“Gemma habría perdonado a sus asesinos si hubiera sobrevivido al brutal ataque del que fue víctima”
Gemma Hayter fue brutalmente asesinada por personas que ella creía eran sus amigas
A Gemma Hayter muerta y desnuda en una vieja vía del ferrocarril del pueblo inglés de Rugby, en el condado de Warwickshire. Había sido torturada.
Ocurrió en agosto de 2010.
Todo a pesar de que, según la madre de la joven, había solicitado en multitud de ocasiones la ayuda de los servicios sociales.
“Por eso yo volvía a acudir a las autoridades a humillarme. Pero ellos no me escucharon. Decían que estaba intentando llamar la atención”, asegura Sue Price.
“Yo seguía yendo porque sabía que algo no estaba bien, haces ese tipo de cosas por tus hijos. Necesitaba ayuda”.
Durante mucho tiempo, su familia sospechó que Gemma tenía algún tipo de discapacidad mental, pero nunca recibió un diagnóstico formal.
Demasiado confiada
La familia de la joven dice que era muy confiada.
“Estoy muy arrepentida porque no la detuve”, dice Nikki, la hermana de Gemma, con la voz quebrada y las lágrimas cayéndole por las mejillas.
“Lamento no haber estado allí y no haber podido salvarla“, dice.
La misma Gemma pidió ayuda antes de morir.
Dos años antes de su muerte escribió una carta a las autoridades pidiendo ayuda para conseguir un trabajo y empezar a valerse por sí misma, como cualquier otra persona de su edad.
“Me gustaría tener un trabajo. Necesito ser independiente”, escribió. “Me gustaría que alguien me ayude si lo pido”.
“Esto es lo que necesito y quiero en mi vida”, escribió.
La historia del brutal y cruel asesinato de Gemma por parte de personas que ella creía que eran sus amigas, y las constantes fallas de las autoridades a la hora de prestarle protección, ha planteado serias dudas en Reino Unido sobre cómo la sociedad trata a las personas adultas en situación de vulnerabilidad o de exclusión.
Ahora, la familia y los amigos de la joven aparecen en un nuevo documental para contar su historia y preguntar por qué no se hizo nada más por esta joven desprotegida.
La muerte
El día antes de que asesinaran a Gemma, la vieron afuera de un garaje cerca de su departamento con dos personas a las que consideraba amigos: Daniel Newstead, de 19 años, y Chantelle Booth, de 21.
Dos personas que, junto con Joe Boyer, de 17 años, Jessica Lynas, de 18 años, y Duncan Edwards, de 19 años, serían, más adelante, declaradas culpables de su asesinato.
“La vi y le pregunté qué estaba haciendo”, recuerda Fran Cutts, amiga de la familia.
Gemma le dijo que iba a la ciudad de Coventry.
“Le dije: ‘¿por qué vas a Coventry?'”, recuerda Cutts, que acabó descubriendo que en realidad lo que hacía Gemma era robar cosas para las personas que estaban con ella.
“Era como si no entendiese que robar estaba mal porque lo estaba haciendo por sus amigos”, reflexiona la amiga.
Fran también descubrió que habían convencido a Gemma para que guardase drogas en su apartamento.
“Cuando le pregunté sobre eso, simplemente me contestó: Sson regalos, los estoy cuidando'”, rememora Cutts.
“Era tan inocente sobre las verdaderas intenciones de la gente que realmente no podría reconocer a una mala persona ni aunque se la pusieras enfrente”.
Ese mismo día, por la noche, Gemma fue a un pub con Chantelle, Daniel, Jess, Joe y Duncan. Después de reconocer que solo tenía 16 años, Chantelle empezó a empujarla por la calle.
Al día siguiente, después de haber soportado los abusos del grupo, Gemma fue a casa de Chantelle para recoger algunas de sus pertenencias.
Pero lo que pensó que sería una visita rápida se convirtió en un asalto brutal en el que Gemma acabó encontrando la muerte.
“La torturaron durante varias horas”, dice Nikki, que está muy familiarizada con los detalles más escabrosos del caso.
“Le golpearon la cabeza en un radiador enorme de estilo industrial, porque había sangre encima del aparato y por toda la pared”.
“Agarron unas latas de cervezas, orinaron dentro y después obligaron a Gemma a que se las bebiera”, asegura el investigador oficial del caso, James Essex, de la policía de Warwickshire.
Los asesinos
El grupo luego caminó con Gemma por la ciudad de Rugby, diciéndole que estaban yendo hacia a su casa.
Ella les creyó.
