Propuesta de Trump para infraestructura ya encuentra “baches” en el Congreso

WASHINGTON.-  El presidente Donald Trump se reunió este martes con una veintena de principales ejecutivos de multinacionales para repasar sus prioridades legislativas, incluyendo su plan para modernizar la infraestructura nacional pero, mucho antes de que siquiera inicie un debate en el Congreso, su propuesta ya se ha topado con diversos “baches” en el Congreso, incluyendo divisiones en su propio partido.

No es secreto que buena parte de las carreteras, túneles y puentes de EEUU están en pésimas condiciones –recientes descarrilamientos de trenes y varios informes así lo han constatado a través de los años-, pero la promesa electoral de Trump de modernizar la infraestructura nacional se encuentra en limbo.

Acompañado de varios miembros de su gabinete, Trump se reunió hoy en la Casa Blanca con una veintena

de empresarios de empresas como General Motors, IBM, Pepsico y Walmart, divididos en cinco grupos para dialogar sobre asuntos como el comercio, la educación, la capacitación de la fuerza laboral, energía y ambiente, reformas del sistema regulatorio, y la modernización de la infraestructura.

“A la cabeza de nuestra agenda está la creación de estupendos trabajos bien remunerados para los trabajadores estadounidenses. Hemos hecho mucho progreso….es algo que va a empezar a despegar”, afirmó Trump.

En febrero pasado, durante su primer discurso ante el Congreso, Trump pidió la aprobación de su plan de infraestructura de un billón de dólares para la próxima década, argumentando que, bajo su gobierno, “llegó la hora para la reconstrucción nacional”, mediante una alianza público-privada.

Prácticamente con una pala a mano, la Administración Trump ha “vendido” su plan de infraestructura como una herramienta para fomentar el desarrollo económico y la creación de empleos mediante proyectos para la construcción o modernización de aeropuertos, ferrocarriles, carreteras, puentes, alcantarillados, y demás obras públicas.

Sin embargo, más allá de la solicitud de un billón de dólares, ni la Casa Blanca ni el Congreso han presentado un plan detallado, con prioridades y fuentes de financiación.

Según la Casa Blanca, Trump divulgará el esperado informe detallado el mes próximo.

En enero pasado, claramente en desafío a Trump, la bancada demócrata en el Senado presentó su propio plan de infraestructura por un billón de dólares pero, al igual que la Administración, tampoco explicó cómo lo financiaría.

A la espera de que el Congreso apruebe fondos, varios gobiernos estatales han tomado cartas en el asunto para recabar fondos para diversos proyectos de transporte. California, por ejemplo, aprobó la semana pasada una legislación para aumentar los impuestos a la gasolina, y así financiar proyectos para la reparación de carreteras.

Múltiples retos

El camino hacia la modernización de las carreteras pasa inevitablemente por el Congreso, que es el órgano que “controla el bolsillo” de EEUU.

Pero en los pasillos del Legislativo, el plan de Trump ha generado gran escepticismo entre los conservadores, que exigen disciplina fiscal, y quejas de los demócratas de que la eventual legislación vendrá repleta de jugosos recortes de impuestos para las corporaciones e inversionistas.

Los republicanos, en particular, quieren asegurar que el plan no reventará el ya abultado déficit federal, y que la idea de crear alianzas entre los sectores público y privado –como ha filtrado la Administración Trump a manera de “globo de ensayo”- no afectará a votantes en zonas rurales.

Mientras, los demócratas ya han dejado entrever que no aceptarán un plan que debilite las protecciones ambientales, o que beneficie principalmente a los inversionistas y al sector privado, en detrimento de la creación de empleos.

Aún si Trump logra convencer a los escépticos sobre la urgencia de adoptar su plan, el Congreso tendrá que encontrar la fórmula de financiarlo sin aumentar el déficit federal.

Eso, según expertos, será uno de los principales retos del plan, porque Trump también prometió durante la campaña electoral que no aumentaría los impuestos a la clase media.

Pero la otra pieza clave para financiar el plan sería una reforma tributaria, una meta sobre la que tampoco hay consenso entre demócratas y republicanos.

El dinero propuesto por Trump probablemente no sea suficiente: el Departamento de Transporte ha calculado que EEUU necesitará al menos $120,000 millones al año entre 2017 y 2020 para lograr mejoras notables en la infraestructura nacional, muy por encima de los $88,000 millones destinados al año para cumplir esa meta.

Trump, que se precia de su experiencia como “constructor”,  tendrá que convencer tanto a partidarios como a críticos de la urgencia de al menos iniciar las negociaciones de su plan, tomando en cuenta que, de cara a las elecciones de 2018, legisladores de ambos partidos querrán mostrar resultados tangibles ante sus respectivas bases.

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