Casos de pederastia ¿De qué sirve el dinero?

Son muy tristes las noticias sobre los abusos sexuales cometidos por sacerdotes de la Iglesia Católica. Esta semana, al tiempo que los obispos se reunían en el Vaticano para elegir al próximo representante de Dios en la Tierra, se anunciaba que la arquidiócesis de Los Ángeles pagaría casi $10 millones para resolver demandas judiciales de abusos sexuales cometidos supuestamente por un ex sacerdote hace casi 30 años.

Según informó la prensa, dos de los demandantes recibirán $4 millones cada uno, mientras que los otros dos recibirán $1 millón cada uno.

Y en Illinois, la Diócesis Católica de Joliet también dijo que por orden judicial dará a conocer documentos relacionados con abusos sexuales cometidos por sacerdotes, los cuales se habrían dado entre 1958 y los años noventa.

Como parte del acuerdo judicial al que se llegó en este caso, la víctima también recibirá una indemnización.

Sin embargo, al escuchar de estas millonarias sumas, pienso ¿Acaso el dinero permite sanar? ¿Acaso devolverá a las personas que hoy son adultas la inocencia que perdieron de niños o remediará los efectos que causaron estos daños? Como dicen unos, el dolor no va a desaparecer con el hecho de que cambien de obispo o manden a los sacerdotes a trabajar en otro lugar.

Más aún, en el momento en que se vuelven a revelar los detalles de lo acontecido durante los procesos judiciales, se abren viejas heridas y los sobrevivientes deben revivir lo que han estado intentando dejar atrás. No es justo.

Las historias de abusos sexuales cometidos por sacerdotes, tanto en Estados Unidos como en Latinoamérica, son trágicas. Y lo peor es que, como dicen los sobrevivientes, ningún ser humano puede arreglar el pasado para ellos. El enfoque está sólo puesto en el futuro y en que los niños y niñas que hoy asisten a escuelas religiosas, o son monaguillos, o están en los coros de las iglesias, o viven en orfanatos dirigidos por sacerdotes, o asisten al seminario, estén seguros y no sean víctimas de este tipo de personas.

Lo que sí anhelan los sobrevivientes y muchos católicos y personas de cualquier credo religioso es que, algún día y de ser encontrados culpables, estos sacerdotes sean juzgados y condenados como cualquier otro ser humano. Que cese la impunidad. Los niños son primero.

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