Trump sube los aranceles… ¿y quién lo paga? Tú y yo en el súper
Resulta increíble que hoy se recurra a una política arancelaria propia del siglo XIX, cuando el mundo no estaba integrado comercialmente

El presidente Donald Trump al anunciar la imposición de aranceles a las importaciones a Estados Unidos a escala global. Crédito: AP
El 2 de abril, el presidente Trump proclamó su llamado “Día de la Liberación” frente a la Casa Blanca, anunciando un aumento drástico de aranceles bajo la promesa de “hacer a América rica de nuevo”. La medida propone elevar la tasa efectiva de aranceles del 2% al 24%, el nivel más alto en más de un siglo. Muchos analistas no anticipaban una acción tan radical. Si bien era previsible que los mercados reaccionaran negativamente, la magnitud del impacto sorprendió: los índices S&P 500 y NASDAQ 100 cayeron con fuerza, y el índice de volatilidad VIX se disparó hasta 45, cuando normalmente se mantiene por debajo de 20.
Aunque históricamente los mercados tienden a reaccionar de forma exagerada ante la incertidumbre, lo que puede abrir oportunidades para inversionistas con visión de largo plazo, la realidad es que muchas familias de clase media no cuentan con liquidez para aprovechar estos momentos. No es casualidad: Estados Unidos tiene una de las tasas de ahorro más bajas del mundo.
Todo esto me trajo a la mente mis primeras clases de economía en la universidad, donde aprendimos los componentes del Producto Interno Bruto (PIB): consumo, inversión, gasto público y exportaciones netas (exportaciones menos importaciones). Me resulta increíble que hoy se recurra a una política arancelaria que fue propia del siglo XIX, cuando el mundo aún no estaba integrado comercialmente. En más de 100 años, el comercio global ha contribuido a mejorar las condiciones de vida de millones, aunque sus beneficios no han sido uniformes.
Las consecuencias de estos aranceles —calculados de manera caprichosa— ya se están sintiendo. Muchas empresas que dependen de cadenas de suministro internacionales están viendo afectadas sus operaciones. Los aranceles frenarán el crecimiento global, reducirán márgenes de ganancia a empresas y aumentarán el riesgo de recesión. Sectores como el automotriz se ven especialmente golpeados, aunque hay exenciones temporales para productos de México y Canadá.
Históricamente, Estados Unidos ha sido un líder en la reducción de barreras comerciales para impulsar su economía y beneficiar a sus consumidores, quienes representan aproximadamente el 70% del PIB. Paradójicamente, el déficit comercial —la diferencia entre exportaciones e importaciones— representa solo el 4% del PIB. En otras palabras, enfocar la política económica en reducir el déficit comercial puede ser contraproducente, especialmente si termina afectando el consumo interno, su principal motor económico.
El desequilibrio comercial estadounidense no se debe únicamente a tratados desventajosos, sino a patrones de consumo: los estadounidenses tienden a gastar más de lo que ganan y ahorrar menos que otros países. Por eso, tienen déficits con múltiples naciones, no solo con aquellas que enfrentan ahora los aranceles más altos.
Si bien es cierto que EEUU depende menos del comercio exterior que otras economías desarrolladas o emergentes, existe la posibilidad de que el gobierno recurra nuevamente a estímulos fiscales. Ya ocurrió durante el primer mandato de Trump, cuando tras imponer aranceles a China se tuvo que subsidiar a agricultores estadounidenses para compensar el daño causado.
En resumidas cuentas, estas medidas pueden provocar un alza en la inflación, frenar futuros recortes de tasas de interés, afectar a las empresas y aumentar el riesgo de recesión. El comercio global se torna inestable, con mercados asiáticos fuertemente golpeados y reacciones más moderadas en Europa.
Lo más preocupante es el efecto directo en nuestros bolsillos: precios más altos, posible pérdida de empleos y una economía más frágil. Si las empresas enfrentan menores ventas, podrían optar por reducir su personal. El riesgo de recesión es real.
¿Hacia dónde nos quiere llevar este gobierno con estas decisiones? Es momento de reflexionar con seriedad sobre las consecuencias económicas y sociales de políticas que, en lugar de mirar al futuro, parecen estar ancladas en el pasado.
-Ramiro J. Atristaín-Carrión, es asesor financiero, economista y profesor