Vendedores ambulantes de Chicago se levantan a más de un año de la pandemia de covid-19
Las ventas en ese comercio informal empiezan a aumentar en medio de una pandemia que aún no ha acabado, pero tienen retos que tienen que sobrepasar para poder seguir a flote
A medida que la economía de Chicago avanza después de más de un año de restricciones debido a la pandemia de covid-19, el comercio ambulante también duramente golpeado por el virus comienza a levantarse y más en esta época de verano, cuando mucha gente aprovecha que ya recibió la vacuna y sale a las calles a vender o a consumir productos.
Vendedores ambulantes se consideran también trabajadores esenciales, dicen que su trabajo no se realiza de forma remota y que muchos trabajadores consumen sus tamales, champurrados, elotes y atoles en el trayecto a su trabajo porque es más rápido y económico.
Las personas que han decidido vender en las calles desde que inició la pandemia son en gran parte inmigrantes latinos indocumentados, que ante la falta de empleo y de ayudas del gobierno federal por su condición migratoria buscan sostener a sus familias por medio del comercio ambulante, de acuerdo a organizadores comunitarios que abogan por los derechos de los trabajadores.
El comercio ambulante ha aumentado durante la pandemia del coronavirus en respuesta al desempleo y debido a que no todas las personas han sido elegibles para estímulos económicos.
Los vendedores ambulantes en Chicago son en su mayoría inmigrantes mexicanos que venden en sus carritos elotes, ensalada de frutas, tamales, aguas frescas, champurrado, entre otros antojitos.
Más de 2,000 eran los vendedores ambulantes en Chicago en 2015, según un estudio del Instituto de Políticas de Illinois.
Fernando Huerta, miembro de la junta directiva de la Asociación de Vendedores Ambulantes de Chicago (SVAC), dijo que ahora hay más vendedores ambulantes en Chicago y que este aumento ha venido surgiendo a partir de la pandemia del coronavirus.
Huerta dijo que el número de vendedores ambulantes ha aumentado a raíz de que muchas personas, a causa del covid-19, han perdido su empleo y se han puesto a vender comida en las calles. “Los factores han sido porque en su mayoría las personas han perdido su empleo o les han disminuido las horas y los días de trabajo, por lo que han tenido que buscar otra opción para mantener a su familia”, explicó.
“Los inmigrantes indocumentados no son elegibles para nada, ni desempleo, ni estampillas, ni nada, porque no tienen papeles. Entonces venden en la calle, no tienen otro remedio”, dijo en una entrevista pasada Tim Bell, director ejecutivo de Chicago Workers’ Collaborative.
Las ventas han aumentado
Víctor Olvera trabaja en su carrito ambulante vendiendo elotes, fruta cortada y chicharrones en la calle 26 del barrio de La Villita desde 1993. Dice que ha trabajado desde que inició la pandemia en marzo del año pasado y cuenta que las ventas estuvieron muy bajas. “Vendía sólo para comer, para subsistir, era muy lento el negocio el año pasado, no es que la gente tuviera miedo de comprar por el virus sino que la gente no salía”.
Olvera se considera un trabajador esencial: “si no lo fuera no estuviera aquí”, dijo el hombre mientras cortaba un mango en rodajas. “Estaban despacio las ventas, pero seguí trabajando, tiene que trabajar uno”.
El jalisciense vende los antojitos mexicanos que prepara a los transeúntes que pasan por su negocio a la hora del almuerzo o cuando van de camino al trabajo.
Con la reapertura total de Chicago y con el clima veraniego las ventas han aumentado, menciona Olvera. “El negocio ya se está componiendo gracias a Dios, se están levantando las ventas poco a poco”.
‘Que nos dejen trabajar’
Los esposos Juan y María Alonso dicen ser los vendedores ambulantes con más tiempo en el vecindario de La Villita, en el suroeste de Chicago. “Cuando nosotros empezamos a vender raspados, elotes, fruta cortada aquí no había nadie vendiendo. Soy el más viejo vendiendo aquí en la 26, empecé a vender como en el año 79 u 80”.
Por ahora, ellos no salen a vender entre semana porque dicen que todavía no hay mucha gente como antes de la pandemia, así que solo salen con su carrito ambulante los fines de semana.
Juan y María recuerdan que con temor salían a vender sus antojitos mexicanos al principio de la pandemia. “Con miedo que nos fuéramos a contagiar, nos persignábamos y salíamos a vender”, dijo María Alonso, quien junto su esposo Juan despachaban fruta cortada a su clientela mientras eran entrevistados por La Raza.
Algunos vendedores ambulantes de Chicago consultados por La Raza coinciden en que les gustaría recibir algún tipo de ayuda del gobierno estatal o municipal para sobreponerse a la crisis que también golpeó a sus comercios debido a la pandemia.
María y Juan ven lejana esa ayuda, por lo que piden a las autoridades que solo los dejen trabajar tranquilos porque aseguran que ya han empezado los policías a molestarlos. “Uno que otro policía viene a molestar a uno”, menciona María. “Apenas uno empieza a vender y ya empiezan a molestar a uno”, dice Juan.
“Que nos dejen trabajar a gusto, que no nos molesten”, reitera Alonso de 66 años.
Los clientes todavía están temerosos
María Velona vende elotes, fruta cortada y chicharrones en la intersección de las avenidas Lawrence y Kimball en el barrio de Albany Park, en el noroeste de Chicago, desde hace tres años.
La comerciante no vendió durante todo 2020, cuando inició la pandemia, y recién el mes pasado se reencontró con sus clientes ya estando ella vacunada al igual que su hijo que la ayuda en su carrito ambulante ‘Fresh Fruit’. “Ya estoy vacunada contra el coronavirus, tengo más confianza en salir y vender a mis clientes”, dijo.
Velona cuenta que todavía ve a los clientes que están temerosos con respecto a comer en la calle y sobre la vacuna. Y coincide con otros vendedores ambulantes en que sería de gran beneficio recibir algún tipo de ayuda para sus comercios. Dice que después de un poco más de un año sin vender, ahora ha visto un aumento en los precios de los productos que compra. “El queso, la mantequilla, los elotes, los precios de los productos han subido”.
Y ante la pregunta de cómo están las ventas, Velona dijo: “Estoy vendiendo regular, la gente todavía está temerosa, no tiene la suficiente capacidad de entender que nosotros podemos ser limpios, para poder seguir vendiendo. Mucha gente tiene miedo en esa forma de que pueda tener bacterias, me ven que yo a cada ratito estoy limpiando, es un reto muy grande”.
Por ello, la comerciante Velona dice que prefiere cortar la fruta al momento para sus clientes y así ellos se sienten más a gusto y confiados.
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