Los retos del nuevo comisionado de Cultura de Chicago

No hace ni dos meses que el alcalde Rahm Emanuel nombró a Mark Kelly como nuevo comisionado de Asuntos Culturales y Eventos Especiales para la Ciudad de Chicago. Es un nombramiento interesante, en el que Emanuel se apoya en un reconocido experto en asuntos académicos para dirigir uno de los aparatos culturales más complejos del país, y cuyas responsabilidades incluyen una amplísima gama de eventos e iniciativas, desde macro festivales como los de jazz y góspel, hasta las pequeñas iniciativas culturales a nivel de barrio y comunidad que, sin el apoyo del municipio, no serían posibles.

No cuestiono el nombramiento de Kelly – para pleno conocimiento del lector, lo conozco personalmente– ni su habilidad para administrar y encabezar iniciativas complejas de gran calado. Kelly fue vicepresidente de Asuntos Estudiantiles en Columbia College Chicago, institución a la cual sirvió por 30 años. Mucho del trabajo que Kelly encabezó con esa y otras instituciones educativas estuvo fuertemente relacionado con el ámbito cultural.

Mi duda, o acaso mi pregunta, es en torno a conocer la visión de fondo que Emanuel tenga sobre el papel que las actividades culturales juegan en Chicago, tanto las apoyadas por el gobierno municipales como las que se sostienen por sus propias fuentes de financiamiento, y el papel que esa política cultural tiene sobre el resto de la ciudad.

Chicago cuenta con una oferta cultural espectacular tanto para residentes como para visitantes: música, cine, teatro, danza, museos, festivales, literatura y muchas otras oportunidades. El calendario cultural no se arredra ni siquiera ante las inclemencias del invierno aunque la mayoría de la actividad cultural más visible, la que se lleva a cabo a la intemperie, se concentra entre mayo y septiembre.

Es difícil pensar que Kelly cambiaría esto, no tendría sentido. Pero sí hay que preguntarse qué tanto el departamento bajo las órdenes de Kelly profundizará la oferta cultural que pueda penetrar en los barrios más difíciles de la ciudad, los barrios destrozados por la violencia, el tráfico de drogas, la acción de las pandillas, el desempleo y el caos de la educación pública.

¿Qué tanto de la gran oferta cultural de la ciudad llegará a Englewood, a Austin, a La Villita? Nadie pone en duda que la agenda cultural de Chicago pone a la ciudad en un primer plano internacional y representa un considerable ingreso económico. Pero, ¿se benefician todos los ciudadanos, especialmente los que más necesitarían de actividades culturales en barrios que estamos perdiendo a pasos agigantados?

La cultura genera opciones, presenta alternativas, ofrece nuevas visiones del mundo. La cultura puede ser un catalizador de la paz. En muchas partes de Chicago falta eso. Ojalá ese tema aparezca en el radar del nuevo comisionado.

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