Editorial: “Dreamers” en una montaña rusa

Los jóvenes están lejos de la estabilidad legal que les permita idealmente abocarse a sus estudios y sus empleos como corresponde

Los “Dreamers” están en un subibaja al borde del abismo. En ocasiones tienen buena noticias, otras no tan buenas, pero siempre bajo la sombra de la amenaza de un cambio que los deje expuestos a la deportación.

Hasta el momento cerca de 800,000 jóvenes están a salvo de la agresiva política de deportaciones del presidente Donald Trump. El programa DACA, iniciado por Barack Obama, sigue aceptando jóvenes que fueron traídos como menores de edad a Estados Unidos por sus padres indocumentados y continúan renovándose los permisos a su vencimiento.

Pero estos jóvenes están lejos de la estabilidad legal que les permita idealmente abocarse a sus estudios y sus empleos como corresponde. Esa tranquilidad solamente se las puede dar un Ley de Ensueño o “Dream Act” que cada vez es más urgente.

Trump por el momento mantiene la protección de los “Dreamers”, a pesar  de haber prometido su deportación en la campaña electoral. El que se haya mantenido DACA es un claro indicio que el mandatario reconoce el valor de estos jóvenes y su aporte a la economía.

Es una buena señal pero insuficiente.

Hay once Estados molestos, encabezados por Texas, porque no se eliminó DACA le dieron al Departamento de Justicia un plazo hasta el 5 de septiembre para que inicie una reducción progresiva que conduzca a su desaparición. De lo contrario, iniciarán una demanda judicial.

El panorama se complicó aún más cuando el secretario del Departamento de Seguridad Interna, John F. Kelly, dijo que el Departamento de Justicia, podría no defender DACA. Una posibilidad muy real por el fervor anti inmigrante de su líder, Jeff Sessions.

Una nueva esperanza se asoma con el nuevo proyecto de ley presentado la semana pasada por los senadores Richard Durbin y Lindsey Graham, demócrata y republicano respectivamente. Esta renovada versión de Dream Act es un camino primero a la residencia y luego a la ciudadanía, para los jóvenes que cumplan ciertos requisitos como inscribirse en una colegio, enlistarse en las Fuerzas Armadas o tener un empleo.

La mera existencia de esta propuesta no garantiza que superará los que detuvieran otras medidas anteriores similares. Aunque sí realza el aspecto bipartidista que mantiene la causa de los Dreamers y se une a otras medidas legislativas como el Bridge Act que ayuda a estos jóvenes.

Es una pesadilla la idea de muchos legisladores de que se puedan deportar a estos jóvenes. Por un lado, es agregar 800,000 personas a una larga lista, por el otro será un golpe económico social que tanta cantidad de  gente que trabaja y estudia tenga que dejar sus actividades.

Estos argumentos deberían ser suficientes si no alcanza el que los Dreamers no sean responsables de su situación migratoria ni el que Estados Unidos sea el único hogar que han tenido y sientan su pertenencia.

Los Dreamers merecen ser incorporados a nuestro país. Los caminos legales están allí.

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