Un Gringo Feliz en la Feria Internacional de Guadalajara (FIL) 2017

De México, con orgullo, al mundo

FIL en Guadalajara.

FIL en Guadalajara. Crédito: Sofía Zermoglio

Aquí me encuentro otra vez en la FIL, La Feria Internacional del Libro de Guadalajara, evento del libro magistral en todo el mundo.

Agéndese: los profesionales, de 9 a 5 del lunes al miércoles después del Thanksgiving USA; público en general todos los demás días y horarios durante 10 días. Año tras año. Libros y nuevos “contenidos” en todas sus formas, habidos y por haber. Ya es un rito para miles de bibliófilos empedernidos.

En mi caso, ver algo de fútbol americano, guardar los restantes del pavo en el freezer, despedir (o llevar) a la familia, y subirme para luego bajarme del avión con esperanzas – otro año- de ver todo y a todos.

¿Quiénes estarán, van a faltar, quién sigue de pie, o ha tirado la toalla, ha muerto o ha sido matado como un creciente número de editores, periodistas, y jóvenes normalistas? Uno llega a la FIL navegando el tráfico tapatío, los hoteles “sold out”, los taxistas y el señor del Uber; el ir y el venir del día a día.

La FIL es una de las ferias de libro más grandes del mundo –el mayor del libro en español del planeta. Llegamos para recargarnos las baterías con cada nuevo pasillo, encuentro y reencuentro.

En el FIL todo es novedad, es rebaja, es descuento, es negocio, es color. El editor cubano, centroamericano, argentino, colombiano, chileno, español y del mundo árabe: todos con sus manjares de libros nuevos e historias que contar, todos haciendo business.

Llego, llagamos miles y miles de gentes y agentes, distribuidores y transportistas; y de repente, sentimos que somos quienes somos y a la vez somos otros.

En mi caso particular, un gringo echándose chile en todo – serranos, poblanos, pasillos, jalapeños, de árbol- ándale con la sopa de tortilla jugo verde de desayuno, el filete y el medallón de almuerzo; los totopos, molcajetes y moles desbordando mi plato de tarde y noche.

Y de ahí los libros. Miles de libros. Libros, libritos y librazos. “Los libros más pequeños del mundo”. Los mejores bestsellers y los peores ladrillos; todos expuestos, entremezclados, ordenaditos, carísimos y baratos. Y no paro. No paramos. Comemos como bestias. Tomamos copas. Celebremos los autores. Soñamos. Leemos y escuchamos nuevos poemas, canciones, discursos, reportajes. Bajamos otra chela. Jícama con más chile. Elote con cremita. Café bueno y malísimo.

Libros que nos descosen el alma, textos infinitos que nos abrazan, ilustraciones hermosos y chocantes, acentos de todo el planeta. OH-MY-GOD… qué lindo es esto. Una feria para caminarla. Todo chocante… y todo en su lugar.

De repente siento que soy uno con este ambiente. Que he aprendido algo nuevo. He salido de lo cotidiano. Alimentado, satisfecho, y orgulloso. Contemplo. Refino y me refino. Qué editor más simpático y pequeño. Qué multinacional más pulpo y descarado. Qué restaurante más bonito y qué atún más fresco. Chin! Qué bigote más extravagante. Qué niña más preciosa y qué señora más culta. Qué escaparate al mundo más impresionante. Por Dios… qué país más sufrida y más hermosa.

Qué linda es la Feria Internacional del Libro en Guadalajara.

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