Masacres en nuestro nombre
Estados Unidos da apoyo financiero, militar e ideológico a Israel
“Lo que viene es una masacre”. Esas fueron las palabras de un oficial de un órgano internacional durante una delegación de defensoras y defensores de derechos humanos, de la cual fui parte (llamada “#JusticeDelegation”) a Palestina la semana pasada.
Se refirió al día de hoy (martes 15 de mayo), cuando se cumple 70 años de la “Nakba” (que significa “catástrofe” en árabe), cuando se creó el estado de Israel. En aquel momento, 750,000 palestinos fueron desplazados, 30,000 asesinados en casi 70 masacres y cerca de 600 pueblos fueron incendiados.
Es a esos mismos pueblos, cuyas estructuras a lo mejor ya no existen, donde quieren llegar los que se han aferrado al sueño de volver a pisar su tierra natal. Por eso se anunció hace dos meses en Gaza la Gran Marcha de Regreso, donde hoy miles de palestinos que viven en lo que las Naciones Unidas han descrito como “la cárcel de aire libre más grande del mundo,” intentarán salir de esa prisión para regresar a sus pueblos de origen.
En estas últimas siete semanas, el ejército israelí ha matado más que 90 personas, incluso niños y periodistas, y más que 5000 están heridas. Según Médicos Sin Fronteras, las heridas por donde salieron las balas son del tamaño de un puño, dejando a los huesos pulverizados, como si nunca existieran. Es un poco simbólico de la estrategia del gobierno israelí hacia los palestinos: agobiarles desde todo espacio y en cada momento desde nacido, hasta que su existencia se quede pulverizada, como una memoria de un sueño llamado “pueblo” que en algún tiempo y lugar existía.
Los 1.2 millones de palestinos refugiados radicados en Gaza quieren regresar a su tierra como es su derecho (y como millones de inmigrantes han querido en su momento), pero cualquier intento de salir es recibido con la agresión descontrolada por Israel.
El ejército israelí, con armas financiadas por los Estados Unidos, vigila las fronteras de Gaza. Los soldados reciben instrucciones de cómo responder a un palestino protestando o acercándose a la valla eléctrica, sea hombre, mujer o niño. Ellos no solo pueden, sino están obligados, disparar para “herir o matar,” lo cual va en contra de las normas bajo derecho internacional humanitario. Una táctica que usan es lo que llaman “kneecapping,” que es básicamente disparar a las rodillas para permanentemente dejar al individuo inválido.
Un ex soldado nos dijo que lo hacen para que los palestinos “lleguen arrodillados al muro.” Ese muro Israel sigue montando ilegalmente para supuestamente dividir tierra palestina de tierra israelí y bajo el falso pretexto de seguridad, pero en realidad ese muro no tanto divide sino que ilegalmente expropia tierra palestina.
El muro es el mismo del cual se inspiró Donald Trump en un tuit famoso mencionando que un muro así en la frontera sur con México serviría de protección. Según Trump y el Presidente de Israel, Benjamin Netanyahu, se justifica todo bajo su falsa narrativa de seguridad que depende del racismo y sentimientos anti-inmigrantes para poder mantener la limpieza étnica y estado apartheid que es Israel, parecido al mismo que existía en Sudáfrica. Deberíamos preguntarnos cada vez que escuchamos justificaciones de seguridad nacional, ¿seguridad para quién y de qué?
Pero ni llegando al muro pueden salir de Gaza. Israel controla toda frontera de Gaza y los palestinos tienen que pedir permiso para salir, aunque sea para ir al médico, estudiar o ver a sus familiares en otro territorio ocupado y también palestino. En 2017, solo siete mil peticiones fueron aprobadas de una población de dos millones de personas. ¿En qué país legítimo en el mundo se prohíbe el derecho al movimiento de dos millones de personas? ¿En qué mundo se permite que estas violaciones de derechos humanos fundamentales sigan sin ninguna acción concreta tomada contra ellas?
Nada de esto hubiese sido posible sin el apoyo militar, financiero e ideológico de los Estados Unidos. Cuando el ejército israelí estaba matando a 55 palestinos en Gaza ayer, EE. UU. celebró la apertura de su embajada en Jerusalén, ciudad antigua y palestina, donde Israel ha ido interviniendo para expropiar a tierras y familias palestinas. Tal acto en sí fue hecho tanto para provocar que mostrar un apoyo sin condiciones a Israel, y una complicidad en todas sus acciones ilegales y condenadas por la comunidad internacional.
Nuestro reclamo como personas que creen en y defienden los derechos humanos debe ser claro y contundente: en mi nombre no. La matanza perpetua en Palestina no sucede en mi nombre. La construcción del muro – sea en Israel o en la frontera con México – no se autoriza en mi nombre. La discriminación sistematizada contra refugiados, sea en Belén o acá en Nueva York, no se hace en mi nombre.
Las violaciones de nuestros derechos solo pueden vivir en la oscuridad; mueren con la luz del día cuando las sacamos a examinar. Que salga toda barbaridad cometida en nuestro nombre a la luz. Así podemos construir la sociedad digna y justa que tanto añoramos.
(Natasha Lycia Ora Bannan es Presidenta del Gremio Nacional de Abogados. Sígala en Twitter: @lyciaora)