Regresan “Los Atencos” con machetes en contra del nuevo aeropuerto de la CDMX
“El gobierno dice que todo esto es progreso, pero para nosotros es despojo. ¿Qué significa para ellos, para el gobierno y para Slim repartir unos cuantos millones y comprar conciencias? “Nada: para él es nada, pero para nosotros significa la vida. La tierra es todo para nosotros”, dice Espinosa.
SAN SALVADOR ATENCO.- Adán Espinosa, líder del Movimiento de Defensa de la Tierra saca con una manguera el agua sucia de su lavadora y la vacía en una cubeta. Lo hace con cuidado para reciclarla en la taza del baño de la casa porque tienen problemas de abasto (sólo dos veces por semana) y calcula que cada vez habrá menos.
“El Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México nos dejará sin nada de agua”, calcula.
Este temor aunado a ver convertidas sus tierras y vidas campestres en una urbanización sin control tiene a Espinosa y cientos de campesinos en oposición desde hace 11 años cuando se canceló tras diversas marchas las calles de la Ciudad de México con machete en mano, enfrentamientos con la Policía Federal y dos muertos.
Tras esa derrota en 2016, el Estado mexicano se hizo de alrededor de 550 hectáreas en la zona. Los opositores dicen que lo hicieron comprando a líderes y conciencias de unos 300 ejidatarios que finalmente aceptaron el pago por sus tierras, pero el caso es que resucitó el plan en este municipio del Estado de México de 15,000 habitantes.
Hace unos meses comenzaron a desplazarse algunos trabajadores para iniciar la construcción de la valla perimetral del futuro Nuevo Aeropuerto impulsado por el gobierno del presidente Enrique Peña con una inversión de 70,000 millones de dólares.
En el proyecto participa a la cabeza el yerno de Slim, Fernando Romero (casado con Soumaya Slim), quien ganó la licitación junto con el británico Norman Foster; pero también los empresarios Carlos Hank Rhon, con las compañías Hermes Peninsular y Bernardo Quintana, con ICA.
Los argumentos oficiales para insistir en el proyecto en el mismo lugar de conflicto se debe a un asunto logístico: de siete aerolíneas atendidas actualmente, la nueva terminal deberá dar servicio a 21, y de recibir 0.6% de la carga aérea global tendrá que poder atender al 5% y una capacidad anual de pasajeros de 50 millones, contra 30 millones de la terminal actual.
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Peña Nieto –quien ha sido un activo promotor del nuevo aeropuerto en sus discursos- agregó que para 2050 habrá seis pistas y servicio para 120 millones de pasajeros; al final, el aeropuerto sumará 95 plataformas de contacto (sitios de desembarque de los pasajeros) y 42 remotas.
“El gobierno dice que todo esto es progreso, pero para nosotros es despojo”, contradice Espinosa. “¿Qué significa para ellos, para el gobierno y para Carlos Slim repartir unos cuantos millones y comprar conciencias? “Nada: para él es nada, pero para nosotros significa la vida. La tierra es todo para nosotros”, dice Espinosa mientras camina por la sala de su casa de dos pisos en busca de su viejo machete.
En abril de 2016, el FPDT de las comunidades de San Salvador Atenco y Tocuila expulsaron de sus ejidos a militares que ingresaron con tanquetas para proteger los trabajadores de la obra que comenzó gestarse; unos meses después, hicieron lo mismo con policías federales y estatales.
Sin embargo en los últimos días enfrentan a un nuevo enemigo. Espinosa dice que son malandrines “drogadictos” contratados por el gobierno del Estado de México como grupos paramilitares para enfrentar a “los atencos” de manera violenta. “Van armados con pistolas”, afirma. “Ayer íbamos a intentar sacar otra vez a los trabajadores pero no nos quisimos enfrentar”.
Para evitar la sangre que corrió en 2006 en San Salvador Atenco, la estrategia de los opositores ha sido seguir por el camino legal (el caso se piensa llevar ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos) pero, dadas las circunstancias, paralelamente van a sacar los machetes y volver a las calles de la capital mexicana.