Gracias, señor Trump, pero no
Mr. Domínguez.
Por absurdas fallas del correo me veo obligado a enviarte la invitación a tu e-mail. Sé que es tarde pero de todas maneras mañana, día de mi posesión, estarás en mi pensamiento. Un abrazote, Donald
Don Trump:
En mejores partes me ha cogido la noche. Mejores posesiones me he bebido. Así me aprieten la CIA y la DEA juntas, no cuente con estos huesitos y esta carnita en su posesión. A estas alturas del partido (71 años, uno más que su educación) soy de los que escogen fiesta. Prefiero vivir, como decimos en Macondo, una tierra de ensueño y de insomnio de la que no creo que tenga noticia. A usted le dictan el “poderoso señor don dinero” y ahora el poder.
Me gustaría ir solo por volver a la Casa Blanca y a Blair House, el desnucadero o “garconnière” adonde los presidentes made in Usa invitan a sus francachelas y a sus comilonas.
Aquí donde me ve, candidato a que el urólogo le eche bisturí a mi proUstática próstata, conozco esas dos casas.
Poco me llama la atención volver a Washington, una ciudad donde nadie es importante. Todo el mundo allí, desde el presidente, es uno más de las Páginas Amarillas.
Si revisa los videos de la CIA durante la época en que se firmaron los tratados Torrijos-Carter que le devolvieron el canal a sus dueños, verá que estuve allí. Lo hice por donde ingresan los invitados a hacerles genuflexiones a los mandamases de turno.
Por cierto, Carter, su pacífico antecesor, tenía más cara de cultivador de maní, el oficio de su familia, que de presidente. Mis colegas periodistas que fueron a cubrir la firma de los tratados, me inventaron el chisme de que yo había desaparecido entre el bolsillo tercermundista un cenicero que perteneció a Abraham Lincoln.
Revise las grabaciones y verá que lo del cenicero es una calumnia como las que usted, con la complicidad de la CIA y la KGB le inventó a Hillary Clinton para ganar perdiendo las elecciones. (Usted le dio estatus a las “posverdades”, mentiras con cara de verdades. Como esta “correspondencia” entre los dos).
Blair House, ahí pasando la Avenida Pensilvania a la derecha, tampoco me impactó. No dieron ni café. Son tímidos para el gasto ustedes los gringos.
Mi sugerencia es que gobierne como lo hizo el presidente Santos, de Colombia: incumpliendo sus promesas porque si hace todo lo que prometió se tirará en este acabadero de ropa que es el mundo.
Hasta sus colaboradores están asustados. Su vicepresidente, don Mike, quien se proclama cristiano, conservador y republicano, tiene cara de no romper un plato. Pero usted ya empezó a quebrar toda la vajilla. Dios nos coja confesados y comulgados si el vice Mike no hace de eficaz freno de mano. No nos quitemos más tiempo.