Cómo es el exoplaneta descubierto cerca de la estrella aislada más cercana al Sol
Demasiado frío para albergar vida, el nuevo astro triplica la masa de la Tierra
El descubrimiento de un nuevo planeta en la órbita de una de las estrellas más estudiadas por los astrónomos, Barnard, ha puesto fin a medio siglo de especulaciones.
Durante décadas, los científicos habían intentado detectar un planeta circulando alrededor de esta enana roja de brillo débil, situada a tan solo 6 años luz de nuestro sistema solar.
Barnard es la estrella aislada que está más cerca de nosotros.
Y por fin han encontrado el planeta.
La masa de este planeta se cree que es hasta tres veces mayor que la de la Tierra, por eso se engloba en la categoría conocida mundialmente como “supertierra”.
Son astros tan cercanos como estos el objetivo de los telescopios más modernos, pues su cercanía facilita la búsqueda de restos de vida en ellos.
El hallazgo lo ha hecho un equipo de investigadores españoles del Instituto de Ciencias del Espacio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España y de la Universidad Queen Mary de Londres y se publica esta semana en la revista Nature.
Demasiado frío para albergar vida
Uno de los líderes de la investigación, el doctor Anglada Escudé, ha dicho que este es “posiblemente un planeta en su mayoría rocoso con una pesada atmósfera. Probablemente muy rico en volátiles como el agua, el hidrógeno, el dióxido de carbono. Muchos de ellos están congelados en la superficie”.
El astrónomo, de la Universidad Queen Mary de Londres, destacó también lo genuino del hallazgo.
“El análogo más cercano que podemos tener en el sistema solar podría ser la luna de Saturno, llamada Titán, que también tiene una atmósfera muy espesa y está hecha de hidrocarburos, con lagos y lluvias formados de metano”.
Esta supertierra está tan lejos de su estrella como Mercurio lo está del Sol. Es el segundo exoplaneta más cercano a la Tierra después de Próxima Centauri b, cuyo descubrimiento se hizo en 2016.
El planeta orbita pasado un límite conocido como la “línea de nieve”, más allá de la zona habitable en donde el agua aún se puede encontrar de forma líquida en la superficie.
Desde la distancia, y según sus observaciones, los científicos creen que las temperaturas en la superficie de este planeta son de -150ºC, pero una atmósfera podría calentarlo, reuniendo las condiciones necesarias para albergar vida.
Un método de detección innovador
Detectarlo no ha sido nada fácil, de hecho los astrofísicos llevan desde 1960 intentando encontrar algún planeta en la órbita de la estrella Barnard, que lleva el nombre del astrónomo que la descubrió en 1916, el estadounidense Edward Emerson Barnard.
Para hacerlo, los investigadores utilizaron un método de velocidad radial que permite detectar oscilaciones en una estrella causadas por la atracción gravitacional de un planeta en órbita.
Estas oscilaciones también afectan a la luz que proviene de la estrella y a medida que el cuerpo celeste se mueve hacia la Tierra, su luz aparece desplazada hacia la parte azul del espectro. A medida que se aleja, aparece desplazada hacia el rojo.
“Este planeta es particularmente complicado porque su período orbital (el tiempo que tarda en completar una órbita completa de la estrella en torno a la que gira) es de 233 días. En un año, solo ves una parte del ciclo y tienes que cubrirlo durante muchos años para asegurarte de que es algo que se repite”, le dijo el doctor Anglada Escudé a la BBC.
El equipo reexaminó los datos de archivo de dos estudios astronómicos que se habían hecho durante 20 años y agregaron nuevas observaciones obtenidas a través del espectómetro Cármenes de Almería (España), el instrumento Eso/Harps de Chile y el instrumento Harps-N de las Islas Canarias, también en España.
Es la primera vez que se utiliza la técnica de velocidad radial para detectar un planeta tan pequeño y tan lejos de su estrella anfitriona, pero podría convertirse en el método más apropiado para detectar otros exoplanetas.
En un artículo independiente, también publicado en Nature, el astrónomo Rodrigo Díaz, del Instituto de Astronomía y Física del Espacio de Buenos Aires, Argentina, quien no participó en este estudio, dijo que el descubrimiento “nos da una pieza clave en el rompecabezas de la formación y evolución planetaria”.
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