“Gemma estaría respirando aliviada”, imagina Nikki. “‘Solo tengo que doblar la esquina’, habría estado pensando.
Pero no llegó a doblar la esquina hacia su casa.
En su lugar, la llevaron a una vía férrea.
Allí, el grupo le colocó una bolsa de basura en la cabeza, le clavó una puñalada por la espalda y la patearon, como claramente mostraron las huellas en el cuerpo.
Después la desnudaron, la tendieron boca abajo, agarraron su ropa y trataron de prenderle fuego.
Al volver a visitar el lugar de la muerte de su hija, Price dice: “Es un lugar horrible para perder la vida en medio de la noche”.
“Todo lo que pude pensar fue, ‘¿Por qué? ¿Por qué alguien haría algo así?’“, se pregunta.
“Tenía cierto nivel de discapacidad. Era muy vulnerable. Y a pesar de haberle hecho lo que le hicieron, estoy segura que, de haber sobrevivido, los habría perdonado”, reconoce dolida.
“Sufrió mucho”
“Pensaron que todo estaba bien. Que lo que hicieron estuvo bien. Que no importaba, que solo era Gemma. Gemma no significaba absolutamente nada”.
“No sé qué pudo pensar ella”, se pregunta su hermana Nikki.
“Probablemente estaba pensando: ‘¿Qué diablos está pasando? No le he hecho nada a esta gente”.
“Probablemente sufrió mucho”, afirma.
Después de dejar morir a Gemma, una de las participantes en el asesinato, Jessica Lynas, usó una red social para intentar desvincularse de cualquier participación.
“Qué habrá pasado en la calle Hilly… ¿De veras encontraron un cuerpo?”, escribió en su muro de Facebook.
Pero de poco sirvió.
La policía detuvo pronto al grupo y, en el juicio, fueron declarados culpables.
Una sentencia ejemplar
Recibieron sentencias de entre 13 y 21 años de cárcel.
El juez, que echó mano de la legislación referente a delitos de odio por discapacidad, quiso que el caso sirviese de ejemplo y dictaminó sentencias más largas de lo esperado.
Gemma había sido diagnosticada con autismo cuando era más joven.
Sin embargo, cuando volvió a realizarse nuevas pruebas ya de adulta, una psicóloga no vio señales del espectro autista, así que la joven perdió el derecho de tener apoyo de especialistas.
Además, ella quería mantener su independencia y por eso exigía vivir sola, asegura la familia.
Cuando se revisó el caso, se dijo que lo que Gemma sufría era “una variedad de afecciones físicas y que su apariencia sugería que podía padecer un trastorno congénito o algún problema de nacimiento, aunque todas las pruebas que se le realizaron dieron negativo”.
Su diagnóstico más reciente, según el informe, era un trastorno de conducta.
Los fallos en el sistema de protección
“El primer día que fui al tribunal, me senté en la galería y empezaron a relatar lo que le había sucedido”, dice Nikki.
“Fue uno de los peores días de mi vida. Horrendo”.
El juicio descubrió numerosos fallos en la cadena protección que debía haber tenido la joven asesinada.
Un panel independiente llevó a cabo una revisión exhaustiva del caso y descubrió que se habían desaprovechado varias oportunidades para ayudarla.
Se identificaron hasta 23 oportunidades perdidas entre 2001 y el momento de la muerte de Gemma.
Nueve de ellas en el año anterior al de su asesinato.
Kathy McAteer, que llevó a cabo una investigación independiente, explicó que aunque no había pruebas de que el asesinato de Gemma pudiera haberse evitado si hubiera recibido apoyo, es posible que hubiera llevado una vida mejor.
Con ese valioso soporte que le faltó, “hubiese sido menos probable que se relacionara con ese tipo de personas que presentaban graves riesgos para su persona“, dijo.
Y es esta falta de apoyo es lo que, según McAteer, podría haber llevado a Gemma a ser víctima de los llamados “delitos de amistades”.
Engañada por sus amigos
Una variante de los delitos de odio en el que las víctimas sufren el abuso de quienes considera sus amigos.
“No son inusuales casos como los de Gemma, donde las personas que viven en la comunidad (bastante aisladas y sin un apoyo social suficiente) se relacionan con personas que no tiene intención de aportar nada bueno al otro”, dice.
“Gemma hubiese tolerado cualquier nivel de abuso siempre y cuando la persona dijera que era su amiga”, asegura McAteer.
Los problemas relacionados con los “delitos de amistades”, especialmente contra personas vulnerables como Gemma, están empeorando en Reino Unido.
Según el Ministerio del Interior británico, los delitos de odio contra las personas discapacitadas han aumentado en más del 300% entre 2011 y 2018.
