Grace Mugabe, la polémica primera dama de Zimbabue en el centro de la lucha por el poder en la nación africana

Le dicen Gucci Grace por su gusto por el lujo y sus intentos por convertirse en la sucesora de su marido, Robert Mugabe

Los Mugabe contrajeron matrimonio en 1996. / Getty

Los Mugabe contrajeron matrimonio en 1996. / Getty Crédito: Getty

La primera dama de Zimbabwe, Grace Mugabe dijo a comienzos de noviembre del vicepresidente Emmerson Mnangagwa que era “una serpiente venenosa” que “debe ser golpeada en la cabeza”.

Tan solo un día después, el presidente Robert Mugabe, destituyó a Mnangagwa, que fue acusado de deslealtad y abandonó el país.

El matrimonio presidencial se dedicó entonces a recabar los apoyos en la gobernante Unión Nacional Africano Zimbabuense-Frente Patriótico (ZANU-PF, por sus siglas en inglés) para lograr que ella ocupara la vicepresidencia vacante.

Muchos analistas creen que aquella maniobra inició la lucha por el poder que ha desembocado en la operación militar de este miércoles en el país africano, que puso en arresto domiciliario al anciano presidente (93 años) y que, según algunos pronósticos, podría colocar a Mnangagwa en la presidencia.

Andrew Harding, corresponsal de la BBC en África, asegura que “el error de Mugabe fue asumir que todavía era lo bastante poderoso como para instaurar una dinastía con su esposa como sucesora”.

Harding cree que Mnangagwa tomará ahora el control y muchos gobiernos extranjeros le darán “el beneficio de la duda”.

El paradero de la mujer de Mugabe no está claro.

El más alto mando militar del país, Constantino Chiwenga, había advertido hace pocos días de que el Ejército actuaría para terminar con las purgas en el partido gubernamental.

Más de 40 años más joven que su marido, Grace Mugabe se ha convertido con el tiempo en una figura tan relevante como controvertida en Zimbabwe y en el exterior.

Su relación con el presidente, que comenzó cuando la primera esposa de este, Sally, convalecía de un cáncer que finalmente no superó, permitió a Grace ascender desde su empleo como mecanógrafa de la presidencia hasta los más altos niveles del poder.

Lo veía como a un padre

Robert Mugabe contó que Sally había dado en vida su visto bueno a su nueva relación sentimental.

Grace dijo en una entrevista que siempre vio a Mugabe como “una figura paternal” y nunca pensó que fuera a pensar en ella como pareja.

No se se casaron hasta 1996, cuatro años después de morir Sally, pero con ella en vida tuvieron dos de sus tres hijos.

Su destino personal y político estuvo desde que se casó con él ligado al del presidente.

Grace se convirtió en una personalidad familiar para los zimbabuenses, que no habían pasado por alto su querencia por la compra de extravagantes artículos de lujo.

Su gusto por la ropa de alta costura le granjeó el sobrenombre de “Gucci Grace”.

Mientras que sus simpatizantes destacaban su trabajo en organizaciones caritativas y asistenciales y se referían a ella como Doctora “Amai” (madre en español), sus detractores la acusaban de haber emprendido una campaña despiadada en busca de riquezas e influencia.

Entre sus muchos negocios en el país africano se incluye una gran explotación agraria en las afueras de Harare, la capital de Zimbabue.

Con ayuda china

Allí fundó un orfanato financiado con capital chino que presentó como una de sus iniciativas solidarias.

Los anteriores propietarios de las tierras las perdieron tras la reforma agraria impulsada por el gobierno de su marido en 2001.

Pero el patrimonio presidencial se extiende mucho más allá de la periferia de la capital.

Los Mugabe tienen fincas agrícolas y ganaderas en todo el país, muchas en la rica región norteña de Mashonaland.

Su compañia de productos lácteos, Alpha Omega, es una de las que domina el mercado en Zimbabwe.

El antaño héroe de la independencia de la nación africana de Reino Unido, acaecida en 1980, fue con el paso de los años perdiendo su aureola de libertador para ser visto por los gobiernos occidentales como el ejemplo típico de gobernante abusivo aferrado al cargo.

Como Robert, Grace también está sujeta a las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea.

