Hombres se pintan las uñas y retan al machismo en México
“Lo empecé a hacer por rebeldía, luego por un gusto estético y ya últimamente lo veo como una causa política”, advierte Daniel Escamilla, un artista visual
MÉXICO- En este país donde la feminidad puede costarte la vida, el más peligroso del mundo para ser mujer o parecida a ella, hay una tendencia entre varones heterosexuales, seguros de su virilidad, que encara tabúes y roles tradicionales de género con una acción muy simple: pintándose las uñas.
“Lo empecé a hacer por rebeldía, luego por un gusto estético y ya últimamente lo veo como una causa política”, advierte Daniel Escamilla, un artista visual e investigador de arte de 29 años.
Escamilla sabe que barnizarse las uñas no es algo nuevo. Cuando él era adolescente imitó a cantantes de bandas de rock como Blink o Nirvana o famosos del movimiento punk y emo. En aquellos años 90 del siglo pasado, su familia era tan conservadora que se lo prohibió.
“De nada servía porque yo llevaba siempre un estuche: cuando salía de casa me las pintaba y al regresar las despintaba”, confiesa. “Nunca me sentí gay por eso, quizás porque siempre las pintaba de negro”.
El reto en estos tiempos es que ya no van de negro como un movimiento dark sino en tonos coloridos. Pintarlas de lila hace un año y medio tuvo un precio para Escamilla: el ataque de un automovilista homofóbico, aunque él es heterosexual, casado, sin dudas de su sexualidad.
México es el país con mayor número de crímenes de odio en contra de personas gay, sólo por detrás de Brasil. Según el informe Violencia Extrema. Los asesinatos de personas LGBTTT, cada cinco días matan a alguien porque no es macho y el 75% declaran haber sentido algún tipo de hostilidad.
––Yo iba en la bicicleta con mis uñas en los manubrios un tipo se me emparejó en el auto y me gritó: “Pinche puto, te gusta la verga”––recuerda Escamilla ––. Al principio no hice caso, pero al reflexionar un poco me di cuenta que el problema de la misoginia (hay nueve feminicidios cada 24 horas) y homofobia debe enfrentarse con acciones radicales.
¿Desde cuándo sólo las mujeres pueden maquillarse, cuidar sus manos, peinarse?, le dijo Karla Hernández a su pareja Leonardo Vázquez un diseñador gráfico que tardó varios años pensando en el tema de llevar las uñas pintadas hasta que se envalentonó, empujado por ella y otras causas. “Antes eran los hombres quienes lo hacían: píntate si tienes ganas”.
Hoy Vázquez se hace la pedicura con colores en manos y pies una vez por mes y se depila las piernas, una tendencia masculina que observó cuando fue a hacer una maestría a Francia. “No me había atrevido porque me daba pena que fuera a decir mis hermanos y mi papá, pero tenía ganas”, recuerda.
“Hace un año y medio más o menos empecé a ver que mis alumnos llegaban con las uñas pintadas y nadie les decía nada y dije: ¿por qué no? Soy hombre, por mi trabajo interactúo mucho con el color y no creo que el color esté relacionado al género”.
Esther Rojo, propietaria de un salón de belleza en la capital mexicana observa que, efectivamente, la manicura colorida ha tomado mayor auge entre los jóvenes, aunque éstos aún no lo toman como causa social, sino más como imitación a artistas de moda como el reguetonero Bad Bunny, quien se presenta en escenarios con uñas postizas y llamativas sin poner en cuestión su virilidad.
“Los muchachos vienen y dicen que las quieren como tal cantante o algunos futbolistas”.
En el año 2015, un emprendedor australiano inició una campaña en contra de los límites de género con el hash #polishmen por las uñas pintadas y pronto sumó 58 millones de seguidores en redes sociales, entre ellos, famosos actores como Hugh Jackman, Luke Hemsworth o los chefs Mario Batali y Richard Branson.
En México la tendencia tardó unos tres años más pero se empodera poco a poco: la estilista Esther calcula que hoy por hoy tres de cada 10 clientes que se pintan las uñas son hombres.
“En mi caso no he tenido experiencias negativas de agresiones en la calle, aunque sí llamo la atención y son las mujeres quienes me han dado las opiniones más positivas”, reconoce Vazquez, quien piensa subir un escalón más al reto y para la próxima primavera usará faldas mientras Escamilla piensa en vestidos.
Los japoneses llaman a esa perdida “genderless”, un movimiento que pone contra la espalda y la pared a la manipulación de géneros porque, al final de cuentas, ¿quién decide qué deben usar los hombres y qué las mujeres?.