En 2017, la policía reveló que ha habido también un aumento en los casos de “cuco”, cuando los delincuentes usan a personas vulnerables como Gemma para que almacenen drogas en sus casas.
La familia de Gemma asegura que intentó desesperadamente conseguir ayuda desde que ella era una niña.
“Sabíamos que era diferente desde el momento que nació”, recuerda su madre.
“Era muy, muy cariñosa. Siempre estaba buscando abrazos”.
Sin embargo, Price supo también desde una edad temprana que el desarrollo de Gemma era muy diferente al de otros niños.
Sin un diagnóstico concluyente
Cuando era joven, Gemma se sometió a prueba tras prueba, pero ninguna arrojaba un resultado concluyente.
Su familia siente que tantos los servicios sociales, como los médicos y los educadores la ignoraron.
“Una de las cosas más chocantes es que sabíamos que no podía hacer nada que otros niños sí podían hacer”, dice su hermana Nikki.
“Y sin embargo, nadie la sacó de la escuela para ponerla en otra especial”.
Solo cuando Gemma tenía 14 años finalmente le dieron un lugar en una escuela especial en la localidad en la que residía.
Pero seguía sin tener un diagnóstico, lo que significaba que su familia tenía que seguir luchando para conseguir el apoyo adecuado.
Entre los 13 y 19 años, Gemma se vio hasta en 29 ocasiones con los servicios sociales que determinan la discapacidad intelectual.
Todas indicaron que Gemma no tenía una discapacidad de aprendizaje “significativa”.
En los últimos 10 años de su vida, asociaciones como Atención Social para Adultos, el departamento de Vivienda de Rugby, el servicio de ambulancias de West Midlands, los médicos de atención primaria y los servicios de salud comunitarios examinaron su caso.
En total fueron hasta 168 ocasiones.
Sin apoyo
Cuando llegó a la edad adulta, nadie pudo darle el apoyo a largo plazo que realmente necesitaba.
“Como familia, hemos pedido ayuda desde que Gemma era pequeña”, dice Nikki. “A los servicios sociales o profesores o el hospital o el médico o quien fuera”.
“Durante mucho tiempo no cumplió con ningún criterio, por lo que la respuesta fue simplemente: ‘ella no es esto o lo otro’. O ‘ella podría ser esto’. O ‘ella podría estar en este espectro o este otro espectro’.
Pero luego vendría otra persona que diría: “No, no cumple con todos los parámetros”.
“Creo que si hubiera contado con algún tipo de asistencia por parte de los servicios sociales, alguien hubiera podido acompañarla diariamente”, cree Nikki.
“Y, como familia, habríamos sabido más sobre qué hacía y con quién estaba. Creo que no habría estado fuera de casa a esas hora de la noche [cuando murió]”.
Nikki no consigue contener las lágrimas cuando piensa en la vida que tuvo su hermana.
“Todo esto es tan triste. Su vida fue siempre tan complicada… Y que haya tenido que morir así… Es horrible”.
“Queríamos que fuera independiente, pero también que alguien la ayudara, y si hubiera tenido [apoyo] a los 25 años, no habría muerto”.
Las autoridades dicen ahora que hay tomar medidas para evitar que historias como las de Gemma vuelvan a ocurrir.
“Lo sentimos. Las autoridades, en su totalidad, lamentan mucho lo que sucedió “, dice el concejal de Warwickshire, Les Caborn.
“¿Podríamos haberlo evitado? No lo creo. Pero ahora estamos mucho más seguros de que los protocolos que tenemos ahora en marcha evitarán que algo así ocurra de nuevo”, dijo.
Durante la investigación de la muerte de Gemma, Caborn dijo que ya se habían puesto en marcha una serie de medidas.
Entre ellas una revisión de la atención social que se presta a personas adultas, la capacitación del personal de atención social y de vivienda además de un mayor apoyo a las personas con el espectro autista.
Pero, ¿qué puede esperar la familia de Gemma después de lo sucedido?
“Todas las personas del espectro autista son diferentes y como familia fue muy difícil de gestionar. Debería haber lugares disponibles con personal completamente capacitado, las 24 horas del día, los siete días de la semana” dice Sue Price.
“Las autoridades deberían considerar estos casos de forma individual y darles el trato que corresponda a cada uno de ellos”, sentencia la madre.
Pero lo cierto es que, a fin de cuentas, nada puede borrarle el recuerdo de su hija.
“Tenía tan buen corazón. Era considerada, muy cariñosa y amable. Gemma no le habría deseado nada malo a nadie”.
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