“¿Hijos yo?… el salario mínimo no da para eso’’
Hipólito Cardosa apenas y gana $5 al día y la mitad la gasta en transporte
MEXICO – Cuando las amas de casa de la colonia Del Valle se asoman en la sección de frutas y verduras del Superama, una tienda de autoservicio muy popular en la Ciudad de México, encuentran los mejores calabacines y jitomates, los pimientos más lustrosos y los plátanos sin una sola mancha.
Todo luce perfecto sin imaginar siquiera que detrás de esa calidad hay un joven oaxaqueño de 23 años que dedica una tercera parte de su vida a seleccionarlos por un salario de alrededor de cinco dólares al día, la mitad del cual lo gasta en transporte y el resto en comida y en renta, luz, gas…
Hipólito Cardosa nació en La Soledad La Lana, un pequeño poblado del estado Oaxaca, donde vivió hasta que emigró a la capital mexicana en busca de progreso sin saber que el futuro aquí está igual de lejos que en el pueblo en un país con políticas de salarios bajos para los trabajadores menos calificados.
Y el muchacho es uno de ellos, uno de los siete millones de personas que según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía (INEGI) vive con el salario mínimo en México, de los cuales, uno de cada seis que trabaja en comercio y servicios como él; su padre también está en este nivel, pero en la agricultura que concentra el 27% de los peores pagados.
Su padre parió 11 hijos y así se embarcó en la pobreza, pero Hipólito, que es el más joven de la familia no piensa caer en el mismo juego, dice. “No, no, no“, repite cuando se le pregunta en entrevista para este diario. “No pienso casarme ni tener un hijo si no gano al menos para poder ahorrar y tener una casa’’.
Hipólito es un chico muy especial si se toma en cuenta que proviene de una población indígena en México donde aún en el siglo XXI el número promedio de hijos es de cinco, aún cuando ganen el mínimo, aún cuando, en general, prevalecen altos índices de embarazo adolescente que no toma en cuanta sus condiciones económicas.
“Lo que veo es que muchas muchachas y muchachos no piensan en nada más allá que en casarse y tener hijos como si eso les fuera a hacer felices y luego se dan cuenta de que se metieron en un problema, piensa apesumbrado mientras lustra las naranjas y las mandarinas de temporadas para que queden apiladas y atractivas.
“Yo quiero cambiarme del departamento de frutas y verduras a otro, aquí mismo en Superama, que me permita tener un horario fijo para que yo termine la preparatoria y poder ganar más’’.
De acuerdo con las cifras de INEGI, una persona en México puede empezar a aspirar a un mejor sueldo a partir de que concluye los estudios de preuniversitario. Del total de la masa que gana el salario mínimos sólo el 30% terminó la primaria y sólo tres de cada 10 terminó la secundaria.
Por ello Hipólito se siente “casi’’ del otro lado, a un paso de iniciar sus estudios en escuela abierta, sin compromisos de hijos ni nada por el estilo en proyecto, pero sí con ánimos de salir del círculo de la miseria y la ignorancia de saber que un niño necesitará salud, educación y plata, mucha plata. “En mis planes futuros está resolver mis problemas personales’’, insiste, casi como un mantra.
Si México fuera alguno otro e los 34 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) otra cosa sería. Tal vez pariría o… quizás no, depende a qué se aspire en la vida. Hipólito tiene otras prioridades con las que sueña si ganara el mínimo de Australia, donde pagan a 15.2 dolares. “Si viviera allá me compraría ropa y viajaría’’, precisa. “Y seguiría estudiando’’.