Madre celebra su día en hospital de la Universidad de Chicago

Madre latina celebra su día con la recuperación de su bebé sometido a cirugía

Sofía Espinoza sostiene a su segundo hijo John Carlos en brazos en medio de los doctores cirujanos Deborah Loeff (izq.) y Fuad Baroody (dcha.) el 9 de mayo 2013, en el hospital de niños de la Universidad de Chicago, Illinois.

Sofía Espinoza sostiene a su segundo hijo John Carlos en brazos en medio de los doctores cirujanos Deborah Loeff (izq.) y Fuad Baroody (dcha.) el 9 de mayo 2013, en el hospital de niños de la Universidad de Chicago, Illinois. Crédito: EFE / Enrique García Fuentes

Chicago. – Con 21 años recién cumplidos, Sofía Espinoza celebrará el Día de la Madre este domingo con el regalo de ver recuperándose a su segundo hijo, John Carlos, sometido al nacer a una cirugía de altísimo riesgo que demandó la participación de 30 especialistas del hospital de niños de la Universidad de Chicago.

“Es como si se encendiera la luz en un cuarto oscuro. Así es la sonrisa de mi hijo”, dijo Sofía a Efe, al recordar aliviada los meses de angustia vividos desde que se enteró que el bebé que llevaba en el vientre sufría de una rara enfermedad.

Cuando se le practicó un ultrasonido de rutina, a las 24 semanas de embarazo, en lugar de enterarse del sexo como esperaba la futura madre fue informada de que el feto tenía un crecimiento anormal en el cuello, que luego se confirmó que era un teratoma cervical.

Aunque se trataba de un tumor benigno, que afecta a uno de cada 40.000 embarazos, podía tener implicaciones serias tanto para el bebé como la madre.

Sofía, que tiene una hija llamada Emily de dos años de edad y quería un segundo niño “para cerrar la fábrica”, recibió la noticia de la llegada del varón como “un golpe en el pecho que me dejó sin palabras”, dijo.

Nacida en California, de padres mexicanos, Sofía se casó en 2010 con un compañero de la secundaria y se estableció en la ciudad de Addison, Illinois, a una hora de distancia de Chicago.

La mala noticia la deprimió y postró en la cama, los médicos no tenían respuestas claras a sus preguntas o la experiencia necesaria para encarar una cirugía de alto riesgo ya que, a las 28 semanas, el tumor medía 11 centímetros de diámetro, casi del tamaño de la cabeza del bebé.

La sugerencia de los médicos era intentar el procedimiento en Houston o Cincinnati, pero Sofía se negaba a separarse de su familia. Finalmente, el seguro médico la puso en contacto con expertos de la Universidad de Chicago, donde se integró un equipo multidisciplinario de obstetras, cirujano pediátrico, otorrinolaringólogos, neonatólogos, anestesistas y enfermeros.

Todos comenzaron a trabajar para orquestar un nacimiento complicado que incluyó simulaciones en el centro quirúrgico.

“Era un procedimiento delicado, porque los vasos sanguíneos del cuello, nervios del grosor de un cabello y glándulas que incluyen la tiroides, estaban siendo comprimidos por este enorme tumor”, dijo la cirujana pediátrica Deborah Loeff, especialista en anomalías congénitas.

Cualquier error podría comprometer la capacidad futura del bebé de tragar, llorar o sonreír, señaló en una entrevista.

Sofía seguía los preparativos con la sensación de tener “un hoyo en el cuerpo” y preguntándose “¿qué es, de dónde vino, por qué, si tuve alguna culpa?”, dijo.

El nacimiento por cesárea ocurrió el 14 de febrero, Día de San Valentín, horas después que la madre regresara a su casa manejando desde Chicago, tras una visita regular a los especialistas.

“Yo hubiera preferido disfrutar de los chocolates del día de los enamorados antes de internarme, pero las contracciones me sorprendieron haciendo las tareas de la casa y doblando ropa y los médicos me hicieron regresar inmediatamente al hospital”, dijo Sofía.

En la cesárea, los médicos extrajeron primero la cabeza y el cuello del bebé, y mientras este continuaba recibiendo oxígeno a través de la placenta le insertaron un tubo de dos milímetros de diámetro en la garganta para facilitar la respiración y evitar un corte en el cuello para encontrar la tráquea.

Una vez completado el nacimiento el bebé fue trasladado a otra dependencia donde se realizó con éxito la cirugía, que duró cinco horas y permitió extirpar el tumor, que ya medía 12 centímetros.

Han transcurrido casi tres meses, John Carlos se ha recuperado, continúa creciendo y los médicos afirman que tendrá una vida normal y saludable, aunque será necesario un seguimiento anual porque existen posibilidades de recurrencia.

La única señal del tumor es una cicatriz en el cuello del niño y un exceso de tejido en el lugar que ocupaba el tumor.

“Algún día, cuando me pregunte sobre la operación, le voy a decir que nació con una condición especial”, dijo Sofía.

“Le voy a enseñar y a explicar todo, dispuesta a llorar con él”, dijo la joven madre, quien considera a su pequeño “un sobreviviente que me ha devuelto la sonrisa”.

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