Occidente acusa a los Mugabe de apropiarse ilegalmente de tierras de terceros, amañar elecciones y violar los derechos de la oposición.

La primera dama nunca se privó de lanzar furiosos ataques contra sus rivales políticos.

Ha sido una de sus maneras de actuar en la arena política.

En medio de las dudas sobre el estado de salud del presidente, los últimos movimientos de su mujer contra el vicepresidente se han interpretado como un intento de posicionarse como su sucesora en la jefatura del estado.

Ella nunca ocultó sus ambiciones.

En un mitin en 2014 dijo: “Dicen que quiero ser la presidenta. ¿Por qué no? ¿No soy una zimbabuense?”

La última reacción del Ejército es considerada por muchos expertos como un intento de impedir que a la muerte de Mugabe, padre fundador del estado, se instale una dinastía en Zimbabwe con el ascenso de su mujer al poder.

En los años que ha pasado junto a Robert Mugabe, Grace siempre mostró su total adhesión a un líder del que afirmó que ganaría las elecciones incluso después de muerto.

Acostumbra a acompañarlo en todos sus viajes oficiales, muchos a Medio Oriente, donde el matrimonio también posee varias propiedades.

Las salidas al exterior de la primera dama tampoco han estado exentas de polémica.

El pasado mes de agosto, durante una estancia en la vecina Sudáfrica, la modelo Gabriella Engels, de 20 años, la denunció por haber intentado estrangularla con un cable eléctrico.

No era la primera vez que “Gucci Grace” era acusada de agredir a alguien. Esa vez recurrió a su inmunidad diplomática para eludir la investigación de la justicia sudafricana.

Otro de los frentes de la controvertida vida pública de Grace Mugabe fue el académico.

En 2014 logró en apenas dos meses un doctorado en la Universidad de Zimbabwe, pese a que, al contrario de lo que sucede con otros estudiantes, su tesis nunca fue registrada ni se hizo pública.

Su título de doctora fue uno de los méritos que presentó en su campaña para hacerse con el liderazgo de la organización femenina de la ZANU-PF.

Desde esa plataforma quiso consolidar una posición política dominante que había causado mucho malestar entre sus rivales políticos, a los que exigió públicamente su dimisión cuando creyó necesario, y que le reprochan lavar en público los trapos sucios del partido.

Mnangagwa no es el primer vicepresidente de Zimbabue que sufre el ataque de la mujer del presidente.

Contra otros vicepresidentes

En 2014 Grace fue la punta de lanza de la operación que terminó con el relevo de Joice Mujuru. Entonces acusó a la número dos del gobierno de ser “corrupta, chantajista, incompetente, chismosa, mentirosa e ingrata”.

Además, le atribuyó colaborar con la oposición y la población blanca para socavar las conquistas logradas con la independencia.

Pocos meses después, Mujuru fue apartada del cargo. Desde entonces es la cabeza visible de la opositora Coalición Arco Iris y llama constantemente a que la gente participe en las elecciones para evitar que los Mugabe se perpetúen en el poder.

Pero el pulso actual de Grace Mugabe, el que mantiene con el destituido vicepresidente Mnangagwa, parece haber ido mucho más lejos que aquel.

Mnangagwa fue elegido como sucesor de Mujuru tras haber ocupado el Ministerio de Justicia y recibir el reconocimiento público del presidente por ser “leal y disciplinado”

Sin embargo, las cosas se torcieron.

Cuando Mnangagwa se tuvo que retirar indispuesto de un mitin y ser trasladado al extranjero para recibir tratamiento, sus seguidores aseguraron que había sido envenenado con un helado hecho con leche procedente de la granja de la primera dama.

Él mismo dijo que lo habían envenenado pero rechazó por “falsos y maliciosos” los comentarios que culpaban a la señora Mugabe.

Ella reclamó públicamente a su marido que lo cesara.

Finalmente, Mnangagwa fue relevado después de los ataques de Grace Mugabe y de que el ministro de Información asegurara que “había mostrado signos de deslealtad”.

El vicepresidente abandonó el país, pero muchos auguran que regresará en breve.

De la primera dama, omnipresente todos estos años, no se sabe dónde está.

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