A mí que me manejen
Como a veces somos tercos, tendrán que ser nuestra familia o las autoridades las que nos quiten las llaves cuando noten que no estamos aptos para manejar
Además de ser conveniente y divertido, manejar es símbolo de libertad e independencia, especialmente para la gente ‘grande’. Sin embargo, a medida que crecemos hay factores que afectan nuestra capacidad y habilidad para hacerlo.
Ayer iba distraída hablando con mi nieto y casi me pasé una luz roja en una avenida inmensa. Todo el mundo me insultó y me vio raro, mientras yo le daba gracias a Dios porque pude reaccionar a tiempo.
Según un estudio de la AAA, las personas que pasan de los 85 años producen cuatro veces más accidentes fatales que los jóvenes; yo tengo 60 pero debo confesar que me distraigo.
En los próximos 20 años se triplicarán las personas mayores de 70 años autorizadas para manejar y, como a veces somos tercos, tendrán que ser nuestra familia o las autoridades las que nos quiten las llaves cuando noten que no estamos aptos para hacerlo.
En California si eres ‘grande’ y produces dos o tres choques al año no te dan licencia. En Illinois los mayores de 74 años deben ir en persona a renovar su permiso por cuatro años, luego de los 86 se las dan por dos años y después de los 87 cada año.
Con la edad no sólo se nos cae todo, sino que vemos menos, nos falla el oído, los reflejos no son tan precisos y disminuye el sentido de la proximidad. Si tomamos medicamentos podría afectarse la memoria y la coordinación, pasarnos una luz roja y confundir el freno con el acelerador.
Es muy triste que por la edad nos quiten el control del volante, pero no queremos morir antes de tiempo y mucho menos llevarnos a otros con nosotros. Así que cuando nos empiecen a fallar todos los sentidos, usemos el sentido común, tomemos transporte público o dejemos que otros nos lleven y nos traigan.