La oficina donde los empleados sienten extrañas “presencias”

No pueden explicar por qué en el área de Control de Calidad dos veces se abrió y cerró la puerta -con picaporte-, sin que hubiera nadie

Andrés era un señor joven que amaba su trabajo, dueño de una empresa que realizaba piezas para autos hace más o menos 30 años. Un mediodía, hace casi cuatro años, después de almorzar le dio un paro cardíaco súbito y falleció.

Loma Hermosa era una zona residencial. No se conocen historias de las casas que se demolieron para construir la fábrica de Andrés, pero sus empleados experimentaron situaciones en las que sintieron presencias extrañas en el galpón. Algo que incluso desde su escepticismo no pasó desapercibido para ninguno. No se dieron todas de una sola vez ni justo después de la muerte de su jefe, sucedían de forma aleatoria y esporádica.

¿Creer o no creer?

Sebastián es empleado de la empresa autopartista desde hace 18 años y conocía muy bien a Andrés, al punto de considerarlo un amigo. De hecho, Andrés formó a Sebastián, por lo que en cierta forma podría decirse que Sebas era a la vez el protegido del jefe, y siempre lo alentaba a que conociera y aprendiera más en la empresa.

Su forma de animarlo más característica era darle una palmada en el hombro, el mismo gesto que un día sintió Sebastián, con la diferencia de que aquel día. Andrés ya no estaba ahí para hacerlo. Dos veces vivió esta situación Sebastián: la primera en la oficina y la segunda en la planta.

Las oficinas de la empresa no son todas nuevas. Hay paredes y losas de casas que nunca se demolieron, que fueron reacondicionadas para convertirlas en oficinas. Un día cualquiera se escuchó un ruido que llamó la atención. Llegaba desde la escalera que comunicaba a las oficinas del primer piso con las de planta baja. Eran pasos, pero nadie subía ni bajaba.

Y no fueron sólo sonidos. Las cámaras de seguridad, que se utilizan para hacer controles en los horarios durante los cuales no hay supervisión, captaron a una figura que parecía ser alguien que subía por esas escaleras. Fue durante la tarde, en un horario en el que las oficinas estaban cerradas. La sorpresa fue generalizada, pero nunca se esclareció lo sucedido: nadie quiso hacerlo, o nadie se animó.

Bruno, el hijo de Andrés y actual responsable del negocio, se pone nervioso cada vez que se menciona el tema, o alguien le pregunta. Él cree en fantasmas y apariciones, pero racionalmente no puede explicar por qué en el área de Control de Calidad dos veces se abrió y cerró la puerta -con picaporte-, sin que hubiera nadie. Lo que sí sabe es que no es la primera ni será la última vez que algo raro pase en su fábrica. Él cree en fantasmas y presencias, pero igual prefiere no pensar demasiado en el tema.

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