“Quedé en medio de dos cárteles y ya no tengo nada‘‘, periodista desplazado de Guerrero

Omar Bello tuvo que dejar a su familia, recibe ayuda de ONG's pero desea reintegrarse al campo laboral

SERIE PERIODISTAS DESPLAZADOS 1

Un periodista desplazado de Guerrero narra desde un refugio anónimo lo que fue su vida como informador en una región donde manda el crimen organizado

MEXICO.- Enfundado en una chamarra, con zapatos cerrados, cubierto con gorro y una bufanda multicolor, Omar Bello dista mucho del atuendo de bermudas, playeras y chanclas que usaba en su natal Ixtapa-Zihuatanejo, uno de los balnearios iconos  del turismo internacional hasta que se agudizó un despelote de los cárteles de la droga.

Medio tullido camina por las populosas calles de la ciudad donde se refugia: el frío del invierno le pasa la factura en la misma proporción del abatimiento y dolor que implica la soledad por su desplazamiento forzado de la Costa Grande de Guerrero tras diversas amenazas de muerte en agosto pasado.

“Los periodistas allá nos quedamos en medio de la lucha de dos cárteles de la droga y, a veces, uno quería que informáramos a detalle las balaceras, los asesinatos, las agresiones y, el otro, pedía exactamente lo contrario’’, cuenta Bello sentado en torno a la mesa de una cafetería e intenta entender bien a bien lo que está pasando. Muerde la dona, bebe café.

Guerrero es uno de los estados más afectados por la infiltración de las organizaciones criminales en las instituciones públicas. Los policías y los municipales no siempre quieren venderse con ellos, pero los intimidan con matar a sus familias aunque hay otros que hacen alianzas porque saben que es la única forma que tendrán de llegar al poder.

“Ahí nadie llega si ellos (y remarca ellos) no quieren’’.

El papel de los periodistas es aún más complejo desde que en 2014 los Beltrán Leyva y los Caballeros Templarios comenzaron a pelear del control de la plaza en los municipios de Zihuatanejo, La Unión, Petatlán y Tecpan, entre otros, como han documentado las autoridades federales.

Llamaron a las redacciones, interceptaron periodistas. A Bello lo raptaron y le advirtieron: “nosotros les vamos a decir de qué escriben y de qué no’’. Los de un lado decían una cosa; los otros, lo contrario.

En ese fuego cruzado, los periodistas ya no podían hablar de nada. “Hasta los choques estaban censurados porque implicaban a amigos y parientes de los malandros’’.

Para salvar el oficio, él y otros colegas optaron por escribir nimiedades: de la población callejera de perros, de las plagas de las plantas pero tampoco los dejaron en paz. Un día Bello recibió una llamada, “queremos que escribas sobre los muertos que hubo hoy o serás el siguiente’’, dijo un hombre al teléfono. Luego volvió a sonar el celular. “No escribas nada’’, ordenó otra voz.

Bello no sabía qué hacer, orden y contraorden es desorden, pensó, calculó. Finalmente decidió escribir del tema. Total: esa es la esencia del periodismo, pero,  al día siguiente un mensaje de texto advirtió que lo matarían.

Así dejó atrás su vida, su historia de 12 años como periodista para varios diarios, para El Sol de Acapulco, La Crónica de Chilpancingo, El Correo de Iguala y para la televisión. Llegó a la CDMX sin más ayuda que la del Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas que le dio un departamento amueblado y una despensa semanal de alimento que le surten los lunes.

“De eso no me puedo quejar’’, dice. “El problema es que no hay dinero para otros gastos más que la caridad de las organizaciones de periodistas cuando pueden apoyarme.

Bello no puede encontrar trabajo porque le exigen una carrera de licenciatura en periodismo que no tiene, él se formó a la vieja usanza: desde los puestos peor pagados de la redacción hasta llegar a ser reportero. “Ese siempre fue mi sueño’’.

La pasión por el oficio lo hizo ignorar las peticiones de la familia para que él dejara el periodismo por la inseguridad (para el 2015, la Secretaría de la Defensa Nacional clasificó a Zihutanejo y la región de la Costa Grande como una de las tres más peligrosas de Guerrero y del país) y el resultado es hoy una familia fraccionada, él aquí, ellos allá. 

“No sé qué va a pasar con nosotros’’, concluye Bello. “Estoy tranquilo porque creo que yo ya estoy fuera de lo que quieren los cárteles, ya no estoy allá y por eso no quiero volver, a ver si, tras las elecciones de 2018 la situación cambia aunque sea poco a poco… quizás algún día los niños en Guerreo dejen de aspirar a ser sicarios’’.

AYUDA URGENTE

Bello es uno de los 23 periodistas que Reporteros Sin Fronteras reporta como desplazados de sus lugares de trabajo por amenazados de muerte con base en el número de apoyos que reciben del Mecanismo de Proteccion. Extraoficialmente, los periodistas desplazados dicen que hay 10 más.

RSF realiza actualmente una colecta para mejorar sus condiciones de  vida y pide donativos en especie y efectivo con depósito a cuenta de Scotiabank 00 10 30 43 746, a nombre de Martha Durán de Huerta Patiño. CLABE 044 18 000 10 43 746 MBCOMXMM.

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