Oscar 2018: “Los oscuros secretos del Pentágono”, la película sobre las mentiras de EEUU sobre la guerra de Vietnam

La gran producción de Steven Spielberg The Post presenta uno de los episodios más destacados del periodismo estadounidense

Una redacción con periodistas en mangas de camisa que escriben a máquina y se enfrentan a un dilema que puede cambiar el curso de la historia es una escena muy cinematográfica.

Si además quien se pone detrás de las cámaras es el director de cine Steven Spielberg y frente a la lente actúan Tom Hanks y Meryl Streep, el atractivo del filme se multiplica.

Es el caso de The Post (traducida como “Los oscuros secretos del Pentágono” o “Los archivos del Pentágono”) que este domingo aspira a dos Oscar: mejor película y mejor actriz protagonista.

La producción de Spielberg cuenta el trepidante desarrollo de unos eventos que tensaron la relación entre los medios y las autoridades hasta poner en jaque la libertad de prensa en Estados Unidos.

Meryl Streep en "Los oscuros secretos del Pentágono" (Foto: IMDB)
La actriz Meryl Streep interpreta a Kay Graham en la película “Los oscuros secretos del Pentágono” y está nominada al Oscar a mejor actriz, pero tiene complicado ganarlo. (Foto: IMDB)

¿Cómo ocurrieron los hechos reales que recrea la película?

Para quienes no hayan visto la película, quieran hacerlo y no conozcan los hechos históricos que sostienen la trama, advertimos que este artículo revela detalles de su desenlace.

Una figura inesperada

Junio de 1971: Estados Unidos afrontaba, sin ser consciente de ello, la recta final de su implicación en la Guerra de Vietnam.

Protesta contra la guerra de Vietnam frente al Capitolio de Washington DC en mayo de 1971
Las protestas en Estados Unidos contra la guerra de Vietnam se agudizaron a finales de los años 60, principios de los 70. Getty Images

El conflicto había causado una profunda división en un país donde cientos de miles de personas llevaban años protestando contra la participación estadounidense en una guerra que no tenía visos de llegar a su fin y que no hacía más que cobrarse la vida de jóvenes soldados.

El descontento y la indignación se intensificaron a partir de 1965, cuando el ejército de EE.UU. empezó a bombardear Vietnam Norte.

El número de víctimas aumentaba cada día, los costos de la guerra también ascendían y los ciudadanos comenzaban a poner en duda las justificaciones del gobierno para seguir envueltos en una guerra tan lejana.

Las marchas antibélicas contaron a partir de 1969 con un participante inesperado: Daniel Ellsberg, analista militar estadounidense que conocía desde dentro los detalles de la guerra.

La frustración de Ellsberg creció de tal forma que tomó una decisión que marcaría su vida: copió miles y miles de documentos secretos que terminaron por salir a la luz y que se conocen como los Papeles del Pentágono.

El engaño de Vietnam

Ellsberg era una de las pocas personas que tenía acceso a un estudio que, con el título “Relaciones EE.UU.-Vietnam 1945-1967: estudio preparado por el Departamento de Defensa”, detallaba la historia de la implicación político militar de EE.UU. en Vietnam durante esos años.

Lo encargó el entonces secretario de Defensa Robert McNamara con el objetivo de escribir una “historia enciclopédica de la guerra de Vietnam”.

El trabajo final consistió en 3,000 páginas de análisis histórico y 4.000 páginas de documentos originales del gobierno repartidos en 47 volúmenes y clasificados como material sensible top secret. Se hicieron 15 copias.

Básicamente, los documentos exponían cómo los gobiernos de los presidentes Dwight Eisenhower (1953-1961), John Kennedy (1961-1963) y Lyndon B. Johnson (1963-1969) extendieron el alcance de sus maniobras en Vietnam sin informar a la ciudadanía.

Las fuerzas armadas de EE.UU. se involucraron en bombardeos sobre los vecinos Camboya y Laos, redadas costeras en el norte del país y ataques de la Marina.

Según Ellsberg, “los documentos demostraban el comportamiento inconstitucional de una serie de presidentes, la violación de su juramento y la violación del juramento de todos los subordinados“.

Los papeles del Pentágono reflejaban, además, que el motivo de EE.UU. para implicarse en esta guerra no fue tanto un impulso humanitario hacia Vietnam Sur sino la utilización del conflicto para contener el poder e influencia de China.

