“Yo puse en peligro a mi hijo y me arrepentí de haber salido de Ecuador”: las cicatrices invisibles en la mente de la migración infantil

El proceso migratorio deja huellas profundas, especialmente en la salud mental de los niños

Un agente de la Patrulla Fronteriza comienza el proceso de entrevistar y procesar a un numeroso grupo de presuntos inmigrantes indocumentados, entre ellos niños. (Foto US Border Patrol / Hector Silva)

Un agente de la Patrulla Fronteriza comienza el proceso de entrevistar y procesar a un numeroso grupo de presuntos inmigrantes indocumentados, entre ellos niños. (Foto US Border Patrol / Hector Silva) Crédito: CBP

Rebeca tiene 8 años, salió desde Quito, la capital ecuatoriana semanas atrás. Ella forma parte de los más de 2,500 niños y niñas de Ecuador que, según el CBP (Customs and Border Protection), han llegado de manera irregular a Estados Unidos hasta junio de 2024. Detrás de estas cifras se esconden realidades mucho más dolorosas: entre ellos, los no acompañados, aquellos pequeños que, sin la protección de un adulto, enfrentan un viaje que marca sus cuerpos y mentes para siempre.

El desplazamiento irregular y la salud mental

El proceso migratorio deja huellas profundas, especialmente en la salud mental de los niños. Los expertos coinciden en que cualquier forma de movilización, y más aún en condiciones tan precarias, genera niveles altos de ansiedad y preocupación. La incertidumbre de un futuro incierto es una carga difícil de llevar para los pequeños, quienes no siempre saben cómo expresar sus emociones.

Para la psicóloga Mónica Ulloa, quien lleva registrando desde décadas atrás la temática de la problemática migratoria irregular, los niños pueden enfrentar problemas graves, como ansiedad generalizada y el desarrollo de fobias. Agrega que ellos normalmente se vuelven irritables, agresivos o se callan, permanecen tímidos, aislados, pero por dentro sus emociones están muy a tope y se sienten muy angustiados.

Los niños que emprenden estos peligrosos viajes, atravesando selvas y ríos, llegan profundamente marcados por el trauma. A esta experiencia se suma un desafío aún mayor: los pequeños ‘no acompañados’, aquellos menores que viajan sin la protección de padres, familiares o tutores. Estos valientes niños a menudo inician su travesía junto a hermanos de su misma edad o incluso menores, pero en la frontera enfrentan un riesgo aterrador: los traficantes de personas o los carteles pueden reclutarlos, secuestrarlos o separarlos para siempre.

Entrevista vía Zoom con Mónica Ulloa

El trauma y el neurodesarrollo: Una hipótesis por explorar

El desplazamiento irregular podría estar vinculado a trastornos del neurodesarrollo, como el Trastorno del Espectro Autista (TEA). La psicóloga Silvia Navarrete, con más de 15 años de experiencia en educación, sugiere que los eventos traumáticos, como cruzar la peligrosa selva del Darién o la frontera entre México y Estados Unidos, podrían desencadenar o agravar este tipo de trastornos en los niños.

El autismo se considera una enfermedad del neurodesarrollo, es decir, el ser humano la adquiere a lo largo de su infancia. “El TEA es una condición que afecta la manera en que las personas perciben el entorno y se relacionan con él. Es posible que el estrés extremo de la migración irregular esté relacionado con un aumento en los diagnósticos de TEA entre estos niños”, señala Navarrete. Sin embargo, la falta de estudios concluyentes en esta área deja esta hipótesis en el aire.

Entrevista con Silvia Navarrete

El desafío de adaptarse a una nueva vida

Pricila Ibern, docente escolar en Nueva York desde 1999, menciona que la mayor parte de estudiantes que recibe son ecuatorianos y mexicanos. Cuando ella empezó a trabajar, sus estudiantes eran hijos de migrantes, pero ellos eran nacidos en Estados Unidos. El grupo etario con los que ha trabajado está entre los 4 y 6 años. Agrega que antes los alumnos progresaban académicamente rápido. Esto empezó a cambiar desde 2015. “Ahora hay demanda de niños con autismo (TEA) muchos de ellos han cruzado irregularmente la frontera”, agrega Ibern. Sin embargo, esta posible causa como es el TEA se queda aquí, pues la falta de estudios y datos pueden afianzar o derrumbar esta teoría.

