que estallara esta crisis de salud, dice que capellanes y enfermos solían tomarse de las manos para orar juntos. “Hay pacientes que nos pedían sostenerles su mano. En la actualidad debido al COVID-19 no lo podemos hacer, pero cuando el paciente no tiene una enfermedad contagiosa, nos agarramos de las manos, pero ambos nos ponemos guantes”.
Confía que como capellán ha podido aprender del dolor y la fragilidad humana. “Qué le puedes decir a un paciente de cáncer a quien le queda una semana de vida, y no tiene a su familia a su lado. Es algo muy fuerte y doloroso”.
Por eso afirma que ser capellán le ha cambiado la vida. “Yo tengo sobrepeso y a partir de esta experiencia, aprendí que tengo que empezar a hacer ejercicio y a comer mejor porque sino el cuerpo me lo va a cobrar”.
Este tiempo le hizo ver la importancia de cuidar la salud. “Mi invitación para todos es que se muevan, caminen, rían, vivan la vida, demuestren el afecto, abracen, besen a sus hijos”, dice Nemesio quien espera ordenarse sacerdote en el año 2023.
A Stephanie Ramos, una madre y abuela, el COVID-19 no la ha detenido para cumplir con su misión de ser capellán en el Hospital LAC+USC.
“Inspirada por mi madre Ruth Aguilar quien me llevaba a centros de convalecencia, toda mi vida sentí ese llamado de trabajar con la gente que enfrenta el dolor”.
Para enfermos y familias
Stephanie se convirtió en capellán en febrero de 2019, cuando aún el coronavirus no había aparecido en el mundo. “Me ha tocado que varios miembros de una familia han muerto por COVID-19”, dice.
Cuenta que como capellanes no solo llevan auxilio espiritual a los pacientes de coronavirus sino a quienes tienen otras enfermedades o han sufrido accidentes graves. “Nuestra labor es apoyar a sus familias no solo al enfermo”, dice esa madre y abuela, miembro de la iglesia San Marcelino.
Y recuerda que una madrugada en un periodo de seis minutos, recibió llamados para atender a tres mujeres que estaban a punto de perder a sus bebés recién nacidos.
“Recuerdo que cuando llegué con una de ellas, el cuarto estaba en completo silencio. El esposo estaba reclinado en un sillón, y la madre sentada en su cama del lado de la incubadora donde estaba el cuerpo de su bebé muerto. Lo único que hice fue abrazarla por un largo tiempo, sin hablar”.
El papel de un capellán – explica – es hacer presencia con los que sufren en un hospital y consolarlos no necesariamente con palabras. “Qué le puedes decir a una madre que acaba de perder a su hijo de 14 o 20 años en un accidente; o a una niña cuyo padre murió, y te pregunta por qué se fue”.
Algunos enfermos no tienen a familias en el país sino en lugares lejanos, y enfrentan la enfermedad a solas. “Solo nos tienen a nosotros para acompañarlos”.
Stephanie dice que no le da miedo ir al hospital y contagiarse del COVID-19. “Uso mi mascarillas, mis lentes de protección, mi bata si es necesario, y tengo mucho apoyo de mis hijos y mi esposo”.
Un programa interreligioso
El padre Chris Ponnet , encargado del programa de formación y certificación de capellanes del Centro Católico San Camillus para el Cuidado Pastoral de la Arquidiócesis de Los Ángeles, dice que el entrenamiento para ser capellán exige 400 horas, 300 horas con pacientes y 100 horas con presos.
“Es un programa certificado acreditado por el Departamento de Educación desde 2008, y está dirigido a personas de cualquier fe. Generalmente los candidatos a capellán tienen maestría en teología, y habilidades como la espiritualidad, saber escuchar y respetar la privacidad”.
Comparte que muchos interesados en ser capellanes comienzan como voluntarios en los hospitales. Pero, señala que en tiempos del coronavirus, eso es muy difícil.
El mejor regalo de un capellán – dice el padre Chris quien él mismo lo es – es estar presente en un momento muy difícil de la vida de las personas, cuándo se preguntan dónde está Dios. “Nosotros estamos ahí para darles dirección y reconectarlos con su fe”.
El padre Chris dice que el COVID-19 les ha dado la oportunidad de pasar más tiempo con el personal médico que ha estado muy agobiado con el exceso de trabajo que les han traído la pandemia. “Ha sido muy estresante porque los enfermos de coronavirus no pueden recibir la visita de sus familiares”, dice.
Así que los capellanes han destinado un lugar en el hospital al que le llaman espacio sagrado, donde se juntan con dos o tres enfermeras para orar. “Puede que ellas se sientan seguras en el hospital porque están practicando la profesión que aman, pero sus esposos e hijos están preocupados”.
Por todo lo que ha vivido durante la pandemia, el padre y capellán Chris, pide que hagamos acciones provida cada día como lavarnos las manos continuamente, usar mascarillas y mantener la distancia social.
El jueves 13 de agosto se llevó a cabo una graduación virtual de seis capellanes que realizan su entrenamiento en el Hospital LAC+USC y fueron formados por el programa interreligioso del Centro San Camillus. Entre los graduados estuvieron Nemesio y Stephanie.