¿Trump es puro “bla, bla, bla” y poca acción en su estrategia en otros países?

El lema "Estados Unidos primero" que marcó la campaña electoral de Trump ha tenido reflejos en sus 100 primeros días en el poder

WASHINGTON –  Donald Trump se ha adentrado en el complejo entramado de relaciones exteriores de Estados Unidos con el aparente objetivo de esquivar cualquier doctrina y la convicción de que ser impredecible es su mejor arma, un enfoque que ha irritado a sus rivales y desconcertado a sus aliados tradicionales.

El lema “Estados Unidos primero” que marcó la campaña electoral de Trump ha tenido reflejos en sus 100 primeros días en el poder, pero su agresiva pose ante Siria y Corea del Norte ha impedido confirmar el aislacionismo como un rasgo definitivo de su doctrina.

Trump también ha debilitado la diplomacia en favor de la fuerza militar, al recortar fondos y privar de personal al Departamento de Estado, con un aparente desdén por las estrategias a largo plazo que encaja con su tendencia a buscar relaciones transaccionales y victorias rápidas.

Tampoco ha hecho ningún viaje al extranjero, y su desinterés por salir de Estados Unidos contrasta con el estreno en la presidencia de Barack Obama, quien visitó nueve países en sus primeros 100 días, y George W. Bush, que se desplazó a México y Canadá.

Diecisiete líderes de distintas regiones le han visitado en la Casa Blanca con la delicada misión de defender sus intereses mientras entablaban una relación personal y profesional con un presidente volátil y errático, capaz de proclamar un día su amistad con un determinado país y actuar el mes siguiente en su contra.

“Es muy difícil discernir una doctrina de Trump. No hay ninguna certeza, nada predecible”, dijo a Efe el analista Michael Shifter, presidente del centro de estudios Diálogo Interamericano.

“Parece que Trump lo prefiere así, para mantener a todo el mundo en vilo. Eso puede ayudarle con los adversarios de EEUU, pero no es útil para tranquilizar a sus aliados”, añadió.

México protagonizó el primer episodio de tensión internacional de la presidencia de Trump, con la cancelación de la visita del mandatario mexicano, Enrique Peña Nieto, a raíz de la insistencia del nuevo líder estadounidense en que el país vecino debe pagar por el muro que él quiere construir en la frontera común.

“El daño que se ha hecho (a la relación con México) no es irreparable, pero es real”, opinó Shifter.

Pero a Trump le gusta sorprender, y en la última semana ha trasladado sus ataques de México a Canadá, protestando por las políticas comerciales del vecino del norte, incluso imponiéndole aranceles, y amenazando con retirarse del Tratado Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Como en muchos otros temas, Trump ha tratado de aplicar al TLCAN las tácticas negociadoras que aprendió como magnate inmobiliario, y parece haber lanzado esa fugaz amenaza con el objetivo de mejorar su posición de cara a la renegociación, sin pensar demasiado en las tensiones que eso pueda generar con sus vecinos.

Trump no ha definido una política clara hacia Latinoamérica, sin aclarar qué hará respecto al proceso de normalización con Cuba ni dar señales claras de apoyo al proceso de paz en Colombia.

Sí se ha pronunciado sobre Venezuela, un país que considera un “desastre” y del que ha hablado con varios líderes del continente, pero no hay señales de que tenga una “estrategia bien pensada” ante esa crisis a pesar de su “fuerte retórica”, según opinó Shifter.

La relación con Europa también comenzó en un punto bajo, a raíz de unas críticas a la Unión Europea (UE) y la OTAN que Trump ha rebajado notablemente en los últimos meses.

Pero también ha protagonizado un incómodo encuentro en la Casa Blanca con la canciller alemana, Angela Merkel; y ha sido poco sutil en su apoyo a la candidata de extrema derecha a la Presidencia de Francia, Marine Le Pen, lo que ha inquietado a quienes temen que la deriva populista de EEUU se traslade al viejo continente.

Su relación con Rusia, caracterizada al principio por sus constantes alabanzas a Vladímir Putin, se ha enfriado a raíz del ataque con armas químicas en Siria a comienzos de este mes, tras el que Trump dijo que su opinión sobre Bachar al Asad había “cambiado” y criticó al presidente ruso por apoyar a alguien tan “malvado”.

En su política hacia Oriente Medio han destacado su coqueteo con la derecha israelí y su duro discurso hacia Irán, con el anuncio de la revisión del acuerdo nuclear; además de su improvisada intervención en Siria y su acercamiento a figuras autoritarias como el líder egipcio Abdelfatah al Sisi y el turco Recep Tayyip Erdogan.

En cuanto a China, Trump abandonó su estrategia de confrontación directa al abrazar la política de “una sola China” y tratar de adaptarse al lenguaje de Pekín, pero su reunión en Florida con el presidente chino, Xi Jinping, se saldó sin grandes acuerdos.

La belicosa retórica de Trump hacia Corea del Norte no ha encontrado un claro eco en China, y puede acabar por alienar a los aliados de EEUU en la región, temerosos de “sentirse atrapados” en una guerra, según escribió Stephen Walt, profesor de diplomacia en la Universidad de Harvard, en la revista Foreign Policy.

(Por Lucía Leal)

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