Inmigrante asilado pasó de conductor de Uber a dueño de una compañía de construcción y una escuela de Kárate en Chicago

Los negocios de Pedro González se han mantenido a flote en medio de la pandemia de covid-19. Él considera que ser resiliente le ha ayudado a salir adelante

Pedro González es un inmigrante asilado que fue conductor de Uber y ahora es un emprendedor que tiene una compañía de construcción y una escuela de karate en el vecindario Andersonville de Chicago. (Belhú Sanabria / La Raza)

Pedro González es un inmigrante asilado que fue conductor de Uber y ahora es un emprendedor que tiene una compañía de construcción y una escuela de karate en el vecindario Andersonville de Chicago. (Belhú Sanabria / La Raza) Crédito: Impremedia

El esfuerzo, la dedicación y la perseverancia han sido el timón que ha llevado a Pedro González a alcanzar su objetivo: hacer empresa.

González emigró de su natal Venezuela a Chicago con su esposa e hijos hace ocho años. Él cuenta que no tenía papeles y que, después de luchar por varios años, su asilo le ha sido aprobado.

Tuvo varios empleos antes de ser conductor de Uber, trabajo que le permitió reunir capital para desarrollar sus emprendimientos.

Así, González pasó de ser conductor a dueño de una compañía de construcción y copropietario de una escuela de karate en Chicago.  

Este venezolano obtuvo una licenciatura en Educación Física en Venezuela, realizó un postgrado en planificación y entrenamiento deportivo y fue entrenador deportivo en su país.

“Yo era entrenador de la selección de karate en mi estado, tenía atletas en la selección de Venezuela, casi 15 años trabajando como entrenador de selección. Y bueno, aparte de eso, fui competidor toda mi vida, son cosas que me dieron más oportunidad de poder entrar a trabajar en una escuela de karate aquí”, dijo González en entrevista con La Raza.

Pedro González y Juan Cuervo abrieron la escuela Senshi Karate of Chicago en el barrio de Andersonville, en el norte de Chicago, en 2020.

El desafío llegó para estos dos emprendedores una semana después de que abrieron la escuela de karate, cuando estaban ya dictando clases a los niños del barrio: la orden de permanecer en casa fue establecida debido a la pandemia de covid-19.

González y Cuervo decidieron mover sus clases presenciales a una manera remota, pero no tuvieron éxito.

 “Empezamos a dar una que otra clase por videollamada, pero no nos funcionó porque teníamos muy poquitos niños y, bueno, tuvimos que seguir trabajando afuera haciendo ‘delivery’. De esa forma empezamos a darle los dos hombro a hombro, trabajamos 15 horas diarias para poder hacer el dinero de nuestra casa y para poder pagar el alquiler donde funciona la escuela”, explicó González, quien también dijo que él y su socio gastaron todos sus ahorros y usaron sus tarjetas de crédito para evitar cerrar la escuela de karate de manera definitiva. El alquiler del lugar es de al menos $1,800 mensuales.

Para González esa fue una de las experiencias más duras que ha tenido que enfrentar en su vida y le ha dejado la enseñanza de no rendirse y de continuar luchando por las cosas que quiere lograr y que tanto sacrificio le ha costado a él como a su socio Cuervo.

Pedro González es un inmigrante asilado que fue conductor de Uber y ahora es un emprendedor que tiene una compañía de construcción y una escuela de karate en el vecindario Andersonville de Chicago. (Belhú Sanabria / La Raza) Crédito: Impremedia

Explorar y aprender otras habilidades

Con el propósito de mantener su negocio a flote y llevar el sustento a su hogar en medio de la pandemia de coronavirus, González empezó a explorar y aprender otras habilidades. “Siempre he sido una persona muy buena para hacer trabajos de forma manual y decidí hacerlo, empecé instalando y armando mesas, empecé a pintar, a hacer pisos. Hoy en día tengo tres personas que trabajan conmigo en la compañía, que estamos tratando de construir también, y bueno ha sido todo un reto llevar la compañía de construcción en la  que hacemos todo tipo de reparación de casas y la escuela de karate”.

Mientras que los niños han vuelto a las clases en persona en su escuela de karate en Andersonville, los dos emprendedores continúan demostrándoles a los padres por qué ellos son una buena opción para que sus hijos aprendan este deporte que inculca valores y disciplina.

Con la experiencia vivida, el emprendedor González alienta a otros inmigrantes a que no abandonen sus sueños y que sean resilientes frente a situaciones complicadas para seguir avanzando hacia el futuro: “Todos podemos salir adelante, sí podemos lograrlo, sobre todo nosotros que somos personas capacitadas y resilientes para salir adelante”.

La cobertura editorial de La Raza es posible en parte gracias al apoyo del Chicago Community Trust.

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