Resistencia civil en las calles

La demostración de fuerza en la Marcha de la Mujer envió una fuerte señal

El segundo día de la administración Trump ya ganó un espacio en la historia. No fue por una acción especial del flamante mandatario. El protagonista fue la gente que se manifestó en cientos de ciudades de los 50 estados de la Unión Americana. Fue un clamor en favor de una democracia participativa, inclusiva, que respete la diversidad y la libertad del individuo que resonó de un extremo al otro de la nación.

La Marcha de la Mujeres, que se comenzó a gestar hace varios meses, fue una respuesta adecuada al tono establecido en la ceremonia de lo toma de posesión del viernes pasado.

Ese día fue la pompa del cambio de poder característico y respetuoso de una democracia como la nuestra. El presidente entrante no siempre llega de la mano del voto popular. Precisamente por eso, en este caso, era muy importante que Donald Trump mantuviera la tradición de llamar a la unidad de los estadounidenses. Pero no lo hizo.

El presidente, al mejor estilo de cuando era candidato, se dirigió a sus simpatizantes con el discurso de un presente catastrófico que los aterrorizó en la campaña y la solución chauvinista para todos problemas nacionales y globales de poner “América Primero.” No existió ninguna visión de unidad en su mensaje.

Cerca de un millón y medio de personas mostraron el sábado con su presencia en la calle que pueden ser ignorados en el universo del nuevo presidente. Pero no callarán el cuestionamiento de una agenda que fue rechazada por la mayoría de la gente que votó en noviembre.

Las marchas fueron la demostración del poder de unidad que tiene la oposición a Trump. Esta es una fuerte señal para mantener la esperanza de que todavía no hay nada perdido y hay mucho por luchar.

Los inmigrantes deben saber que no están solos. En la marcha estuvieron acompañados por los ambientalistas, por los defensores de los derechos humanos, por los luchadores por la justicia social, por los activistas de la educación pública, por los sindicalistas que combaten la explotación laboral, por los religiosos que se rebelan y los hombres y mujeres que quieren una sociedad sin racismo.

Ellos tampoco estarán solos. Los inmigrantes seguirán marchando junto a ellos en este camino del cual falta mucho por recorrer.
El gran desafío es cómo canalizar esa pasión y energía en una fuerza que tenga un impacto hoy para frenar una agenda antipopular y crear los cimientos del futuro. El primer paso se dio el sábado

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