La sombra de “El Chapo” en la migración de indígenas en la caravana
Luis Fernando O., explica por qué abandonó su país y se integró a la caravana migrante que busca llegar a EEUU
PIJIJIAPAN – La familia del indígena Luis Fernando O., un agricultor hondureño que viaja en el éxodo centroamericano que ingresó a México el pasado 19 de octubre, junto con 7,000 personas, emigró porque se quedó sin leña: los narcotraficantes compraron las tierras donde las familias mayas más pobres recogían los maderos para cocinar y bloquearon el paso.
“Por mi mamacita que nos moríamos de hambre”, explicó a este diario sobre las razones por las cuales tuvo para abandonar Copán, un referente histórico de la civilización maya (Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1980) cuyos descendientes son ahora desplazados por células del crimen organizado que alimentó la expansión del cártel de Sinaloa en la zona y sus aliados.
Joaquín “El Chapo” Guzmán, el capo de la droga que hoy enfrenta un proceso legal en Nueva York, hizo y deshizo en la zona fronteriza entre Guatemala y Honduras con apoyo de la organización de delincuentes Los Valles y Héctor Emilio Fernández Rosa “Don H”.
Desde Copán, los mafiosos cruzaron miles de toneladas de cocaína y lavaron millones de lempiras a sus anchas. Tenían el apoyo de gente de la policía hondureñaFiscalía Nacional como el ex oficial Carlos José Zavala y otros miembros de la hasta que la Agencia Federal de Investigaciones estadounidense (DEA) se metió en 2014. Capturó a algunos cabecillas pero otros miembros pronto se reagruparon y aún mantienen el control de la zona.
Luis Fernado J. no sabe de estos detalles revelados en comunicados oficiales tanto estadounidenses como hondureños. De lo que sí está consciente es de las consecuencias que conlleva un “narcoestado” y así lo narra durante una pausa que hizo la caravana migrante en este poblado del estado de Chiapas.
Iba camino al río para limpiarse y refrescar a sus dos hijos tras cientos de kilómetros de recorrido a pie y sobre camionetas. Mordió una naranja que le regaló un poblador y recordó los tiempos cuando toda iba bien en Copán y no rodaba indocumentado en busca de un trabajo “de lo que sea”.
Este campesino de mirada cansada ni siquiera ha tenido tierras propias, pero podía rentarlas para sembrar maíz y frijol que le daban para llevar una vida sencilla y tranquila en los verdes campos de la provincia hondureña. “A mi me gusta la tierra, pero ahora ni siquiera puedo tocarla porque no tengo y nadie alquila”.
El Chapo y aliados hicieron de Copan una de sus madrigueras clave para el lavado de dinero. Principalmente invirtieron para ganado, por lo cual, las milpas que Luis Fernando hacía crecer se convirtieron de un día para otro en pastizales y pastizales para la carne y la leche, una actividad que requiere poca mano de obra y mucho suelo.
“Busque como siempre a la señora que me rentaba un pedazo para sembrar pero me dio que ya la había vendido. Fui con otros y lo mismo: ya no era de ellos También busqué trabajo como peón y nada. Y yo con niños chiquitos… pedía crédito en las tiendas y luego no podía pagar. El año pasado intenté irme solo a Estados Unidos pero me agarraron en Veracruz. Estuve tres días encerrado en migración y me echaron”, recuerda.
Fueron días difíciles para la familia. No había leche para los niños. La familia les apoyaba un poco aunque su situación era parecida. “Nosotros queríamos ayudarle, pero era difícil: yo estaba embarazada y tampoco ganaba mucho con la venta de fruta”, recuerda Hilda, hermana de Luis Fernando, quien también emigró en la caravana. Ahora tiene un pequeño de siete meses a quien alimenta camino al chapuzón.
La familia vio en la caravana que se organizó en San Pedro Sula una oportunidad cuando un amigo de Luis Fernando lo llamó de Puerto Cortés para decirle que podrían entrar en grupo y habría menos oportunidad para detenerlos. El hombre informó a su esposa que se iría.
- Me voy con usted- respondió ella, harta de no tener con qué preparar los alimentos.
La pareja cree que si ambos llegan a Estados Unidos podrán ahorrar lo suficiente para que en unos años la familia pueda comprarse al menos “dos manzanas” (1.5 hectáreas).
“Con eso y dos cuartos para una casita uno vive bien en Honduras, si a uno lo dejan tranquilo”, cuenta antes de desenredar la pastilla de baño y aspirar con los ojos cerrados el aroma. “¡Qué lujo un baño!, ¿verdad?”