La ardua lucha de las personas con discapacidad en tiempos de covid-19 en Chicago

Algunas personas con necesidades especiales desconocen de los servicios que hay para ellos y otras no son elegibles a ningún tipo de ayuda federal o estatal por ser indocumentados lo que hace que enfrenten mayores desafíos durante la pandemia

Las personas con discapacidad enfrentan retos adicionales en tiempos de pandemia de covid-19.

Las personas con discapacidad enfrentan retos adicionales en tiempos de pandemia de covid-19. Crédito: Getty Images

Cuando Michelle García tiene que recoger el mandado que un trabajador de supermercado le deja afuera del edificio donde vive, a ella se le dificulta cargar las bolsas y llevarlas hasta su apartamento. Ella tiene parálisis cerebral leve y su esposo es cuadripléjico. Ambos se movilizan en silla de ruedas.

García comenta que muchas personas con necesidades especiales están batallando durante esta pandemia porque necesitan ayuda para realizar sus quehaceres de la vida diaria, como hacer su mandado, levantarse de la cama o recibir sus alimentos o medicamentos, por lo que requieren que alguien los ayude.

“Antes de la pandemia, la persona que llevaba el mandado me ayudaba a guardarlo porque sabía que yo no podía hacerlo. Ahora me dejan la compra afuera de la puerta del edificio por miedo a contagiarse del virus. Me puedo mover un poco y puedo pedir ayuda, pero imagínate la gente que está en casa que no se puede mover de su cama. La situación ha sido más difícil para ellos”, explica García.

Personas con discapacidad contagiadas con el virus se han visto más en asilos o centros de rehabilitación, asegura Michelle García, organizadora de la comunidad latina e inmigrante con la agencia sin fines de lucro Access Living.

García estuvo en un centro de rehabilitación recuperándose de una cirugía. A  la enfermera que la atendía le dio el covid-19 pero a ella no, pero García cuenta que tuvo temor de contagiarse. “Es difícil si tienes a alguien cuidándote y le da el coronavirus, porque eres más vulnerable al contagio”.

Michelle García (izq.) tiene parálisis cerebral leve y requiere una silla de ruedas para desplazarse. (Cortesía Cambiando Vidas)

Organizaciones sin fines de lucro locales que abogan por los derechos de las personas con discapacidad ha recibido fondos federales, estatales y municipales para ayudar con el pago de renta y de utilidades a sus beneficiarios. Y a través de fondos de fundaciones  privadas es como se ha ayudado en esas necesidades a la comunidad discapacitada indocumentada.

‘Necesito acostarme, estoy en la silla de ruedas, ¿qué hago?’

Al inicio de la pandemia, algunos asistentes personales de servicios en el hogar dejaron de ir a las casas de las personas con necesidades especiales porque enfermaron de covid-19 o por temor a contagiarse del virus, dijo Horacio Esparza, director ejecutivo del Centro de Vida Independiente y Progreso.

En respuesta a la pandemia, el estado de Illinois implementó el programa de Proveedores de Emergencia, diseñado para brindar una solución a corto plazo a la pérdida o escasez de proveedores de cuidado disponibles debido al covid-19.

García recuerda que le llamaban por teléfono para decirle que su asistente personal no fue a la casa. “Necesito acostarme, estoy en la silla de ruedas, ¿qué hago? Me duele la espalda, se me van a llagar las sentaderas por estar tantas horas sentado en una silla”, contó García. “Las personas con discapacidad estamos a la espera que alguien venga ayudarnos… Fue difícil reclutar personas [proveedores de emergencia] al comienzo de la pandemia, ahora ya tenemos un número sólido de gente que podemos contactar”.

Horacio Esparza, quien es invidente, dirige un grupo de apoyo de padres que tienen hijos con necesidades especiales. Dice que mucha gente de la comunidad discapacitada latina desconoce los servicios que hay para ellos.

Cuando Esparza les pregunta a los padres si sus hijos están recibiendo servicios en el hogar, le dicen que no saben que existe ese programa. “No saben que existe el programa del servicio al hogar, no saben que existe el transporte de puerta a puerta, que solamente se paga $3.25 por cada viaje a donde vayan”.

Lamentablemente indocumentados no son elegibles a esos servicios, destacó Esparza.

Entre las dificultades que enfrentan las personas con discapacidad es que muchas han perdido su empleo a causa de la pandemia, indicó Esparza. Y padres con hijos con necesidades especiales han tenido que dejar de trabajar para quedarse en casa ayudando a sus hijos con su educación virtual. Ellos dicen que prefieren no enviar a sus hijos a la escuela por temor a que se contagien del covid-19 o que traigan el coronavirus a casa, explicó.

Personas con necesidades especiales que iban al gimnasio o a actividades recreativas o de rehabilitación por ahora no lo están haciendo por las restricciones ante la pandemia y porque son personas vulnerables al covid-19, señaló Esparza a La Raza.

Charlie Cornelio, de 29 años, padece autismo severo y diabetes. (Cortesía familia Trujillo)

Miguel Camacho quedó parapléjico debido a un accidente automovilístico hace 12 años. También tiene problemas para respirar.

Camacho es miembro de Cambiando Vidas, un grupo de Access Living que aboga por los latinos con discapacidad. “Muchos del grupo, por nuestra condición de indocumentados, no somos elegibles a ningún tipo de ayuda del gobierno federal y estatal. Sólo recibimos ayuda por medio de fondos de fundaciones privadas”, dijo Camacho.

La pandemia le cambió la vida a María Trujillo, de 57 años. Ella perdió su trabajo y recientemente le detectaron linfoma de Hodgkin, un tipo de cáncer del sistema linfático.

María Trujillo, indocumentada y madre soltera, tiene un hijo de 29 años, Charlie Cornelio, que es ciudadano estadounidense y padece autismo severo y diabetes. “Mi hijo es como un niño, si viene un automóvil no se detiene, cruza, no mide el peligro. Soy madre y padre para él, lo baño, le lavo los dientes, le corto el cabello y las uñas, como a  un niño chiquito”.

Trujillo dijo que ambos padecen ansiedad y que les hacía bien salir al parque y a la iglesia. Pero ahora, como ella y su hijo son vulnerables al covid-19, la madre tiene temor a  contagiarse y prefiere que ambos se queden en casa. “Llevo cinco quimioterapias, me faltan dos más. A veces me siento débil, tengo náuseas, pero mi hijo me da la fuerza para seguir adelante, él me necesita”, concluyó Trujillo.

La cobertura editorial de La Raza es posible en parte gracias al Chicago Community Trust, la Field Foundation of Illinois, la Robert R. McCormick Foundation, el Lenfest Institute for Journalism/Facebook Journalism Project y la Google News Initiative. Agradecemos su apoyo a nuestro trabajo periodístico.

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