Por 20 años se creyó indocumentado cuando era residente permanente

"Me quité un peso de encima porque temía perder a mi familia si me deportaban", dice

Edgar Vega vivió casi 20 años de su vida pensando que era indocumentado. Se sobresaltaba ante la proximidad de una patrulla y no quería acercarse a San Diego por el miedo a ser deportado. Lejos estaba de imaginar que desde 1998 era residente permanente.

“Yo nací en Mexicali, en la frontera con México. Como había problemas en la familia porque mis padres se estaban separando, mis tíos que vivían en Los Ángeles los convencieron para que me dejaran venir a vivir aquí. Y ellos aceptaron porque pensaron que estaría mejor”, dice.

Así fue como a los nueve años y medio de edad, alrededor de 1988, entró al país con un pasaporte y un permiso para vacacionar en Estados Unidos.

Pero las vacaciones se alargaron. Vega creció y fue a la escuela en Bell Gardens. En 1997, cuando ya era un muchacho, un amigo de su tío lo puso en contacto con un notario y éste a su vez con un abogado de migración para que lo ayudaran con su residencia.

Edgar Vega muestra feliz su tarjeta de residente permanente. Atrás de la silla, lo observa su hijo menor Eli de cuatro años de edad. (Araceli Martínez/La Opinión).
Edgar Vega muestra feliz su tarjeta de residente permanente. Atrás de la silla, lo observa su hijo menor Eli de cuatro años de edad. (Araceli Martínez/La Opinión).

“El abogado solicitó mi residencia y fuimos a la Corte. No supe exactamente qué pasó porque el abogado no me explicó. Solo me dijo que ya estaba aceptado. Me llegó un número de seguro social y mi permiso para trabajar”, recuerda.

Vega dice que se puso muy contento pero el gusto le duró poco porque un año después se le venció su permiso de trabajo y ya no se lo quisieron renovar.

“En esa época yo tenía un trabajo estable y no le puse interés. Pensé que ya estaba legal y no debía preocuparme. Hice desidia”, confía.

El tiempo pasó. Se casó, se divorció, se volvió a casar, y ya con tres hijos, la confianza se transformó en preocupación.

“Ya no me sentía que estaba aquí legalmente. Me entraba miedo cuando veía una patrulla de policía. Y qué tal si me paran y me deportan, decía. No quería acercarme a San Diego por miedo a que en el retén me fueran a arrestar y que toda mi vida se viniera abajo”, confiesa.

El abogado en migración Alex Gálvez ayudó a Edgar Vega a descubrir que era residente permanente desde 1998. El inmigrante mexicano vivió casi 20 años pensando que era indocumentado. (Araceli Martínez/La Opinión).
El abogado en migración Alex Gálvez ayudó a Edgar Vega a descubrir que era residente permanente desde 1998. El inmigrante mexicano vivió casi 20 años pensando que era indocumentado. (Araceli Martínez/La Opinión).

Al mismo tiempo, revela que sentía miedo de preguntar directamente a las autoridades de migración sobre su estatus.  “No quería arriesgarme y poner en riesgo lo más grande que tengo que es mi familia”, expone.

Pero cuando su hija mayor de 15 años comenzó a cuestionarlo una y otra vez con la pregunta: “papá por qué nosotros nunca vamos a México“,  se decidió dar el primer paso. Además, cuenta que lo impulsó el darse cuenta que el riesgo de una deportación podía darse en cualquier momento porque empezó a haber muchas redadas.

Desesperado consultó entre dos y tres abogados, que de plano le dijeron que no podían hacer nada por él, porque tenía una orden de deportación, lo cual resultó falso.

“Eso si me sacaron buen dinero”, observa.

Un día en 2015,  durante su jornada de trabajo como repartidor, al sintonizar en la radio del camión que maneja, el Show de Piolín, dice que escuchó al abogado en migración Alex Gálvez y le inspiró mucha confianza.

“Decidí pedirle una consulta. A esas alturas, pensé, nada tenía que perder. Cuando me escuchó y le entregué los documentos que tenía, después de analizarlos, me dijo que me apostaba en un 80% que yo ya era residente legal. Me hizo el día. Salí de su oficina muy contento, con muchos ánimos”, dice.

Y Gálvez no estaba equivocado. Ocho meses después, Vega recibió en noviembre de 2016, su tarjeta de residencia permanente por correo.

“Me sentí el hombre más feliz del mundo. Pero a la vez me dio mucho coraje contra mi mismo cuando miré en la tarjeta que yo era residente permanente desde 1998, y yo creyéndome y viviendo como indocumentado con miedo a la Migra”, cuenta.

Vega dice que su experiencia como indocumentado le dejó la lección de no ser conformista.

“Si se te cierra una puerta, debes tocar otra y otra. No hay que tener miedo a fracasar”, dice.

Cuenta que con la tarjeta de residente permanente en sus manos, viajó  de inmediato a Mexicali a reunirse con su hermana mayor y a su padre a los que no veía desde hace más de 30 años.

Edgar Vega dice que ahora que sabe que ya es residente permanente va a solicitar cuánto antes la ciudadanía. Su hijo Eli de cuatro años lo escucha con atención. (Araceli Martínez/La Opinión).
Edgar Vega dice que ahora que sabe que ya es residente permanente va a solicitar cuánto antes la ciudadanía. Su hijo Eli de cuatro años lo escucha con atención. (Araceli Martínez/La Opinión).

Esta semana, Vega acudió a las oficinas de Gálvez porque quiere iniciar su proceso para hacerse ciudadano.

“Vivo más relajado. Ahora siento que puedo hacer muchas cosas y como que se me abrieron muchas puertas para crecer”, dice feliz.

La recomendación del abogado

El abogado Alex Gálvez que lo ayudó a obtener su tarjeta de residencia dice que el abogado que inicialmente le ganó la residencia en la corte, la consiguió a través de un alivio de suspensión de la deportación de antes de 1997 que ya desapareció.

“Lo que pasó es que falló en decirle, cuáles eran los siguientes pasos para obtener la tarjeta de residencia después de haber sido aprobado en la Corte”, indica.

Ahonda que Vega fue víctima de una mala atención por parte de su abogado.

“Es muy importante que los inmigrantes busquen abogados que entiendan la cultura latina y que los atiendan no solo al principio sino al final del caso. Ese abogado condenó a Vega a vivir 20 años con miedo”, expone.

Hace ver que escogió la opción más rápida para resolver el enigma de su estatus:  escribió Migración y les pedió que le renovaran la tarjeta de residencia. “Con la respuesta que me dieran, íbamos a saber su estatus. Respondieron pidiéndole que fuera a tomarse las huellas dactilares, y a los meses le llegó la tarjeta de residente permanente”, expresa.

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