El porqué de la continua insistencia de Trump en que la Fed reduzca las tasas de interés
Una baja de las tasas puede ofrecer beneficios económicos a corto plazo pero también puede poner la semilla de una futura debilidad
El presidente de EEUU Donald Trump y Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal. Crédito: AP
Cuando Donald Trump pide una y otra vez que la Reserva Federal (Fed) reduzca las tasas de interés, no es un simple capricho. Detrás hay una mezcla de economía, política y, sobre todo, una estrategia muy clara: controlar la narrativa a su favor.
Trump siempre ha usado a Wall Street como termómetro de su éxito. Tasas más bajas significan dinero más barato, empresas que se financian con mayor facilidad y acciones que suben frente a los bonos. No es casualidad que durante su primera presidencia (2017–2021) repitiera que el mercado bursátil era “su boleta de calificaciones”. Cada recorte en tasas se reflejaba en subidas de la bolsa que reforzaban su relato de prosperidad.
Un impulso rápido a la economía
A corto plazo, el crédito barato tiende a incrementar el consumo, más inversión, más crecimiento. Con menos desempleo y mejores salarios, Trump podrá presumir que “su” economía funciona. El problema es que este estímulo actúa como un subidón de azúcar: genera energía inmediata, pero el efecto a largo plazo es más incierto.
Con la deuda pública de Estados Unidos en niveles récord, tasas bajas alivian la carga de intereses del Tesoro. Y aquí entra la visión de Trump empresario: para él, la deuda no es un problema si es barata de mantener. Igual que en el sector inmobiliario, ve al dinero barato como combustible para crecer.
Menores tasas tienden a debilitar al dólar, lo que hace más competitivas las exportaciones de Estados Unidos. Esta jugada encaja con su lema de “América Primero”, especialmente en la batalla comercial contra China y Europa.
Trump sabe cómo usar a la Fed como antagonista. Si la economía crece, el mérito es suyo; si no, la culpa es de un banco central “lento” y “desconectado”. En esta dinámica, él siempre gana puntos políticos.
Bajar tasas no solo beneficia a grandes empresas, también toca el bolsillo de la gente común: hipotecas más baratas, intereses de tarjetas de crédito más bajos y refinanciamiento más accesible. Trump lo presenta como prueba de que defiende al estadounidense promedio frente a una Fed “elitista”.
La historia nos advierte: cuando la política mete mano en la Fed, el resultado puede ser costoso. Nixon presionó a la Fed en los 70 con la misma lógica: ganó tiempo, pero dejó como herencia la estanflación que asfixió a Estados Unidos por más de una década.
Hoy podría pasar lo mismo: los mercados reaccionarían con entusiasmo ante un recorte, pero los bonos, la inflación y hasta el precio del oro no tardarían en mandar señales de alarma. Una Fed debilitada pone en juego la estabilidad económica de largo plazo.
La insistencia de Trump no se trata solo de economía. Se trata de poder: mover los mercados, estimular el crecimiento a tiempo para las elecciones, debilitar el dólar para ganar en comercio y aligerar la deuda del gobierno. Todo mientras moldea la narrativa a su medida.
El riesgo es que lo que hoy parece fortaleza termine sembrando las semillas de una futura debilidad. La gran pregunta es: ¿está Estados Unidos dispuesto a pagar mañana el costo de las victorias rápidas de hoy?
– Ramiro J. Atristaín-Carrión es economista, asesor financiero y profesor.