El recuerdo de la Copa Confederaciones 1999, único trofeo de FIFA que ha ganado el Tri mayor

El técnico de esa selección, Manuel Lapuente, habla de aquella gesta frente al Brasil de Ronaldinho y compañía

A Manuel Lapuente se le derramó la bilis. Seis meses llevaba preparando la Final de la Copa Confederaciones 1999 -anticipando el México vs. Brasil-, y a unas horas del partido arribaron a la concentración los directivos del Mónaco para amarrar a Rafael Márquez, quien sería titular como central por izquierda.

“‘¡Oigan, va a jugar mañana, espérense!'”, clamó el técnico, desesperado porque al siguiente día la Selección Mexicana enfrentaría el partido más importante de su historia. “No esperaron, creo que les urgía, ese día estuvieron ahí, llegó toda la prensa, yo ni salí con mi hígado así“.

Sentado junto a una réplica del trofeo de la Confederaciones, en su casa en Atlixco, Lapuente recrea a Grupo REFORMA los pormenores del único título avalado por la FIFA que ha ganado el Tri Mayor y para ello viaja a la noche del 3 de agosto de 1999.

“‘El que no duerma, no pasa nada. Los Cruzados, cuando iban pelear, velaban armas, y no dormían, y salían enteros a pelear, así los quiero ver a ustedes'”, recordó Lapuente, como si tuviera enfrente a Cuauhtémoc, Márquez, Campos, Suárez.

“‘La única manera de ganarle a Brasil, métanselo en la cabeza, es hacerles más goles que los que ellos hagan, porque nos van a hacer goles, pero vamos a hacer más que ellos, así vamos a ganar‘. Ésa fue la mística con la que jugaron, vieron el gol de frente“.

El Tricolor se preparó durante seis meses con giras y torneos internacionales como las Copas Carlsberg, USA, Corea del Sur, América. Impidió que el futbolista se relajara, lo exprimió, detectó a quiénes de verdad les dolía perder.

Una preparación de febrero a agosto, y en la última noche, a unas horas del partido, llegó a Sumiya la visita incómoda desde Mónaco.

Un día después, el 4 de agosto, a pocos minutos de una exhibición ante 105 mil personas en el Estadio Azteca y millones de mexicanos pegados a la pantalla, el técnico no recurrió ni a la épica ni a una proclama.

“Yo hubiera dicho lo que hubiera dicho, si no hubiera carácter en mis jugadores, no hay nada, ¡no entra uno al corazón!, y menos a la cabeza, si no es porque ellos están ávidos de eso… Eso es lo que hay que escoger, el que no se arruga ante nadie.

“Mis jugadores sintieron esos deseos de ganar, prevalecer, estar, eso fue fundamental“.

Lapuente detectó una peculiaridad en el comportamiento de los futbolistas: todos se vieron capaces de emigrar al Mónaco o a otro equipo europeo. Brasil, comandado por Ronaldinho, metió tres goles. México anotó cuatro.

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