Bebés, autistas, animales y personas mayores los que más sufren con la pirotecnia

Los estallidos de más de 100 decibeles pueden convertir lo que para algunos es diversión, en una auténtica tortura

Los más de 100 decibeles (dB) que puede alcanzar la explosión de un petardo mañana a la noche y en la bienvenida de 2017 no sólo pueden causar lesiones en la vista o la audición (el oído humano resiste hasta 90 dB sin daños). Hay grupos vulnerables que sufren con los estruendos mientras otros festejan: bebes, adultos mayores, personas con discapacidad y mascotas.

Para los chicos con trastornos del espectro autista (TEA), por ejemplo, las explosiones son “una tortura”, de acuerdo con padres y entidades que se suman a pasar estas fiestas con pirotecnia cero. Personal de asociaciones de personas con discapacidad, protectoras de animales y especialistas señalan que cada 25 de diciembre y 1 de enero atienden en las guardias a chicos y grandes con lesiones auditivas y oculares.

A través de un comunicado, desde el Instituto San Martín de Porres, especializado en autismo, afirman que los estruendo de los petardos son “lo más parecido a una catástrofe” para las personas con autismo. “Cuando se aproximan las fiestas de fin de año -indicó el psicólogo Claudio Hunter Watts, coordinador terapéutico del instituto-, en las redes sociales proliferan las campañas sobre lo que sufren perros y otras mascotas por los petardos y los fuegos artificiales, lo que es muy loable, pero también es necesario difundir que para las personas con TEA la pirotecnia es una verdadera tortura.”

Llantos y tensión

La sensibilidad auditiva de esta población vulnerable potencia aún más las explosiones. “Les generan crisis de llanto, berrinches, actitudes agresivas y hasta llegan a lesionarse -precisó el especialista-. Tienen la necesidad de un orden y una regularidad y todo aquello que altere su ambiente provoca que se incremente su nivel de cortisol en sangre, se pongan muy tensos, generando conductas estereotipadas, repetitivas y agresivas”.

La madre de un chico con autismo relató cómo, por lo menos 15 minutos antes de la medianoche del 24 y el 31 de diciembre, tiene que encerrarse en una habitación con su hijo. Ahí termina el festejo. No pueden abrir los regalos como el resto de la familia. Evidentemente, hay derechos que pesan más que divertirse solamente. Es aprender a ponerse en el lugar del otro.

Ezequiel Laborde, otorrinolaringólogo especializado, explicó en un comunicado que el ruido que produce la pirotecnia puede llegar hasta duplicar lo que el oído puede soportar sin daños. A los grupos vulnerables sumó a las personas con una cirugía de oído.

En tanto, el emergentólogo Silvio Aguilera, director de una empresa de emergencias, aconsejó: “La pirotecnia debe ser manejada únicamente por los adultos con protección ocular y ropa no inflamable. Y, sobre todo, lejos de los chicos y nunca apuntar hacia donde se encuentran otras personas, animales u hogares”.

Riesgo de perderse

El Colegio de Veterinarios de la Provincia de Buenos Aires recordó que la sensibilidad de los animales a los estímulos sonoros intensos, imperceptibles muchas veces para el ser humano, expone a las mascotas a sufrir estrés por exceso de ruido y explosiones.

Pánico y conductas no habituales, como escapar o saltar para atravesar ventanas o cercos, aumentan el riesgo de que se lastimen, además de que se desorienten y se pierdan. “Después de cada festejo de Navidad y Año Nuevo crece el número de mascotas perdidas”, afirman. Si la mascota tiene que quedar en casa sola, insisten en “no dejarla atada” para evitar que se ahorquen.

“La pirotecnia con contaminación sonora no sólo altera nuestra tranquilidad, también provoca daños graves al ambiente y la fauna urbana -se lee en una petición contra la pirotecnia en change.org-. Cantidad de aves mueren debido al estrés provocado por la violencia y persistencia de los estallidos. Las explosiones también afectan a los recién nacidos y a las personas con autismo, cuya sensibilidad auditiva las hace particularmente vulnerables. Los animales de compañía, cuyo sentido auditivo es mucho más sensible que el nuestro, identifican las explosiones como una señal de peligro y entran en pánico; muchos escapan de sus domicilios y algunos mueren atropellados por los vehículos en la vía pública”.

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