El país de América Latina que prosperó gracias al proteccionismo
Y qué puede enseñar al mundo
El proteccionismo volvió a instalarse en la agenda mundial este año.
Y todo por la imposición de fuertes aranceles sobre las importaciones por parte del presidente Donald Trump en un intento por proteger los empleos estadounidenses, que desencadenó una guerra comercial con China.
Instituciones que defienden el libre comercio advierten que aranceles más altos y otras barreras podrían tener consecuencias devastadoras para la economía mundial.
Roberto Azevedo, director de la Organización Mundial del Comercio, dice que las barreras comerciales que mantienen alejados a los rivales extranjeros alentarán a las industrias menos competitivas a producir más.
Él sabe de primera mano lo que el proteccionismo puede o no puede hacer.
Azevedo es oriundo de Brasil, país que durante décadas tuvo algunas de las barreras comerciales más fuertes del mundo a pesar de ser un gran exportador de materias primas y la novena economía más grande del planeta.
Aunque Brasil comenzó a abrir su economía, todavía está en los últimos lugares del índice de “libertad comercial” de la Heritage Foundation.
Modelo proteccionista
América Latina fue durante mucho tiempo defensora del proteccionismo, con el objetivo de fomentan el crecimiento de industrias nacionales que de lo contrario serían aplastadas por la competencia extranjera.
Gran parte del Brasil moderno se construyó con la ayuda de políticas proteccionistas.
Desde la década de 1950, las barreras comerciales y los subsidios gubernamentales se utilizaron para obligar a los principales fabricantes de automóviles, incluidos Volkswagen, Ford, Fiat y Mercedes, a establecer plantas en el país.
Muchas industrias no competitivas, desde textiles hasta computadoras, pudieron florecer gracias a las políticas comerciales que hacían que los productos extranjeros fueran demasiado caros para importar.
No fue hasta principios de la década de 1990 que Brasil comenzó a abrirse al mundo, pero el proteccionismo sigue siendo un ingrediente importante para obligar a los actores extranjeros a fabricar localmente.
Las tarifas sobre camiones o autobuses importados ascienden al 132% del precio final, según un estudio en 2014. El precio de un iPhone de Apple en Brasil es en promedio un 50% más caro que en EE.UU.
La mejor manera, a veces la única, de vender a los 200 millones de consumidores de Brasil es establecer una fábrica local y convertirse en un jugador “nacional”.
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Críticas a libre comercio
Si bien el libre comercio se convirtió en algo así como un mantra en los últimos años, algunos cuestionan su beneficio para las economías emergentes.
El economista de la Universidad de Cambridge, Reino Unido, Ha Joon-Chang, argumenta que la mayoría de los países que defienden el libre comercio, como Estados Unidos antes de que Trump se convirtiera en presidente, solo lograron prosperidad económica a través de políticas proteccionistas.
El libre comercio es solo un medio para que las economías desarrolladas “quiten la escalera” hacia el desarrollo y que las naciones emergentes no sean competitivas, afirma.
Esta escuela de pensamiento sigue siendo popular en América Latina.
La industria brasileña todavía depende en gran medida de las barreras comerciales y los subsidios para proteger a su industria nacional.
El año pasado, la OMC falló en contra de la política sobre la industria automotriz del país, conocida como Inovar-Auto, que otorgó casi US$8.000 millones en incentivos a los productores locales desde 2010.
Los empleos son una parte central de la estrategia: muchos subsidios y desgravaciones fiscales se emitieron en 2014 en un intento de proteger los puestos de trabajo en un momento en que el país estaba cayendo en una recesión.
Si otros países imponen aranceles más altos y continúan librando batallas comerciales, ¿podrían las economías protegidas como Brasil beneficiarse?
Políticas a contramano
Irónicamente, la tendencia hacia el proteccionismo se produce cuando Brasil intenta abrir su economía y recientemente se postuló para unirse a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), un club de naciones ricas.
Esto es parte de la política del gobierno brasileño para ganar más inversión extranjera y hacer que la economía esté más impulsada por el mercado.
Un informe de la OCDE a principios de este año arrojó que para desencadenar el pleno potencial económico de Brasil y reducir la desigualdad se necesitará más recortes al gasto público y más comercio e inversión.
Mientras tanto, es improbable que la guerra comercial entre China y EE.UU. ayude a liberar las políticas comerciales en América del Sur.
Aquellos que apoyan el libre comercio en Brasil, que es miembro del G20, dicen que la batalla es un mal momento para una economía que todavía está luchando por recuperarse de la recesión.
“Debido a que Brasil es una economía cerrada, termina teniendo una productividad muy baja en comparación con los países más desarrollados. Si eres más competitivo, te vuelves más productivo, y para eso debes ser más abierto e integrado en las cadenas de valor mundiales”, dice Gabriel Petrus, director de la sede brasileña de la Cámara de Comercio Internacional (ICC), una organización empresarial que defiende el libre comercio.
Brasil se está preparando para una elección general en octubre y las encuestas sugieren que algunos candidatos líderes apoyan en cierta medida las políticas nacionalistas y proteccionistas.
Eso, y el ruido de sables entre EE.UU. y China, sugieren que las batallas comerciales mundiales no desaparecerán pronto.
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