Trump y su cruel hipocresía de invocar a Dios
El Presidente se comporta como un don de la mafia donde los "desleales" caídos de su gracia desaparecen.
Al tiempo en que claramente intenta influenciar la pesquisa de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) sobre los lazos de su campaña con Rusia; y mientras intensifica su maquinaria de deportaciones y aboga por dejar a millones sin seguro médico, el presidente Donald J. Trump invoca a Dios en una graduación universitaria.
Trump habló el sábado ante una audiencia amiga: graduandos de la Universidad Liberty de su amigo, el Reverendo Jerry Falwell, Jr. Una audiencia de los mismos evangélicos que contribuyeron a catapultarlo a la presidencia. Evangélicos que desechan las enseñanzas crisitianas que tanto predican perdonando los excesos, el prejuicio, el racismo, la falta de compasión y las mentiras de un individuo como Trump que dijo el sábado que “en Estados Unidos no adoramos al gobierno… Adoramos a Dios”.
En un mensaje que más bien fue dirigido a sí mismo, Trump instó a los graduandos a ignorar a los críticos y a seguir adelante porque “no hay nada más fácil o más patético que ser un crítico”.
Como todo ególatra, autócrata y dictadorzuelo, Trump no tolera la crítica, manipula a todos y a todo, incluyendo nuestro sistema democrático, para lograr sus objetivos o entorpecer cualquier cosa que pueda poner en peligro su supervivencia política o cuestionar su legitimidad. Así lo hizo la semana pasada al despedir al director del FBI, James Comey, quien encabezaba la pesquisa de los vínculos de la campaña de Trump con Rusia. Informes de prensa señalan que Trump le habría preguntado a Comey si contaba con su lealtad, como si el trabajo de las agencias de ley y orden o de inteligencia sea ser leal al presidente de turno y no a la ley y la Constitución.
Trump se comporta como un don de la mafia donde los “desleales” caídos de su gracia desaparecen. En este caso son despedidos. Todavía no le sigue los pasos a su cuate Vladimir Putin que envenena, embosca y asesina disidentes.
Y lo peor del caso es que las plataformas ante las cuales puede enfrentarse la conducta errática y despótica de este presidente se van reduciendo porque el Congreso de mayoría republicana ha optado por hacerse de la vista larga ante la amenaza de Trump a nuestra democracia. Apenas un puñado de republicanos ha denunciado los excesos de Trump, mientras un cobarde y debilucho liderazgo republicano sigue anteponiendo sus intereses político partidistas a la integridad de nuestras instituciones.
La Cámara Baja, donde el Comité Judicial podría iniciar una pesquisa de destitución, parece manejada por Trump y no por Paul Ryan. Asimismo, el Congreso puede investigar, pero no designar un fiscal especial independiente que investigue a Trump.
Le corresponde al Secretario de Justicia nombrar un fiscal especial independiente para que investigue a Trump, pero esa dependencia es dirigida por Jeff Sessions, el exsenador republicano de Alabama, que hizo campaña por Trump y cuyos contactos con funcionarios rusos lo lllevaron a recusarse de decisiones en torno a la pesquisa, pero ahora es quien entrevista a los potenciales sucesores de Comey en el FBI, la persona que presuntamente proseguirá con una pesquisa independiente sobre el Rusiagate.
De manera que le tocaría al subsecretario de Justicia, Rod Rosenstein, designar a un fiscal especial. Rosenstein escribió el memorando que la Casa Blanca utilizó inicialmente para justificar el despido de Comey, aunque posteriormente Trump echó la excusa por la borda admitiendo en televisión nacional que el tema de Rusia estaba en sus pensamientos cuando decidió echar a Comey.
Próximamente este personaje, Trump, se reunirá en el Vaticano con el Papa Francisco, quien ha sido crítico de Trump especialmente en temas sobre refugiados, inmigrantes y el muro.
Detesto que se inmiscuya a Dios en la política, sobre todo si quien lo invoca es la antítesis de todo precepto religioso. Pero ante este preocupante cuadro que enfrentamos como nación democrática hay que invocar a Dios y a todo en lo que usted crea. La interrogante es si nos escucharán.
(Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice)