Los borrados de la Casa White

América no es más grande sin su segunda lengua; en concreto, es entre un quinto y un sexto más pequeña.

La noticia fue tempranera, el enlace “en español” de la Casa Blanca cayó en desgracia. Fue uno de los primeros gestos del nuevo presidente hacia la comunidad. En Estados Unidos hay 57 millones de hispanos. Casi el veinte por ciento. Los hispanos llegan de fuera, o llegan de la historia. Los hay que siempre han estado aquí, desde antes de que se fundara el país. La geografía da fe de que no es un hecho casual, es historia del país, de nuestro país.

La información en español era acto protocolario propio de naciones desarrolladas: cortés y burocrático. No tenía cometido político. Su función era poner la información del gobierno al alcance de los lectores de español. De los de aquí y de los de allende nuestras fronteras. En el continente americano hay cerca de 400 millones de hablantes de español con interés natural por saber de nuestro país, que no es cualquiera.

Al introducir “Spanish” en el buscador de la Casa Blanca, obtenemos cuatro resultados. Once para “French”, si gusta comparar. Ninguno para “español”.

Habría que caracterizar el borrado como un acto de aislamiento, y nunca comparable con el borrado de la información sobre el cambio climático o la comunidad LGBT. Porque en estos asuntos,a la larga, habrá información al gusto de la nueva presidencia. Pero sobre la lengua, ¿cómo se podría sustituir?

El borrado estaba anunciado. El español se ha enarbolado como arma arrojadiza a la hora de rascar votos. Sirvió para arrinconar a Jeff Bush y para desequilibrar a Marco Rubio. Se pasó del sueño de un presidente latino a su demonizador en jefe. Defenderse de este vacío va a ser todo un reto ya que la inacción solo abriría la puerta a otras arbitrariedades. Lo primero debe ser, por ello, que el presidente “se retrate” y nos lo cuente: ¿Es borrado político o qué es?

Hay que salirle al paso también a eso de que los hispano-parlantes no quieren hablar inglés. El español es un componente esencial de la identidad latina, y no entra en conflicto con el inglés. No es una característica como la comida, que cualquiera puede preparar. No se trata por ello de aprender inglés para sustituir al español. Se puede ser estadounidense hablando español e inglés, y viceversa.

América no es más grande sin su segunda lengua; en concreto, es entre un quinto y un sexto más pequeña.

¿Y si todo fuera un espejismo (como algunos apuntan) y resulta que lo que ocurre es que no han tenido tiempo para traducir la nueva información de la página? Pues entonces sería, apúntenlo, Alicia en el país de las maravillas.

Luis Silva-Villar es profesor titular de lengua y lingüística en la U. de Colorado CMU. lenguaporoficio@gmail.com

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