¿Quiénes son los campesinos mexicanos que rechazan otra vez al TLCAN?
Las negociaciones comienzan el próximo 16 de agosto en Washington
MÉXICO.- Ahora son más viejos y están más cansado con el tiempo que les ha dado la razón como campesinos de base, dicen: después de 23 años desde la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) siguen igual de pobres y sin entrar a la bonanza de la agricultura de exportación que genera a México ganancias de hasta 627 millones de dólares anuales más en la balanza comercial con Estados Unidos.
“Eso ha sido ganancias para unas pocas empresas exportadoras de la agroindustria”, advierte Alejandro Niño, un campesino de 57 años residente de Tamuil, San Luis Potosí, que en los últimos días engrosa las marchas de miles de campesinos que exigen al gobierno mexicano retirar completamente el capítulo agropecuario del TLCAN.
La razón por la que dejó sus parcelas y se unió a las marchas de la Unión Nacional de Trabajadores y decenas de organizaciones de trabajadores del campo es muy sencilla: cada vez ser agricultor es menos negocio aunque ame el campo.
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Porque según Federico Ovalle, líder de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos, se dejaron de cultivar 2.6 millones de hectáreas se perdieron seis millones de empleos, además de que México pasó de importar el 10% de sus alimentos al 50%.
Todo comenzó con el retiro de los subsidios al campo sin alternativas tangibles. Por ejemplo no se invirtió dinero para establecer un programa que enseñara de manera masiva a los agricultores a ser más competitivos para enfrentar a los vecinos del norte aún cuando éstos enviaron a sus hijos a capacitarse.
El hijo de Alejandro Niño estudió para ingeniero agrónomo, pero, por los sueldos que le ofrecieron en el gobierno eran tan bajos que prefirió ingresar a las filas de la Policía Estatal, donde malgasta su talento y arriesga la vida en uno de los momentos más violento del país por la expansión de células del crimen organizados.
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“Ahora mi muchacho no me puede asesorar en los problemas del campo porque está lejos y no tiene tiempo, ¡qué desperdicio!”, advierte el campesino en entrevista con este diario mientras emprende la marcha de protesta a lado de otros campesinos.
Gente como el hijo de Niño que apuesta a la agricultura y son un relevo generacional no ha podido ayudar a los suyos y, en los mejores casos, se han tenido que emplear con los gigantes de la agroindustria que sí apuesta de manera privada al conocimiento para mejorar la fertilizantes, controlar enfermedades fitosanitarias, controlar plagas…
“No queremos que nos den nada, aquí hay talento sólo que nos ayuden a capacitarnos y que no nos roben”, advierte Manuel Galarza, también oriundo de San Luis Potosí, quien marcha a lado de Niño con una bandera en alto.
La manera en que se roba a los campesinos tiene un modus operandi: los presidentes municipales o los representantes respectivos de los programas de ayuda los hacen firmar cheques como si les dieran los beneficios completos, pero no se los dan o se los dan a medias.
En una ocasión que se perdieron las cosechas de Niño, los representantes del Fondo de Desastres Naturales de la Secretaría de Gobernación le hicieron firmar que recibió 2000 pesos (unos 150 dólares) cuando en realidad recibió 300 pesos (25 dólares). “Me dijeron que si no firmaba de recibido no me daban nada y uno con el problema encima y sin dinero hace cualquier cosa para salir del apuro”.
Los campesinos inconformes lamentan seguir en desventaja frente a Estados Unidos a pesar de que la liberación de gravámenes fue lento y paulatino hasta que en 2008 se quitaron impuestos a la importación de frijol y maíz, donde la gran masa del campo mexicano era fuerte.
Garza levanta la voz en algo más: “somos un país rico y lo seremos más si los campesinos mejoran porque aquí se da todo y en el mundo se prevé una crisis alimentaria, pero el TLCAN tal como está ahora es un estorbo”.