Los pequeños en su mayoría son hispanos, y el idioma inglés se suma al momento de enumerar las complicaciones representativas para ellos y esto influye en la capacidad de aprendizaje.

Entrevista vía Zoom con Pricila

Al igual que Rebeca está María, otra compatriota de 6 años, quien junto a su abuelita prefieren olvidar el viaje que les tocó emprender. Ahora, en Manhattan, a través del comercio informal tratan de salir adelante; sin embargo, María desea regresar al Ecuador. Ella no se muestra feliz y tampoco conforme con su nueva vida. 

Juan Carrillo, colaborador del refugio para migrantes Isla Randalls en Nueva York, trabaja constantemente con niños y dice que ellos llegan con traumas, poca interacción y débil aprendizaje. Desde su espacio, él trata de ayudarlos en este proceso de adaptación, que en algunos casos es doloroso, debido a que algunos han sido víctimas de abuso sexual. La alcaldía de Nueva York ha ampliado su presupuesto a $4,600 millones para atender a migrantes, de los cuales su prioridad son los menores edad.

Entrevista con Juan Carrillo

Una vez que ya llegaron al país de destino, la incertidumbre sobre su estatus migratorio, la separación de sus familias y la adaptación a un nuevo entorno cultural pueden influenciar su estado emocional.

El papel de los padres y el peso de la culpa

El desplazamiento irregular de los pequeños migrantes ha ocasionado que sus padres lleven el peso de la culpa por haberlos sometido a un viaje tan peligroso e inolvidable, como es el desde Ecuador hacia Estados Unidos.

Vilma Calapata, migrante ecuatoriana de la provincia de Cotopaxi, vive en Queens desde el 2021. Ella salió desde Ecuador hasta Managua en avión. Luego llegó a la frontera en tráiler y posterior a eso se desplazó a pie. “Traje a mi hijo y en muchas ocasiones dormimos de noche en el cerro, en el río. Arriesgué demasiado mi vida y la vida de mi hijo. Cuando una noche eso me quedó en mi mente, que yo no me puedo olvidar, dormimos en el lodo y todos los días me decían, cállense porque aquí van a secuestrarnos. Eso fue lo más terrible en mi vida, que yo puse en peligro a mi hijo y me arrepentí de haber salido de Ecuador”, dice entre lágrimas Vilma.

Un camino difícil por recorrer en una infancia olvidada

Ulloa considera que entre un 70-75% de niños que se han desplazado de forma irregular han sido afectados mentalmente. La mayoría de los padres o tutores tienden a invisibilizar la necesidad de buscar ayuda profesional por miedo a ser deportados.

Pese a esto, Kind, organismo estadounidense dedicado a trabajar en asistencia legal y servicios sociales, recalca que han visto prevalencia de desórdenes emocionales como trastorno de estrés postraumático (TEPT) como resultado de las experiencias traumáticas vividas antes, durante y después de la migración.

Kind brinda un cuidado integral a la niñez y adolescencia no acompañada. Según información proporcionada por esta entidad, ofrecen representación legal pro bono a niñas, niños y adolescentes refugiados y migrantes en todo el país, más de 21,000 casos fueron remitidos a desde su fundación, y actualmente atienden a más de 5,000 menores por año.

Rebeca sueña con ser doctora cuando sea grande. Ella quiere olvidar lo vivido en Centroamérica. De igual manera miles de niños ecuatorianos y latinoamericanos en una situación similar tienen el mismo deseo. Para Rebeca, Juan, Pedro, María, Gabriel, Lucía, Jorge y todos los pequeños migrantes que poseen grandes sueños es necesario empezar a visibilizar la salud mental para que ellos puedan crecer de manera digna.

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