La filtración a los medios

Tras convertirse en opositor a la guerra, Ellsberg y su colega Anthony Russol fotocopiaron el estudio en octubre de 1969 con la intención de publicarlo.

El hijo de Ellsberg, Robert, le contó a la prensa que él y su hermana, que apenas eran adolescentes, ayudaron a su padre con las miles de copias y recortando las palabras top secret de los documentos.

La intención inicial de Ellsberg era hacerle llegar los papeles a legisladores y miembros del gobierno para poner fin a lo que consideraba una guerra errónea, pero ante la indiferencia de los políticos, decidió acudir a la prensa.

Ellsberg se acercó al reportero de The New York Times Neil Sheehan y le dio 43 volúmenes en marzo de 1971.

Después de asesorarse legalmente, el diario comenzó a publicar fragmentos de los documentos el 13 de junio de 1971 con un fuerte impacto .

Pese a no ser señalado directamente por los documentos, el gobierno de Nixon acusó a Ellsberg y Russo de quebrar la ley de Espionaje de 1917.

Además, el fiscal general John Mitchell obtuvo una orden judicial que forzó a The New York Times a detener la publicación después de tres artículos.

El periódico apeló la orden y el caso The New York Times Co. vs EE.UU. rápidamente llegó hasta la Corte Suprema.

Salto a The Washington Post

En plena contienda judicial, otro periódico, The Washington Post, comenzó a publicar su propia serie de artículos basados en la información revelada por los papeles del Pentágono.

El analista Ellsberg le dio parte de los documentos a Ben Bagdikian, reportero del diario, que en aquel momento era una publicación modesta que acababa de salir a Bolsa y que estaba en manos de Katharine Graham.

Bagdikian le presentó la información al editor de The Washington Post, Ben Bradlee.

“En total eran 7.000 páginas aunque nosotros sólo teníamos 4.000”, relató el propio Bradlee en una entrevista con la radio pública estadounidense NPR en 1995.

Las recibimos a las 10:30 de la mañana y a las 10:30 de esa noche publicamos la primera historia. Nadie las leyó por completo.

“Sólo podíamos leer fragmentos, cada uno de nosotros leíamos secciones. Entonces, durante unas ocho horas leímos y después tuvimos una reunión editorial y decidimos qué podíamos publicar”.

Ese mismo día, el fiscal general adjunto de EE.UU., William Rehnquist, urgió al periódico que detuviera la publicación.

En ese punto jugó un papel clave la dueña del diario, Kay Graham, que había quedado al frente de The Washington Post tras el suicidio de su esposo, Philip.

Ante la posible acusación de desacato, Graham tuvo que decidir entre retroceder y salvaguardar la seguridad del periódico o publicar y luchar por la libertad de la prensa.

Tras muchas idas y venidas, conversaciones con Bradlee por un lado y con el equipo de abogados y asesores financieros de la empresa por otro, Graham decidió seguir adelante con la publicación de los documentos.

Ante esto, Rehnquist buscó una orden en un tribunal de distrito de EE.UU. pero el juez Murray Gurfein declinó emitir un requerimiento.

El gobierno apeló la decisión de Gurfein y el 26 de junio la Corte Suprema accedió a estudiar el caso conjuntamente con el litigio de The New York Times.

Otros 15 diarios recibieron copias del estudio y empezaron a publicarlo.

Fallo de la Corte

El 30 de junio de 1971, la Corte Suprema decidió, en un fallo de 6-3, que el gobierno no había cumplido con el requisito del “peso de la prueba” y le dio la razón a los periódicos.

“Sólo una prensa libre y sin restricciones puede exponer de forma efectiva el engaño del gobierno”, escribió en su razonamiento el magistrado de la Corte Hugo Black.

“Y entre las responsabilidades de una prensa libre es fundamental el deber de evitar que cualquier parte del gobierno engañe a los ciudadanos y los mande a tierras lejanas para morir de fiebres extrañas y disparos y bombas extranjeras”.

Un año más tarde, Bradlee y Graham tendrían también un rol indispensable en el caso de Watergate, que culminó con la renuncia del presidente Richard Nixon.

Y sobre eso también existe una película: Todos los hombres del presidente (1976).

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