Madre Dolores: así la llaman por ayudar a los desamparados en Chicago

Dolores Castañeda da de comer a los desamparados en “La Ciudad de los Vientos”

CHICAGO – Desde hace siete años, la mexicana Dolores Castañeda dedica gran parte de su tiempo a darle de comer a los desamparados que viven en los barrios hispanos de Pilsen y La Villita, a merced del clima y de los peligros de una ciudad como Chicago.

Esta pequeña mujer, de unos cinco pies (poco más de 1,5 metros) de estatura, recorre con sus ayudantes las calles de esos barrios para socorrer, con comida, cobijas y ropa, a decenas de desamparados que le han puesto el sobrenombre de “La Madre Dolores”.

“Yo no los ayudo, ellos me ayudan a mi y yo siento esa empatía, ese amor por ellos, algo que en cada uno veo a mi familia, en cada rostro de ellos veo a mi hermano, a mi hermana”, señala Castañeda en entrevista con Efe.

Esta vecina de La Villita, de ojos y pelo negro, quiere que la gente tome conciencia que “los desamparados son seres humanos y que en un momento tuvieron un hogar, que tuvieron una familia, pero por cosas de la vida terminaron en la calle”.

La gente etiqueta a los desamparados como alcohólicos y drogadictos, pero todos tienen una historia y una familia, insiste la mujer, originaria de la ciudad mexicana de Guanajuato y a la que le gusta que la llamen Madre Dolores.

“Para que sientan ese calor y ese apoyo de una madre, pues para mí es un privilegio tener tantos hijos”, señaló la mujer, quien también reparte medicinas que no requieren receta.

Los desamparados le han puesto el sobrenombre de "La Madre Dolores".
Los desamparados le han puesto el sobrenombre de “La Madre Dolores”. EFE

Efe acompañó recientemente a Castañeda y a tres voluntarios a una de sus misiones durante una noche de diciembre, a bordo de una camioneta, y observó como el grupo bajó unos contenedores y sirvieron sopa con pollo, chocolate y arroz con leche a cuatro desamparados que dormían en la calle.

La mexicana, de 54 años, llegó a Chicago en 1983 y trabajó durante una década en Chicago Lighthouse, una organización que provee servicios a personas con retos visuales.

En México se graduó de la Universidad de Querétaro en Psicología y Educación, pero en vista de que sus cuatro hijos ya están terminando sus estudios universitarios ella también ingresó hace un tiempo a la Universidad de Illinois para perseguir una maestría en Salud Publica.

Castañeda afirma que muchas personas le donan comida, incluida orgánica, y cuando no consigue ella misma compra de su bolsillo alimentos para repartirlos cada miércoles y domingo, los días en que otras organizaciones no distribuyen comida a los desamparados.

“La comunidad siempre me ha apoyado. Si yo necesito comida y cobijas, la gente me da comida y cobijas. Las cobijas siempre se necesitan porque se mojan bajo la lluvia o la nieve”, relató.

La mujer no tiene miedo de contraer una enfermedad por estar en contacto con los desamparados, ya que, afirma, Dios está con ella.

Luis Teno, uno de los voluntarios que desde hace siete meses acompaña a Castañeda, dijo a Efe que la hispana le recuerda a la Madre Teresa por su total dedicación a los pobres.

“Creo que Dios la eligió para socorrer a sus hijos que están desamparados, igual como a la Santa Teresa de Calcuta”, dijo.

El sacerdote Don Nevins, el pastor de la iglesia católica Santa Inés y quien conoce a Castañeda desde hace diez años, también cree que la mujer es especial.

“Está dedicada a los pobres y nunca busca elogios para ella”, dijo Nevins.

Según el Departamento de Familias y de Servicios de Apoyo de Chicago, hay 5,657 personas desamparadas en la ciudad.

La mexicana apuntó que si los desamparados son los mas vulnerables de la sociedad, los desamparados indocumentados están en una situación peor.

Quisiera llevar un registro de las personas a las que ayudan, pero muchos hombres y mujeres de la calle rehúsan dar sus nombres verdaderos, y sin identificación no pueden ser tratados en caso de emergencias médicas.

Recordó el caso de un desamparado que dormía en un callejón y fue mordido por una rata. Castañeda le insistió de que vaya a un hospital, pero él se rehusó bajo el argumento de que no iba a ser atendido “por no tener una identificación”. Días después, el desamparado falleció.

La vulnerabilidad de los “sin techo” queda patente en el hecho de que son frecuentes blancos de robos y ataques.

Un hombre desamparado que quería salir de la calle y había empezado a trabajar en un restaurante para poder alquilar un inmueble murió poco después de ser golpeado y asaltado, según recordó la mujer.

“De eso hace como un año. Era joven y tenia muchas ganas de salir de las calles, era el líder del grupo, el que me hablaba de algún teléfono público si alguien estaba enfermo”, recordó.

La hispana dice que a pesar de las circunstancias los desamparados son positivos y nunca hablan de cosas negativas, sino que más bien dan gracias por lo que tienen, aun cuando en Navidad “están viviendo en la calle”.

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